San Clemente del Tuyú: ¿hay esperanza de poder liberar a la última orca cautiva de América del Sur?
En las redes sociales se replica una gran campaña impulsada por animalistas para reinsertar a Kshamenk, que vive en Mundo Marino, en su hábitat natural: el océano; qué dicen biólogos y expertos
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Kshamenk es una orca macho de más de 30 años que vive desde 1992 en un estanque de concreto, esporádicamente acompañado por Floppy o Clementina, dos delfines hembras, dentro del acuario Mundo Marino, en San Clemente del Tuyú. Desde hace más de diez años, defensores de los derechos de los animales se movilizan para que Kshamenk regrese a su hábitat natural, el océano. Y en los últimos tiempos, en las redes sociales se replica una gran campaña, dirigida por Activistas Animalistas de la Costa y Proyecto Galgo Argentina, impulsados por la esperanza de liberar a la última orca cautiva de Sudámerica.
La pileta en la que vive Kshamenk, conectada a otras cuatro más pequeñas, se llena con un caudal de seis millones de litros de agua que se obtienen de un pozo. Este ejemplar de orca consume 100 kilos de pescado por día, congelado o fresco, y se exhibe en diferentes shows, dependiendo de la temporada. Sale del agua, saluda, salpica, salta, se mueve al son de la música y ejecuta obedientemente todo lo que le dictan sus entrenadores. Como premio, obtiene comida (pescados). Kshamenk y todas las orcas en cautiverio –solo en América hay 62– aprenden con gran facilidad: poseen una proverbial inteligencia.
En libertad, Kshamenk recorrería aproximadamente 400 kilómetros por día, ya que pertenece a la especie de orcas transeúntes. En cautiverio, su mayor actividad física es la posibilidad de dar 500 vueltas al estanque en el que pasa su vida entera.
Desde Mundo Marino, apoyados por veterinarios y biólogos, afirman que liberar a Kshamenk, criado desde pequeño en cautiverio, no sería posible, pues no tendría posibilidad alguna de sobrevivir. “Nosotros fuimos los primeros que intentamos encontrar la manera de reinsertarla ni bien la salvamos. Todos los expertos que consultamos en aquel momento nos dijeron que era imposible hacerlo sin exponer su vida. Como jamás tomaremos una decisión que ponga en riesgo su bienestar, junto con las autoridades provinciales y nacionales llegamos a la conclusión que la mejor opción era que quedara a cuidados de nuestro equipo. A quienes aún lo piden les explicamos por qué nosotros consideramos que no es viable una reinserción como la que generalmente proponen”, dijeron fuentes del acuario a LA NACION.
Kshamenk vive fuera del mar desde que tiene cinco años, cuando fue llevado hasta Mundo Marino desde la Bahía de Samborombón. Habría que enseñarle a procurarse la comida, sumergirse en aguas profundas, sociabilizar con otras orcas y tanto más. La experiencia de Keiko, una orca macho que vivió toda su vida en un pequeño estanque en Ciudad de México y protagonizó la famosa película Liberen a Willy, es un buen ejemplo para comprender que esta posibilidad podría ser contemplada, aunque a un altísimo costo, claro. Luego del éxito internacional de la película, cientos de niños de todas partes del mundo, al enterarse de que Willy existía, que se llamaba Keiko y que vivía en un pequeño y triste estanque de una de las ciudades más populosas y grandes de América, empezaron a abarrotar las oficinas de la Warner Bros. y de Mundo Aventura (adonde pertenece el acuario en el que habitaba) con millones de cartas, pidiendo por su liberación.
Muchas asociaciones, ambientalistas, expertos en cetáceos y la prensa internacional se movilizaron rápidamente para lograr su liberación. Y el clamor fue imparable. Keiko salió finalmente de su pequeño estanque, para quedar en una semilibertad. Luego de pasar más de dos años en grandes corrales marinos en los que se le enseñó a sobrevivir en su hábitat, fue liberado en el océano, donde vivió casi tres años. Nadó 1200 kilómetros hasta Islandia, sintió las corrientes marinas, se apareó y vivió su vida de orca. Cada tanto, volvía en busca de los humanos, a los que nunca olvidó, pero luego de saludar volvía a sumergirse en las profundidades del mar junto a los de su especie. Murió en libertad.
Ingrid Visser, de origen neozelandés, considerada una de las mayores expertas en orcas del mundo, estuvo a cargo de su entrenamiento, junto a otros biólogos y especialistas marinos. En compañía del naturalista argentino Jorge Cazenave, quien estudia el comportamiento de las orcas desde hace más de veinte años, Visser visitó a Kshamenk en Mundo Marino poco antes de que el mundo se cerrara por la pandemia. “El caso de Kshamenk es bastante complicado y hoy la mayor preocupación es que él pueda tener, al menos, un espacio más grande”, dicen. “Mundo Marino permanece cerrado desde hace un año y medio –aclara Cazenave–. Hoy pensamos en cómo estarán haciendo para darle de comer”. Visser y Cazenave afirman que, dentro de la injusticia que implica que un animal de ese tamaño deba vivir en un pequeño estanque de concreto, el equivalente a un pequeño calabozo, con el fin de entretenernos, Kshamenk estaba en peso.
Las orcas en cautiverio desarrollan comportamientos repetitivos, como golpearse contra los lados de los tanques y romperse los dientes; la aleta dorsal se debilita y se cae debido a la falta de uso, y desarrolla papilomas y otras enfermedades. Esto puede verse fácilmente en todas las fotografías. Muchas veces también, al juntar orcas de diferentes familias se atacan entre ellas y se lastiman. “Es que las orcas, tienen una vida familiar y emocional muy compleja y desarrollada”, sostiene Martín Moscovich, uno de los artífices de la película Ocean Souls, próximamente en YouTube y en Netflix.
Ochenta camarógrafos de todo el mundo filmaron a estos cetáceos alrededor del mundo, bajo la dirección del director Philip Hamilton, con el único objetivo de mostrar al mundo su belleza e inteligencia y concientizar acerca de lo que padecen debido a la industria del entretenimiento y la pesca. Moscovich, junto a su mujer Jerusa Prandi, también buzo, filmaron escenas en la Patagonia y en Brasil. “Ver una orca es casi una experiencia religiosa”, sentencian. Silvia Earl, Jann Arthus Bertrand y grandes personajes del mar aportan su testimonio y apoyo al documental.
Las orcas viven toda su vida en grupos familiares, organizados en matriarcados. La matriarca enseña a todo el resto lo que necesitan saber para la vida y transmite los conocimientos de generación en generación. No en vano, la matriarca vive hasta los 80, 90 años. Los únicos que esporádicamente abandonan el grupo familiar, para aparearse, son los machos más jóvenes; pero es la misma matriarca quien les elige con quién lo harán. Ya con sus compañeras, regresarán seguramente a su grupo familiar compuesto por tías, sobrinas y hermanas.
“Además –dice Cazenave– cada grupo posee su propio lenguaje, las del Norte con las del Sur no se comprenden entre ellas, por ejemplo. Muchas veces en los acuarios se atacan entre sí, no solo debido al estrés y a la frustración del encierro, sino justamente porque poco tienen en común con un miembro que pertenece a otro grupo de orcas”.
“Las orcas de la Patagonia son únicas. Ellas han desarrollado un modo de cazar muy elaborado. Saben en la época en que nacen los lobitos de mar y los elefantes marinos, y se acercan a la costa cuando llega la temporada. Pueden vararse de la manera en que lo hacen porque esta costa posee la particularidad de que es de piedra. De lo contrario, no podrían dar la vuelta para volver al agua y quedarían encalladas. Desde el mar, y debido a la vibración de las piedras, pueden saber cuándo los lobitos, rebeldes y desobedientes, se aventuran a jugar entre las olas. Ese es el momento en que aprovechan para atraparlos. Durante el resto del año, en que no hay pequeñas crías de lobos, las orcas pequeñas son entrenadas por la matriarca, atrapando manojos de algas, para que al llegar la temporada puedan proveerse de comida por sus propios medios, dando muestra de un elaboradísimo pensamiento”, relata.
Desde hace poco tiempo, existe una posibilidad para que Kshamenk pueda vivir una vida casi idéntica a la que viviría en libertad, pero protegido. Hace poco tiempo se hizo público el proyecto de la construcción del primer santuario para orcas y belugas en el norte de Estados Unidos, más precisamente, en Nueva Escocia. “Estoy en el board del santuario, y realmente se abre una posibilidad para las 70 orcas, como mínimo, que viven en cautiverio”, dice Visser.
“¿Qué es la libertad?”, se pregunta Vanessa Prigollini, psicóloga, buzo y animalista, en su documental sobre la vida de las orcas Contraste, estrenado días atrás en México.
La libertad es poder elegir tu rumbo y dirección a la velocidad que quieras y con quien quieras. Es poder expresarte, es compartir tu vida con tu familia y crear vínculos sumamente estrechos; es recorrer sin límites la inmensidad del mar y nadar grandes distancias en un día, es explorar desde lo más profundo hasta la superficie y de regreso, es reconocer tu hábitat natural. Es poder comunicarte en tu propio lenguaje con tu misma especie; es independencia, voluntad y autonomía. La libertad es la base de todos tus derechos. Libertad es tener una cría y poder cuidar de ella; es acompañarla en cada momento. Es estar en sincronía con tu familia, es continuar con la tradición de tus ancestros, tal y como lo muestra la cultura de estas orcas.
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