Se buscan graduados en energías verdes y sostenibilidad: no hay gente formada
En España, las universidades empiezan a inaugurar carreras relacionadas con la transición ecológica por la alta demanda de profesionales del rubro en las empresas
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MADRID.– La transición a una economía verde no es el futuro, sino el presente, y el mundo educativo se ve obligado a formar a graduados en este ámbito para responder a la demanda del mercado; el gobierno español calcula que habrá que crear en una década 468.000 empleos relacionados con la sostenibilidad. Por eso, según anunció, se van a generar 20.000 nuevas plazas de formación profesional de este campo y las universidades se suben también al tren en su oferta de grados y posgrados. Sin embargo, a diferencia de la ciencia de datos y la inteligencia artificial –con inscripciones disparadas desde sus recientes inicios y con pleno empleo–, las carreras sobre sostenibilidad que se están implantando no crean tanta expectativa entre los nuevos universitarios.
El reciente Informe sobre el futuro de los empleos, del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés, también conocido como el Foro de Davos), que pondera la información facilitada por grandes empresas de 45 economías, incide en esta pujanza del sector en todo el planeta. Los criterios ESG –los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo que se tienen en cuenta a la hora de invertir en una empresa– y la reconfiguración de cadenas de suministro más locales encabezan la creación neta de empleo, según el WEF. El ministro de Finanzas de Suecia, Mikael Damberg, fue muy claro en Davos el pasado junio: “Muchos de los puestos de trabajo del futuro tendrán su origen en la transición energética, y aquellas economías que no comprendan la lógica de la transición verde se quedarán atrás”.
La Escuela Politécnica de Ingeniería de Minas de la Universidad de Cantabria es un claro ejemplo. Su director, Julio Manuel de Luis, explica que cuentan con 90 plazas de ingreso en sus grados en Recursos Energéticos y Recursos Mineros, pero apenas llenan 55, cuando la empleabilidad está casi asegurada. “La transformación energética no es solo cambiar el carbón, el gas o el petróleo por aire o agua. Se necesitan materias primas que están en esa hoja de ruta sostenible: toneladas de cobre para los aerogeneradores o litio para las baterías”, sostiene. España el tercer país de la Unión Europea con más empleos relacionados con estas energías, según el estudio del Ministerio de Ciencia Energías renovables: inquietudes sociales y nuevos desarrollos científico-tecnológicos.
Hace dos semanas, diez empresas visitaron la escuela con el fin de conocer el perfil de los alumnos de tercer y cuarto año para proponerles prácticas, que muchas veces son la antesala de un puesto fijo. “¡Alguna empresa me preguntaba ya por conocer a los de segundo!”, cuenta orgulloso De Luis, consciente de que la demanda de plazas “va por modas” y “las ingenierías están a la baja”. Sus datos de empleo respaldan sus palabras. A los tres años de terminar el grado en Recursos Energéticos, un 85% está empleado (otros siguen estudiando o preparan oposiciones), el 100% ejerce a jornada completa y el 81% tiene contrato fijo. O 20 de los 22 alumnos de su máster lo compatibilizan con un trabajo del rubro, mientras los otros dos prefirieron no hacerlo para ir más rápido.
“Los grados relacionados con la energía son muy versátiles. Los chicos que pasan por el laboratorio de ingeniería de proyectos –que son una conexión entre los investigadores y la empresa– se van a minería, a instalación de parques eólicos y fotovoltaicos, operadores de mercado electrónico... De los que terminaron en 2017, dudo que ninguno gane menos de 45.000 euros”, detalla Marcelo Ortega, profesor de la Escuela de Minas de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). “Yo siempre les digo en clase a los chicos que creo que están en el sitio justo, en el momento justo, porque la transición energética va a estar en sus manos. Las empresas me piden más chicos graduados y no puedo enviarles porque no hay, todos trabajan”, prosigue. “Cuando alguien piensa en un ingeniero de minas le imagina con la cara llena de carbón, pero eso está cambiado porque sin ellos no puedes tener un móvil. En los últimos años, las escuelas nos hemos lavado la cara, pero nos queda maquillarnos y darnos a conocer”.
Sin un máster habilitante, ningún ingeniero graduado puede firmar un proyecto y por eso muchos en la UPM siguen estudiando dos años más, hasta un total de seis años, como los antiguos graduados. En 2022, por primera vez lograron cubrir las plazas de Tecnologías Mineras. El profesor Ortega no percibe que haya un perfil de alumno que opta por la carrera por su conciencia ecológica. “Estamos en general bastante concienciados en que hay que utilizar energías renovables, pero en la escuela pocos alumnos descartan el uso de la energía nuclear, que también se da en la carrera”, agrega.
La Universidad Autónoma de Barcelona inauguró en el curso 2017/2018 el grado de Gestión de Ciudades Inteligentes y Sostenibles, que despierta la curiosidad de cualquiera con su nombre. “Casi todo el mundo vive en entornos urbanizados y las instituciones tienen que planificar los servicios, y para eso se necesitan estudios y desarrollo de proyectos. Nuestros alumnos graduados pueden colaborar normalmente en equipos multidisciplinares. Más o menos, el 50% de los estudios son ingeniería y conocimientos de las TIC [tecnologías de la información y la comunicación], y la otra mitad, de planificación y gestión de entornos urbanos, que son más cercanos a la geografía, la política, la empresa, ciencia urbana, objetivos de desarrollo sostenible...”, relata Lluís Ribas, su coordinador. Por eso en la carrera participan cinco facultades de la universidad.
La nota de corte en Gestión de Ciudades Inteligentes y Sostenibles fue subiendo. “Estamos en torno a un siete, así que son unos estudios asequibles, pero creemos que la demanda va a ir creciendo”, estima Ribas. “No tenemos datos oficiales de empleabilidad, porque de la primera promoción salieron solo 10 graduados, pero viendo el funcionamiento de las prácticas, el empleo va a ser alto”, añade. “Yo diría que la empleabilidad supera el 85%. Casi todos los alumnos encuentran prácticas externas sin problema. El 25% termina en ayuntamientos, un 35% en instituciones ligadas a la gestión urbana y el otro 40% se va a empresas: servicios (agua, tráfico o contaminación), consultorías, cartografía...”, enumera, y comenta que muchos están muy comprometidos con sus estudios, porque quieren resolver un problema de su entorno, de contaminación, de recorrido eficiente o consumo de energía. Hasta ahora, los estudios duraron tres años, pero un nuevo decreto les fuerza a añadir un cuarto año para ser un grado, algo que a Ribas no le inquieta porque necesitaban un refuerzo en programación y gestión de datos.
“Hoy en día, hay carreras que aún no se inventaron para el empleo verde, pero el nicho de empleo es importantísimo”, abunda Guillermo Martínez, director ejecutivo de la consultora de selección del Grupo Adecco. “¿Por qué? Pongo un ejemplo, perfiles de sostenibilidad. Realmente lo puede ser cualquier persona, no hay aún carreras tan específicas como deberían ser, porque es demasiado nuevo. El manager de sostenibilidad revisa que toda la compañía reduzca el uso de papel, pone en marcha un plan de emisiones cero de carbono... Puedes tener una formación de ingeniería o de economía, pero necesitas saber más. Sí están surgiendo iniciativas de posgrado, pero no de grado”.
ESIC fue una de las primeras universidades en apostar por estos estudios. Desde hace dos años, ofrece un título superior propio en Sostenibilidad que se combina con sus carreras de Administración y Dirección de Empresas, Publicidad o Marketing, cuenta la directora de la carrera, Ana Gómez. “La sostenibilidad tiene dos vertientes, una medioambiental y otra social; las empresas tienen que hacer informes anuales sobre cómo se gestiona en la compañía. Hay un informe que afirma que el 96% de los CEO [directores generales] no encuentran este perfil en el mercado”, sostiene esta experta en responsabilidad corporativa. “Muchas empresas apuestan por la formación interna. Nosotros les ofrecemos desarrollar habilidades que son más específicas de retos ambientales o sociales: derechos humanos, economía inclusiva...”, relata. Gómez cree que esta formación sufre una “falta de visibilidad. Las nuevas generaciones están muy concienciadas y eligen las empresas por sus valores, pero eso no les predispone a poder trabajar en sostenibilidad sin una formación específica”.
Por Elisa Silió
©EL PAÍS, SL
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