Santiago Lange: cuando el coraje vence cualquier adversidad
La medalla dorada que consiguió en Río lo confirmó como un elegido; su compañero en Atenas 2004 y Pekín 2008, donde ganaron preseas de bronce, retrata a un atleta capaz de sortear todos los obstáculos
Quienes hemos conocido a Santiago Lange y hemos compartido desafíos con él podemos sentir como propio el orgullo y la satisfacción de que haya logrado el objetivo que persiguió durante toda su carrera deportiva: conquistar la medalla de oro olímpica. Para un deportista, es hacer cumbre: la potencia y el alivio que traen llegar a esa cima tan anhelada.
Cuando lo conocí como hombre de la náutica, ya tenía un nombre y una historia. Si bien nos preparamos juntos para los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, nos habíamos encontrado antes de los Juegos de Barcelona de 1992.
Luego pudimos compartir la preparación para Atlanta con una misma ilusión y el mismo espíritu. Siempre, obstinadamente, detrás del oro.
Entonces armamos un equipo de trabajo que nos permitió compartir entrenamientos en la parte física, los entrenadores y la que era nuestra experiencia en el mundo de la náutica.
En Atlanta, aunque estábamos en dos categorías diferentes, compartíamos el mismo cuarto y los dos teníamos una gran relación de respeto. Nos unían (nos unen todavía) los mismos sueños.
En Sídney 2000 seguimos participando en diferentes categorías. Siempre decíamos que, después de compartir tantos años de entrenamiento, equipos de trabajo y esfuerzo, por qué no embarcarnos en navegar juntos y lograr así una medalla olímpica s.
Así emprendimos una campaña olímpica con miras a los Juegos de Atenas 2004, donde logramos una medalla; repetimos en 2008 y nos quedó pendiente conqistar el oro. Siempre contamos los dos que nuestra primera experiencia navegando en el Tornado, el primer desafío, fue una travesía Buenos Aires-Mar del Plata.
Teníamos la expectativa de hacer un récord y debimos sobreponernos a condiciones muy adversas, muy extremas. Queríamos llegar en menos de 24 horas y tardamos 45; fue durísimo y siempre recordamos lo importante que fue vencer cada obstáculo apoyándonos en el trabajo en equipo.
Después de aquella experiencia, dijimos que fue el mejor inicio que pudimos haber imaginado: nunca sentimos el agobio de esas horas difíciles, jamás vino a nuestra mente la idea de abandonar la prueba.
Santiago piensa mejor en la adversidad. No baja los brazos, tiene una mentalidad fortísima. Todos sabemos que antes de Río debió tomar una decisión ante la situación más difícil de su vida.
Por su decisión de continuar, él ya había ganado.Vencer a la enfermedad, volver al río, volver a navegar con otra embarcación, es de por sí un triunfo.
Recuerdo que en 2012, cuando yo era secretario de Deportes, lo convoqué en varias oportunidades porque necesitaba gente de confianza y experimentada. Pero él declinó cualquier invitación: seguía enfocado en la medalla dorada y en compartir con sus hijos los próximos Juegos.
Cuando hablaba con semejante expectativa en esa etapa de su vida, sabía que estaba en el camino correcto. Luego tuvo su problema de salud. En todas nuestras conversaciones notaba que daba vueltas para operarse. Yo le decía que lo importante era la salud, el resto se iba a acomodar. Logró recuperarse por su fortaleza, por su gran amor por lo que estaba haciendo.
Cuando me preguntaban si podía ganar una medalla de oro, solía decir que dentro de esa flota él era alguien que tenía una gran experiencia y sabía manejar los tiempos. Iba a poder planificar cómo llegar a los Juegos de manera óptima.
Sabía que iba a trasladar su experiencia a Cecilia [Carranza], su compañera de equipo; iba a darle el respaldo, la tranquilidad y la templanza que son imprescindibles durante la navegación.
Santiago maneja muy bien las situaciones críticas y eso durante la competencia es fundamental. Cuando se equivoca el otro, sabe cómo aprovecharlo, saca ventaja. Siempre lo supo hacer.
Cuando se acercaba el final de la competencia y me consultaban cómo lo veía, siempre viví el proceso con mucha tranquilidad.
En las últimas regatas de una competencia, el que va ganando tiene una manera más conservadora de enfrentarla, sin tomar tantos riesgos.
Tuvo una mala salida, una penalidad, me hizo sufrir un poco, pero sacó la templanza, la seguridad para resolver la regata, su decisión de no aflojar, de seguir adelante, vencer otra adversidad y ganar el preciado oro. Los argentinos debemos sentirnos orgullosos.
Yo miraba el podio y sentía ese logro, por más que ellos tenían la medalla colgada del cuello, porque él nos hacía sentir eso a todos los que durante tantos años formamos parte de un gran sueño en el mundo de la náutica. Desde mi lugar, pude vivir muchas experiencias de vida, no sólo compartir la competencia; fueron muchos años viajando juntos, afrontando los momentos difíciles.
Como deportistas nos tocó atravesar la crisis del 2000 y del 2001, salir a buscar patrocinadores para solventar esa gran infraestructura estando mucho tiempo en Europa, compitiendo con embarcaciones grandes.
Si había alguna dificultad, con Santiago se hacía fácil porque siempre miraba el horizonte, siempre su mirada estaba en el futuro.
Del editor: ¿por qué es importante? Obtuvo la medalla de oro en los Juegos de Río junto con Cecilia Carranza
Carlos Mauricio Espínola
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