Salud: por qué el ayuno intermitente podría alargar la vida, según la teoría de un experto en envejecimiento
Toren Finkel, doctor en medicina por la Universidad de Harvard se muestra confiado en algunos tratamientos como la metformina; “puede que nos hayamos topado con un muro biológico en la lucha por alargar la vida, pero los muros se derriban”, señala
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ALICANTE.- Esta mañana, Toren Finkel (Washington, Estados Unidos, 1957) ha desayunado un café con leche y eso lo ha echado todo a perder. Así que este biólogo especializado en envejecimiento se ha dicho, “qué narices…” y ha comido croissants, pinchos de tortilla, hojaldres rellenos… El ayuno intermitente está muy bien como rutina, Finkel lleva practicándolo más de cuatro años, pero ha venido a España, en el marco del Longevity World Forum de Alicante, así que se ha permitido hacer una excepción.
El director del Instituto de Envejecimiento y profesor de Medicina de la Universidad de Pittsburgh ha venido para hablar sobre un futuro en el que podamos evitar la vejez con pastillas, como si se tratara de una enfermedad. Hasta que llegue ese momento, explica, el ayuno intermitente es la mejor herramienta que tenemos a mano. Él apuesta por la metformina o la eliminación de las células senescentes a medio plazo. Y cree que los revolucionarios medicamentos contra la obesidad también pueden ser una ayuda. Hablamos de todo ello en una charla en Alicante, después de picar algo en un pausa para el café.
–¿Por qué decidió estudiar el envejecimiento?
–Porque es un proceso biológico por el que, si tenemos suerte, vamos a acabar pasando todos. Y a la vez es el proceso biológico menos comprendido. Tenemos una idea bastante clara de cómo comienza el cáncer, de cómo se produce una enfermedad cardíaca, pero durante muchos años no tuvimos una idea real de cómo y por qué envejecemos.
–¿Cuándo empezó a cambiar esto?
–Hace unos 20 años se empezó a estudiar el envejecimiento usando modelos muy simples, como gusanos, y se demostró que cambiando un solo gen, el gusano podría vivir más tiempo. Este hallazgo cambió la idea que la gente tenía sobre el envejecimiento. Antes de esto se pensaba que no se podía hacer nada al respecto, que era un proceso aleatorio e inevitable: el metal se oxida, los organismos vivos envejecen. Pero estos experimentos en animales muy simples, demostraron que modificando un gen se puede vivir un 15% más. Así que el envejecimiento obedece a ciertas reglas. Y si está regulado, eso significa que puedes hacer algo al respecto, no es inevitable. Entonces surgió esta pregunta: ¿cómo se regula? ¿Cómo funciona? Creo que es la mayor pregunta de la biología.
–Estamos programados genéticamente para envejecer y morir… ¿existe una forma de hackear ese programa?
–No está claro. Nuestros genes fueron creados para hacernos crecer cuando somos jóvenes y para reproducirnos y para transmitir eso. Una vez que nos hacemos mayores, desde el punto de vista evolutivo, hemos hecho nuestro trabajo. Algunos expertos creen que los genes que te hicieron crecer y reproducirte son los que te hacen también envejecer, pero no tiene por qué ser así. No hay presión a nivel genético, porque la generación siguiente es la que importa. Por eso nos preguntamos si podemos tomar el control genético del envejecimiento. Y no creo que nadie lo sepa con seguridad.
–Primero fue la religión, después la cosmética y ahora la medicina. Llevamos toda la vida prometiendo la juventud eterna. Y la promesa sigue enganchando, ¿por qué?
–Esa es una pregunta muy complicada y no creo que haya una respuesta común para todo el mundo. Envejecer tiene algunas cosas buenas, quizá eres un poco más sabio, un poco más paciente y ves la vida con cierta perspectiva. Pero hay algunas cosas no tan buenas como que te duelen las rodillas o la espalda. Y la gente querría conservar la sabiduría y perder la incomodidad, y es una idea muy atractiva pensar que hay algo que se puede hacer al respecto. La gente no quiere sentirse impotente en este proceso, querrían tomar el control. Por eso, a ciertas edades, empiezan a cobrar más importancia cosas como tu dieta. A la gente le gusta la sensación de controlar su destino en lugar de simplemente recibirlo de forma impotente.
–Y usted, a nivel personal, ¿hace algo para luchar contra el envejecimiento?
– No tomo nada, pero solo como por la noche. Por las mañanas desayuno un café solo, y luego trato de no comer hasta la cena. En Estados Unidos cenamos a las seis, no sé si podría hacer esta rutina en España [risas]. En cualquier caso, trato de tener una ventana de entre 14 o 18 horas sin consumir calorías. Llevo haciéndolo unos cuatro o cinco años y me va muy bien. Aunque aquí me lo estoy saltando [risas]
–¿Por qué se cree que este tipo de dieta puede ayudarnos a alargar la vida?
–Por el concepto de autofagia. Este proceso [que se inicia después de pasar muchas horas sin comer] fue descrito por primera vez en la levadura y quien lo descubrió [el biólogo japonés Yoshinori Ohsumi] ganó el Premio Nobel. Es un proceso muy complejo, pero lo más destacable es que reconoce proteínas y componentes dañados en tu célula y los envuelve en una especie de bolsa de basura, que se llama autofagosoma y luego lo entrega a un orgánulo llamado lisosoma, que es como un triturador de basura. Y cada célula tiene este proceso en el que puede limpiarse a sí misma, es como un sistema de limpieza automatizado dentro de cada célula y tejido de su cuerpo. Y esto es una forma de eliminar el daño acumulado. La idea es que a medida que envejecemos no necesariamente estamos produciendo más basura, simplemente no nos deshacemos de ella tan eficientemente. Por lo tanto, si no tirás la basura se acumulará en tu casa y se cree que esto puede contribuir a desarrollar enfermedades como el Alzheimer. Así que si realizamos el ayuno intermitente, si fomentamos la autofagia, en teoría podríamos mantener la basura celular en los niveles juveniles y retrasar el momento en el que empezamos a contraer estas enfermedades.
–Los estudios en ratones dicen que esto empieza a pasar si reducen su ingesta calórica en un 40%. ¿Es realista pensar que una persona puede hacer eso durante toda su vida?
– Entiendo que no es fácil. Hay personas que voluntariamente comen solo el mínimo de alimentos necesario para sobrevivir, lo cual es diferente para cada persona, pero sí, es muy difícil. La mayoría de la gente no puede. Por eso en los últimos años los científicos se han empezado a preguntar si se puede conseguir un medicamento que estimule el mismo proceso sin necesidad de dejar de comer. Sería como decimos en Estados Unidos, como comerse el pastel y seguir teniéndolo. Y es virtualmente posible, pero de momento no existe una forma de hacerlo.
–¿Y qué papel podrían tener en todo esto medicamentos como Ozempic?
–Será interesante ver cuál es su efecto en la esperanza de vida y el envejecimiento. Constatar si hay alguna diferencia entre las personas que no comen haciendo un esfuerzo, teniendo hambre, y aquellas que no lo hacen porque se sienten llenas debido a estos medicamentos saciantes. Puede haber diferencias en la respuesta de tu cuerpo. El efecto de no comer puede ser diferente si tienes hambre o si no tienes hambre, es interesante porque no es lo mismo, aunque la reducción calórica sea la misma. Tu cuerpo fisiológicamente responde de manera diferente cuando se siente lleno o cuando tiene hambre. Por lo tanto, con estos medicamentos se puede conseguir una restricción calórica pero igual no tiene ningún efecto en la longevidad. Creo que eso saldrá a la luz con la observación a largo plazo de personas que toman estos medicamentos.
–Usted ha estudiado los fármacos anticancerígenos reformulados para tratar células senescentes, como, los inhibidores de PARP1. ¿Qué puede decir de estos medicamentos?
–La gente está muy entusiasmada con este concepto de eliminar las células senescentes. [células dañadas y envejecidas que dejan de dividirse, pero no mueren. Muchas enfermedades como la diabetes tipo 2, las cataratas, la artritis o el cáncer se han relacionado con la acumulación de células senescentes]. Hay en marcha ensayos clínicos en humanos para lograr eliminar estas células con medicamentos. Y mi sensación personal es que estos no van a ser los mejores medicamentos. Estamos en este campo como estábamos con la quimioterapia en los cincuenta, cuando, para matar las células cancerígenas, se eliminaban muchas otras células y los efectos secundarios eran mucho más fuertes que hoy en día. Tenemos que tomar esa lección y aplicarla al envejecimiento y en lugar de matar las células senescentes, deberíamos volver atrás y entender cuáles son sus vulnerabilidades únicas. Y luego, a partir de esa comprensión diseñar terapias más dirigidas.
–Entonces ¿qué hay ahora mismo en el mercado? Si voy a la farmacia y pido algo para combatir los efectos de la vejez, ¿qué me podrían dar?
–No hay nada aprobado específicamente para la vejez. La gente está tomando medicamentos aprobados para otras dolencias, como pasa con la metformina. Es un medicamento para la diabetes que toman millones de personas en el mundo. Se ha observado epidemiológicamente que los diabéticos que toman metformina viven más tiempo. Parecen desarrollar menos cánceres y mejoran marcadores que realmente no tienen nada que ver con la diabetes. Así que se empezó a pensar que esto podría funcionar en algo más general, y hay cierta evidencia en animales a los que se les administra metformina. Puede, por ejemplo, prolongar la vida útil de ratones no diabéticos. Hay muchas teorías diferentes sobre cómo funciona. Pero parece que regula una especie de metabolismo central de la persona que lo toma, que reconfigura su metabolismo de una manera que tal vez imite el ayuno. Pero de momento no está aprobado para su uso más allá de la diabetes.
–¿Por qué cuesta tanto encontrar un fármaco que ayude a contrarrestar los efectos nocivos del envejecimiento?
–Este es un campo relativamente joven. La gente ha estado estudiando el envejecimiento durante mucho tiempo, pero básicamente han estado observando qué va mal, no por qué va mal. Además, no hay un único camino que conduce a la vejez, no envejecemos de manera uniforme. Hay personas cuyo cerebro está perfectamente bien a los 90 años, pero cuyo corazón no, y hay otras personas a las que les sucede exactamente lo contrario. La esperanza de vida es un número determinado, pero nuestras células y tejidos probablemente envejecen debido a diferentes vías y mecanismos y a diferentes ritmos según la persona. Así que es un problema complejo, es tan complejo que no habrá una sola pastilla que le ponga remedio, un único medicamento que vaya a curarlo todo y a todos.
–En los últimos años, la esperanza de vida ha aumentado, pero la calidad de vida no. Las enfermedades relacionadas con el envejecimiento siguen apareciendo a la misma edad que solían aparecer. ¿Hemos llegado al límite biológico o hay algo que estamos haciendo mal?
–La edad es el mayor factor de riesgo para casi todas las enfermedades que contraemos. Pero no es lo mismo que las enfermedades en sí. Hace 100 años la esperanza de vida era mucho menor, podía llegar a unos 40 años de promedio. La hemos ido elevando, pero en torno a los 70 y 80 nos hemos topado con un muro biológico. Y hace poco surgió un estudio importante asegurando que en los países occidentales han frenado su escalada en la esperanza de vida. Todos los aumentos que se han producido en las últimas décadas están empezando a reducirse. Puede que hayamos topado con un muro biológico en la lucha por alargar la vida, pero los muros se derriban. En los años cincuenta era impensable que alguien pudiera recorrer una milla en menos de cuatro minutos. Pero se mejoraron los entrenamientos, la alimentación y el equipamiento y finalmente alguien batió esa marcar. Y la volvió a batir, y se ha ido reduciendo cada vez más, poco a poco, no de forma drástica. Creo que envejecer es lo mismo. No creo que la esperanza de vida de las personas vaya a cambiar mucho en los próximos 10 o 20 años, pero gracias a la medicina, a la alimentación, a la sanidad, podremos seguir mejorando.
Por Enrique Alpañés
© EL PAÍS, SL
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