Scott Blais. "Todos deberíamos ser un poco más elefantes"
Scott Blais es uno de los mayores expertos en elefantes del mundo y es el creador del Elephant Sanctuary, en Tennessee, Estados Unidos, y del primer santuario para elefantes de América del Sur, cerca de Cuiabá, Capital del estado del Mato Grosso, en Brasil, adonde hoy vive Mara, la elefanta trasladada desde el Ecoparque porteño en mayo pasado, en un viaje que duró cuatro días.
Blais dedica su vida a liberarlos del cautiverio que el humano les ha impuesto. A los 15 años ya trabajaba en un Safari Park de Canadá, donde aplicaban prácticas crueles. Poco después tomó la decisión de dedicar su vida a rescatarlos y hacerlos vivir una "vida de elefante". Junto a su gran compañera, Kat, veterinaria de especies exóticas, viven en el santuario junto a un equipo de veterinarios y cuidadores, atentos a cada llamado de la selva.
Hace pocos días se firmó el acuerdo para trasladar a las elefantas Pocha y Guillermina, madre e hija, desde el zoológico de Mendoza, adonde viven hace 20 años. Y una vez concluido el trabajo en Brasil, donde están entrenando un equipo que quedará a cargo de ese espacio, crearán otro santuario en algún lugar del mundo, y así salvar la mayor cantidad de elefantes…
Justo antes de responder las preguntas, Blais acaba de curar las patas de "Lady", una de las elefantas con más problemas en este momento.
-¿Cómo empezó su amor por los elefantes?
-Vivíamos con mi familia en Canadá. Durante un verano me mandaron a trabajar a un Safari Park donde había elefantes. Recuerdo como una pesadilla los gritos de agonía. El sistema era el que todavía se usa en muchos lugares: la dominación absoluta. Para eso los entrenadores se sirven del bullhook, un pinche con el cual les producen dolor en las partes más sensibles del cuerpo. Muchas veces debajo de la trompa. Empecé a pensar que debía existir una manera mejor de hacerlo. Un día que nunca olvidaré, era agosto de 1994, vi en el noticiero a una elefanta que corría desesperada entre el tráfico de la ciudad de Honolulú, toda adornada, mientras la policía la seguía y disparaba con ametralladoras. Corrió durante 30 minutos. Recibió 87 balas, y cayó muerta. Era Tyke. Llevaba años en el circo, encadenada, sin poder moverse y sufriendo los maltratos de su entrenador. Tyke huía entre los autos, luego de haberlo matado en plena función. Su muerte no fue en vano. Lo que vi terminó de decidir mi destino. Con un amigo compramos 50 hectáreas en Tennessee. Todo parecía una locura, pero nada podía detenernos.
-¿Cuántos elefantes tuvieron en el primer santuario de Tennessee?
-Al principio queríamos salvar a cuatro elefantes que teníamos identificados. ¡Tuvimos 24! El santuario tiene hoy 1000 hectáreas. Fuimos aprendiendo y maravillándonos con sus reacciones al quedar en libertad. Uno de los primeros elefantes que rescatamos tenía fama de asesino. Lo liberamos. Se convirtió en un líder muy sociable. Nunca más volvió a tener actitudes agresivas. Los elefantes pueden agredir por maltrato, pero apenas son bien tratados, se transforman.
-¿Por qué eligieron América Latina para crear el segundo santuario?
-En Tennessee ya no podíamos salvar más elefantes, y en América Latina hay muchos en malas condiciones, aproximadamente 50, entre circos y zoológicos. Cuanto más tiempo están en cautiverio, menos posibilidades tienen de poder ser trasladados y recuperarse. Eso pasó con Pelusa, la elefanta del zoológico de la Plata. Cuando empezamos a trabajar para traerla, ya estaba mal. Estuvo dos años sin poder echarse a causa del dolor en las patas, algo que les sucede mucho debido al reducido espacio y la inmovilidad. Pese a todos los esfuerzos, cuando pudo echarse, fue para morir. Nunca más se levantó. La acompañamos durante esas diez últimas horas de vida, inolvidables, para que sufriera lo menos posible. Pelusa es un ejemplo de lo que no puede pasar más. Es una historia muy triste que llevaremos para siempre en nuestro corazón.
-¿Por qué eligieron el Matto Grosso?
-El clima en Brasil en este estado es lo más adecuado para ellos y era mas fácil conseguir la extensión de tierra que necesitábamos; 1500 hectáreas sin deforestar. Son lomadas donde circula el aire. Además, más de la mitad de los elefantes que quedan en América Latina, unos 26, están en Brasil, y en muy mal estado. Aquí pueden recuperar su vida y su alma de elefantes.
-¿Está prohibido en el mundo comerciar elefantes?
-En teoría sí, hay un tratado que lo prohíbe, pero no se cumple. Desde África y Asia siguen teniendo la capacidad de venderlos a los zoológicos. Lo que necesitamos es que la gente reaccione y que nosotros, los humanos, empecemos a ser menos egoístas y respetemos la vida salvaje, y dejar de pensar que para nuestro entretenimiento estos seres que decimos admirar sufren toda su vida el cautiverio. Se mueren de tristeza, dolor, enfermedad. Yo creo que si la gente realmente se diera cuenta de lo que sucede cuando los liberamos y observaran cómo sus ojos vuelven a brillar, nunca más querrían verlos en cautiverio. Es algo indescriptible.
-¿De dónde obtienen el dinero para financiar la organización?
-Recibimos dinero de fundaciones privadas y de personas. Nuestra organización existe para que estos santuarios se establezcan a donde sean necesarios. Creamos y trabajamos con un equipo, enseñando y dando confianza. Nosotros vivimos adentro del santuario pues muchas veces tenemos urgencias durante la noche.
-¿Cuáles son los próximos elefantes que se trasladarán allí desde la Argentina?
-Hace 15 días se firmó el traslado de Pocha y Guillermina, que son madre e hija y están en el zoológico de Mendoza. El traslado será este año. Después traeremos a la elefanta africana Kenia, y a Kuki y a Pupi, las elefantas africanas del Ecoparque porteño, y por último al elefante asiático del zoológico de Mendoza, abandonado allí por un circo.
-¿Como definiría la personalidad de los elefantes?
-Nosotros, especialmente los occidentales, estamos educados para usar la cabeza antes que el corazón. Ellos tienen una vibración mágica, saben todo y creo que todos deberíamos ser un poco más elefantes. Son muy inteligentes y observadores, pero operan desde los sentimientos y la emoción. Conservan en la memoria todos los sufrimientos y castigos a los que fueron sometidos, y cuando llegan aquí cada uno reacciona de una manera distinta. Rana por ejemplo, llegó muy mal. A las 24 horas era otro animal, dispuesta a aprovechar todo lo que se le ofrecía. En cambio, Lady todavía no confía en nosotros. Está siempre esperando que le pase algo malo. Pero es cuestión de tiempo.
-¿Cómo es Mara?
-Mara es brillante, inteligente, juguetona. Nunca vi una elefante con ojos tan brillantes. Ella adora a Rana y están juntas durante todo el día. No se separan jamás. Ellos son tan dinámicos, tienen una capacidad de perdonar tan grande. Cada uno es completamente diferente entre sí. Algunos son tímidos, otros exuberantes, pero hay algo que los une: todos parecen entender el todo de una manera en que nosotros no podemos hacerlo.
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