San Lorenzo es de Boedo: cuánto costaría el estadio, cuándo empezaría la construcción y de dónde salen los fondos
San Lorenzo no solo es un club de fútbol. Es una expresión cultural, social, una inequívoca muestra de sentimiento. Es el gigante que perdió su estadio –o, en realidad, se lo arrebataron en 1979, durante la última dictadura militar- y dos años más tarde, destrozó definitivamente su corazón, al caer en el descenso. Esos dos puñales no lo derribaron: lo convirtieron en un símbolo de la reconstrucción, transformó el dolor en orgullo y, como nunca antes, solidificó el sentido de pertenencia. Por sus hinchas, por su gente, San Lorenzo vuelve a Boedo. Aunque, en realidad, es una mentira a medias: nunca se fue.
San Lorenzo es Boedo. Es el único grande que se identifica con un barrio, porque es su esencia. El Viejo Gasómetro fue la casa del seleccionado, una majestuosa maqueta de otro tiempo. Para el fútbol argentino, que el Ciclón abandone el Bajo Flores –el Nuevo Gasómetro es un estadio construido por Fernando Miele, inaugurado a fines de 1993– y vuelva a jugar sobre los viejos terrenos de la Avenida La Plata representa todo un símbolo. Para San Lorenzo, en sí mismo, es el triunfo de un trabajo de hormiga, la reivindicación del orgullo. Las lágrimas que provocaron la postergada, esquiva Copa Libertadores, alcanzada en 2014 –el inolvidable equipo de Edgardo Bauza-, queda reducida a migajas si se la compara con la vuelta, con un estadio moderno, multiplataforma. Allí en donde nació todo. Sin embargo, el sueño no es un abrir y cerrar de ojos. ¿Cómo convertirlo en realidad, si San Lorenzo no tiene dinero, la pandemia sigue amenazante y la crisis económica global se acrecienta?
Lo que acaba de ocurrir fue la primera lectura del proyecto que impulsa la rezonificación del predio de Avenida La Plata. Habrá, en el camino, una audiencia pública y otras instancias de participación vecinal, como convenios urbanísticos. Una vez aprobada la ley –sería en marzo próximo- la obra arrancaría a fines de 2021, al menos, los primeros cimientos. La construcción de un moderno escenario –no será solamente una cancha de fútbol para 45.000 personas- demoraría unos tres años, con una inversión estimada de 70 a 100 millones de dólares. El proyecto no saldrá de la economía ordinaria de la entidad, será una planificación extraordinaria.
A partir de ahora, se buscarán crear las bases de una ingeniería económica paralela: en ese sentido, se empezaron a pedir créditos y consultas técnicas en bancos y entidades internacionales, sobre todo, de China (las condiciones serían ventajosas) y de Europa. Y la venta anticipada local: sponsors, abonos, estacionamientos, concesión y alquiler de las oficinas multiusos que habrá dentro del escenario. Y propiciar una marca al estadio, que lleve el nombre de una compañía internacional por un periodo determinado, algo que ocurre en las principales canchas de Europa.
Como buena parte de los clubes de primera división, San Lorenzo no es una entidad sólida financieramente. Se estima que su pasivo asciende a unos 42 millones de dólares y en los últimos meses quedó señalado por entregar cheques que luego fueron rechazados. Sin embargo, el megaproyecto irá por otro carril de la economía de todos los días. Además de las metas con empresas privadas, sobre todo, del exterior, hay una buena sintonía con las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires. La idea es trabajar juntos desde lo económico, lo ambiental y hasta la infraestructura. Según una hipótesis, San Lorenzo podría ceder el Nuevo Gasómetro a la Ciudad, que utilizaría parte del predio para potenciar los proyectos deportivos en la zona sur. En el club rechazan esa opción.
El "plan maestro" juega en otros rubros: plantea instalaciones vinculadas a servicios sociales, una escuela primaria y secundaria, dependencia policial, bomberos, creación de más comercios, un museo, un hotel y hasta un cine. El sueño de Marcelo Tinelli es convertirse en "el presidente que construyó el estadio, el que devolvió a San Lorenzo a Tierra Santa".
"Fueron muchos días de trabajo silencioso para devolverle el apellido al barrio", suscribe el empresario. El apellido, en realidad, siempre lo tuvo: en poco tiempo, volverá a tener su firma, con el escudo del sentimiento.
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