Sarmiento, sus días en el Tigre y la primera regata de nuestra historia
En 1855, Domingo Faustino Sarmiento encontró su lugar en el mundo: el Delta de Tigre. Se convirtió en propietario de una de las islas , al margen del río Carapachay, y en 1856 construyó su casa. Entusiasmado, le contaba a su hijo Dominguito que transformaría el lugar y que muchos tendrían casa en las islas. Además, profetizaba que habría una fluido tránsito fluvial entre el Delta y la ciudad de Buenos Aires.
Para el sanjuanino, el contacto con la naturaleza era una necesidad de primer orden. Disfrutaba del cuidado de la huerta y de las caminatas por la isla, lejos del trajín político. Durante más de treinta años, hasta su muerte, la casa de Carapachay fue su oasis. Los dos episodios que vamos a rescatar tuvieron lugar en Tigre, a fines de 1873, durante el período en que fue presidente de la Nación.
Escala inesperada
El 10 de noviembre de 1873, un grupo de excursionistas que habían contratado un viaje en vapor desde Tigre a Rosario, tuvieron una escala inesperada. El capitán Bruce se detuvo frente a la casa de Sarmiento. Desde la nave, podía observarse la plantación de papas y de alcauciles, además de un anciano menudo que trabajaba con mucha habilidad haciendo cestos de mimbre. Para sorpresa de los pasajeros, Sarmiento, vestido con ropa muy sencilla, abordó el vapor. La crónica, que fue publicada por el diario The Standard, explica que los acompañó unas millas, pero no especifica dónde desembarcó. Es probable que lo haya hecho en las cercanías de San Pedro, donde tenía campo su amigo Dalmacio Vélez Sarsfield. Y donde podía encontrarse con Aurelia, hija del cordobés Veléz y amante del sanjuanino.
La primera regata argentina
El otro hecho que lo tuvo como protagonista ocurrió el lunes 8 de diciembre de 1873, feriado por la celebración religiosa de la Inmaculada Concepción de María. Ese día se realizó en Tigre la primera regata de nuestra historia. En la misma participaron los aficionados al remo, casi todos inmigrantes ingleses, que cada fin de semana se reunían para practicar en el río Luján.
La regata fue un acontecimiento que captó la atención de muchos. Se contrató un tren especial para llevar a los invitados que lo abordaron en las estaciones Central, Retiro, Palermo, Belgrano y Rivadavia. La crónica periodística calculó que fueron doscientos los asistentes a la novedosa competencia.
Sarmiento se sumó a la fiesta. Llegó desde su isla en una pequeña embarcación de vela, acompañado por edecanes y el ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Tejedor.
Fueron recibidos por el embajador británico, Lionel Sackville-West, organizador de la regata. Luego de un par de carreras, almorzaron paté, trufas, jamón de Maguncia, pavos y pollos al spiedo, surtido de sándwiches, tortas, cremas, turrones y helado. Todo amenizado con vinos españoles e italianos, además de cervezas inglesas. Más el champagne que se descorchó luego de los postres. Con las copas en alto, se brindó por la salud del presidente. Este brindis se repitió tres veces. Acto seguido, Sarmiento dijo unas palabras:
"Señoras y señores. Me he deleitado con esta fiesta mucho más de lo que puedan suponer ustedes. Con mucho gusto he venido a presenciar la inauguración de esta nueva forma de diversión en el país. Sus robustos ancestros le deben gran parte de su grandeza a la destreza y audacia en el mar". Luego se refirió a los cuerpos atléticos de aquellos que remaban y continuó:
"Para mí, que me veo enfrascado en tediosos asuntos de oficina, me resulta refrescante venir aquí y formar parte de estos deportes varoniles que dan cuenta del antiguo aforismo: ‘Mens sana in corpore sano’ (Mente sana en cuerpo sano). Quisiera que los jóvenes argentinos imitaran este ejemplo". Agregó que la fecha quedaría marcada en sus recuerdos y realizó el cuarto brindis de la jornada.
Después del champagne y las palabras pasaron a los palcos para proseguir con la actividad deportiva. A las cuatro de la excelente tarde, Sarmiento se retiró. Recibió tres hurras mientras se alejaba en el velero y respondió blandiendo su sombrero durante un buen rato.
La regata incluyó carreras entre botes simples, de parejas, de cuartetos y canoas, entre otras especialidades. El propio embajador Sackville-West participó de dos competencias. El deseo de practicar remo contagió a muchos, a partir de ese lunes. Con el impulso de Sackville-West, el Buenos Aires Rowing Club se fundó pocos días después, el 16 de diciembre, en una confitería de la calle Florida, y es el decano de los clubes náuticos en el país.
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