Schoenstatt: La historia del único santuario que se levantó en plena pandemia
Es en Pilar y fue construido con el aporte de los fieles desde las redes sociales
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“Es el santuario más nuevo del país. El único construido en pandemia”. El padre Marcelo Gallardo se entusiasma cuando da el anuncio, mientras los constructores rematan los últimos arreglos. Este sábado, a las 18, será inaugurado con la entronización de la imagen de la Virgen de Schoenstatt, en la sede Los Olmos de la orden, en Pilar (la ceremonia se podrá seguir en vivo por las redes, desde Instagram y YouTube).
Llegar no es sencillo y hay dos caminos: uno de asfalto pero que no es el que propone el GPS. Otro, de varios kilómetros de camino de tierra, en medio de un bosque. Aun así, y pese a la pandemia, la peregrinación de fieles es constante. “Esa fue una de las confirmaciones que recibimos, de que la Virgen se quería instalar aquí. Acá se llega por fe, esto no está al lado de la Panamericana”, cuenta Gallardo.
A diferencia de las capillas, los santuarios en el rito católico son lugares a los que de forma voluntaria la gente peregrina para venerar a un santo. Y no son lugares que se pueden elegir a dedo, sino que es el santo quien elige el lugar y se lo hace saber a su comunidad. Así lo explica el padre Marcelo, que por estos días vive una explosión de fe, alegría y emociones que comunica con todo su cuerpo cada vez que habla del milagro que acaba de ver.
En rigor, el santuario iba camino a convertirse en una más de las obras que quedaron truncas con la llegada de la cuarentena. Hacía 12 años, un grupo de laicos de la comunidad había comprado el predio y lo había donado. Allí se construyó una capilla y se usaba como espacio para retiros espirituales y encuentros religiosos de matrimonios, novios, familias y la comunidad en general. Poco tiempo después, convocados o no, comenzaron a llegar los fieles. Y se armó una fuerte y activa comunidad, pese a estar en una zona más retirada de Pilar. “Esto nos hizo saber que la Virgen había elegido el lugar. Empezó la peregrinación. Había algo que convocaba. Todos percibían este como un lugar de paz”, dice.
Anunciaron la construcción del santuario, en medio del campo, rodeado por árboles centenarios. La comunidad estalló de alegría. Convocaron a un constructor y empezaron a echar las primeras paladas de cemento. Iba a ser un recinto pequeño, con mucha madera, muy del estilo alemán. En la Argentina había apenas otros 19 santuarios de Schoenstatt y, en el mundo, unos 200. Pero había un problema. No tenían fondos.
“Teníamos fe y ganas. Teníamos muchas ideas para juntar los fondos. El constructor empezó a trabajar y le pedimos si podíamos empezar a pagarle cuando volviera la actividad, en marzo. Y entonces llegó la pandemia”, cuenta el sacerdote.
Todo parecía indicar que hasta allí habían llegado. Entonces, el padre Marcelo vio en las redes una imagen que le pareció una señal. Una fotografía de una mujer, que luego de que su casa quedara en ruinas tras un bombardeo, estaba juntando las piedras de lo que quedaba para volver a construir. “Pensé entonces que eso iba a pasar con el santuario. Mientras todo a nuestro alrededor era destrucción, nosotros podíamos tomar eso como punto de partida para reconstruir la esperanza”, cuenta el padre, sentado en la cocina de la casa parroquial en la que vive desde hace ocho años.
La piedra fundamental ya la tenían. Ocurre que para construir un santuario se necesita el aval de la diócesis local. Y también, se suele pedir una piedra de la Catedral de Lujan, bendecida en el 8 de diciembre. La habían ido a buscar en 2019, cuando la ciudad estaba blindada porque de la misa participaban el entonces presidente saliente, Mauricio Macri, y el electo Alberto Fernández. “Este va ser un santuario antigrieta”, pensó el sacerdote.
Un influencer de la fe
Antes de la pandemia, el padre Marcelo no tenía redes sociales. Pero todo cambió. No solo abrió un Instagram para poder hacer las transmisiones de las misas en vivo, sino que se convirtió en un influencer de esa comunidad religiosa. Y fue allí donde compartió la idea que le había inspirado esa fotografía. La respuesta no tardó en llegar. Miles de personas se comprometieron con ellos y empezaron a hacer pequeños pero constantes aportes económicos para poder pagar la obra del santuario.
“Esto no se construyó con grandes aportes sino con muchos pequeños aportes”, cuenta el sacerdote. El momento más esperado de la misa, sobre todo para los más chicos, era cuando el padre Marcelo sacaba la libretita y contaba cuánto dinero habían recaudado y cuánto faltaba para llegar a la próxima etapa. “Me acuerdo que una tarde, les dije que, como en Instagram ya éramos más de 5600 personas, si cada uno poníamos 139 pesos, llegábamos a completar esa etapa de construcción. Y la gente empezó a transferir exactos 139 pesos. Fue muy emocionante, porque esto lo hicimos entre todos”, cuenta.
Pero cuando comenzaron a invertir en levantar el santuario, recibieron una advertencia. “Teníamos que encargarnos de los más pobres. La virgen quería construir su casa pero no hacerlo a costa de los más desprotegidos. Y entonces, empezamos a trabajar con la capilla Sagrado Corazón, donde empezamos a servir 300 raciones de comida diarias, para los que se habían quedado sin trabajo en la pandemia. Todas las tardes, junto a Norma y a Pocha, cocinábamos y servíamos. Y también empezamos a dar apoyo escolar a los chicos de la zona”, cuenta. “Y a medida que más nos ocupábamos de los que menos tienen, más aportes llegaban para levantar el santuario. Nosotros mismos nos sorprendimos”, cuenta.
La inauguración será el próximo sábado, con la participación de algunos miembros de la comunidad que deberán seguir el protocolo establecido para los eventos religiosos. Los fieles ya están ansiosos. Mientras el padre Marcelo practica cómo será la entronización de la virgen, María Isabel y Horacio Micheleaud llegan al predio con una bolsita en la mano. “Es una reliquia de mi papá”, explica ella. El sacerdote explica que los primeros altares se construían sobre las tumbas de los mártires. Y que después, en las iglesias, los altares deben incluir reliquias hechas con los huesos de los santos. Ya recibieron reliquias del cura Brochero, de Don Bosco, de San José de Calasanz, entre otros.
“El mensaje que queremos dar es el de la reconstrucción. Este es el santuario de la pandemia, hecho con el esfuerzo de todos, y para volver a levantar la esperanza”, dice el sacerdote.
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