San Bernardo.- Horacio De Bari, de 61 años, se baja de su jeep verde manzana modelo 57 para abrir la tranquera del predio, ubicado en el kilómetro 344 de la ruta 11, en el partido de La Costa. Vuelve al vehículo, con un movimiento brusco cierra la puerta y empieza a avanzar, lento, sobre el pasto crecido. Ahí arranca un viaje en el tiempo.
"Allá, cerca de la laguna artificial, estaba el estacionamiento. Acá llegó a haber miles de autos, no sabes lo que fue cuando tocó La Renga. Ese recital se hizo el mismo día que mataron a Cabezas", relata De Bari.
Adelante, a unos 500 metros, está el esqueleto del San Bernardo Stadium, "un platillo volador" que hoy está descascarado, pero que supo ser un hito, breve, para la costa atlántica. Algo así como un Luna Park en medio de una ciudad balnearia que solo tenía algunos teatros y cines, donde en verano se hacían shows de poca monta y luego el invierno se encargaba de despojarla de todos sus visitantes ocasionales. El estadio estuvo abierto en la temporada 1996-1997.
De Bari entra al estadio manejando su jeep y lo estaciona en el centro de la arena, donde bailó Maximiliano Guerra, el Ballet de Chile y se disputaron un título mundial los boxeadores Dario Mattioni y Giuseppe Ferrazo. Pero ahora hay poco y nada. El pasto crece entre las rajaduras del hormigón, hay unos gigantescos nidos de cotorras en el techo y dos caballos caminan por el predio que en total tiene 36 hectáreas. "Yo inauguré ese lugar, cuando aún no estaba del todo terminado", recuerdaMaximiliano Guerra a LA NACION.
De Bari es un empresario hotelero e inmobiliario. Tiene hoteles en San Bernardo, San Martín de los Andes y Tucumán.
"Yo hice el primer hotel cuatro estrellas de San Bernardo, que fue el Seaboard Hotel. A partir de ese proyecto muchos artistas se alojaron en el hotel, pero no daban ningún espectáculo en la costa. Empecé a preguntar por qué y me decían que los lugares disponibles eran muy chicos y nadie les podía pagar el caché. Yo era amigo de Sandro, él se alojaba en el Seaboard, y a partir de ahí decidí hacer un lugar para poder albergar una mayor cantidad de gente. En el estadio, si el público también ocupaba la arena, podíamos meter a 14.000 personas, si solo usábamos las gradas, 10.500", dice De Bari.
Nació en Lanús, pero ahora vive entre Buenos Aires y Miami. Asegura, que ya no le interesa del todo el rédito económico que le pueda dar vender el estadio o ponerlo en funcionamiento. Cuenta que ya sació sus necesidades económicas, en buena parte, haciendo negocios junto a empresarios norteamericanos.
"Yo hubiera sido Donald Trump si continuaba con la empresa de bienes raíces que montamos en la Florida, abrimos como 23 sucursales de una inmobiliaria que, al mismo tiempo, te daba el crédito para comprar la propiedad sin que vayas a un banco, nos fue muy bien. Pero me volví porque acá tengo muchas cosas y viven mis chicos. Incluso lo conocí a Trump en Estados Unidos, es un hombre muy inteligente, pero es un depredador", recuerda.
En 1999 empezaron los robos al estadio. De Bari hizo 41 denuncias policiales. Los asaltos nocturnos fueron quitándole a esta rareza, pieza a pieza, su esplendor. Lo primero que se llevaron fueron unos grupos electrógenos que él había traído de Alemania.
Pero el San Bernardo Stadium no fue un proyecto más, de esos que se celebran si tienen éxito y se abandonan si fracasan. De hecho, si las preguntas hacen que lo invadan los recuerdos de aquella temporada dorada de la década del 90, De Bari se emociona hasta las lágrimas, literal.
Ahora, dice, está decidido a devolverle al estadio el brillo que supo tener. Quiere volver a vestir los fierros que forman la cúpula con un techo retráctil y reformar todas las gradas. Él dialoga con todos. Hay una cadena de hipermercados interesada en el estadio y también los Testigos de Jehová, que en 2019 llenaron el Estadio Único de La Plata para celebrar la Asamblea Mundial de testigos que ya se realizó tres veces en la Argentina.
Otros que quieren recuperar el estadio para fomentar el movimiento fuera de los meses de verano, son los funcionarios del partido de La Costa. Cristian Cardozo, el intendente de ese distrito, fue consultado por LA NACION y aseguró que no han abandonado el sueño de ponerlo a punto.
"Nos interrumpió la pandemia, pero no abandonamos el sueño y mantenemos el deseo de recuperar para toda nuestra comunidad el estadio, vamos a hacer el mayor esfuerzo para alcanzarlo. Soy un convencido de que los sueños que nos propongamos en comunidad si todos ponemos un poquito lo vamos a alcanzar. Más allá de la pandemia, una de las cuestiones que trabajaremos fuertemente es romper la estacionalidad a través de diferentes herramientas, una de ellas son los congresos y convenciones, y recuperar el estadio sería importante en ese sentido", señaló Cardozo.
Por ahora, ese "platillo volador" que aterrizó en la década menemista en un lugar insólito para la magnitud del proyecto, sigue esperando que alguien vuelva a ver en él la capacidad de transformar una ciudad. Tal como lo sintió De Bari en su momento. "En esa época no se estilaba hacer estudios de mercado, se hacía lo que uno sentía en la piel. Pero yo no fracasé. Proyecté el estadio, lo construí y funcionó, ahora veremos qué pasa en el futuro".
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