Salud: el curioso método para que 100.000 personas aprendan las maniobras de resucitación
Dos médicos argentinos diseñaron un curso abierto a la comunidad para enseñar a hacer reanimación cardiopulmonar (RCP) con botellones plásticos en lugar de usar los maniquíes clásicos
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El ingeniero Iván Poklepovic, de 74 años, se arrodilla junto al maniquí que está en el piso, ubica el extremo del esternón y mide con dos dedos la distancia hasta el punto exacto donde tiene que empezar a hacer las compresiones torácicas que con otros 20 voluntarios acababa de practicar con botellones de plástico rellenos de bolsitas, un novedoso método para enseñar a hacer reanimación cardiopulmonar (RCP) de manera más accesible que crearon dos médicos argentinos. Su objetivo es formar 100.000 resucitadores para que sepan qué hacer cuando una persona colapsa.
“Llevamos más de cuatro décadas con medidas muy interesantes para prevenir la muerte súbita en la comunidad, pero concretamente, cuando estamos en grupo, la calle o una reunión, son muy pocas las personas que aprendieron cómo hacer RCP. Algo hay que hacer para que esto tan útil, que puede salvar vidas, se masifique. Por el momento, pensamos que esto va a ser un primer paso en esa dirección”, dice Jorge González Zuelgaray, presidente de la Fundación Arrhythmia Alliance Argentina y director de la carrera de especialista en arritmias y electrofisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Unos 68 inscriptos participaron el martes en uno de los salones de La Rural, en el barrio de Palermo, de esta primera edición del curso gratuito de una campaña promovida por la fundación, el Rotary Club de Buenos Aires y el Instituto Alberto C. Taquini de Investigación en Medicina Traslacional (UBA-Conicet). La iniciativa busca entrenar en forma masiva a la población mayor de 13 años en RCP y manejo del desfibrilador externo automático (DEA). “El objetivo es que hay un DEA en cada lugar donde hay un matafuegos y, además, que frente a una víctima de un paro cardíaco haya siempre personas capacitadas en las maniobras de reanimación”, definen sus representantes.
Cada hora, por turnos, unos 20 participantes ingresaban al salón. El único requisito era haber visto la clase teórica en un video de 25 minutos antes de la práctica.
En el piso, sobre colchonetas, estaban distribuidos los botellones de plástico y, también cuatro maniquíes. Es que también están evaluando si con este nuevo método de enseñanza de RCP con un elemento accesible como es un bidón plástico de 6 litros de agua mineral, de esos con forma cuadrada que se puede conseguir hasta en algunos kioscos, se puede lograr la misma calidad de entrenamiento. Por eso, al azar, el instructor Diego Sánchez Gelós, médico de planta del Hospital de Clínicas, asignaba los lugares y arrancaba con el entrenamiento. Al finalizar la hora de práctica, Rodrigo Torrisi, paramédico e instructor de RCP, evaluaba al grupo sobre un maniquí y sin saber si habían practicado en un maniquí o un botellón.
“Hacen muy bien las compresiones y lo más importante es que memoricen la cadena de supervivencia [un conjunto de pasos que deben cumplirse ante un caso de muerte súbita y comienza con el pedido a un testigo para que llame a Emergencias e iniciar, luego, el masaje cardíaco]”, dijo a LA NACIÓN. “Es una práctica que habría que repetir cada seis o nueve meses. Con el botellón esto se simplifica”, agregó.
En el salón, Sánchez Gelós repasaba durante la hora cada paso de esa cadena.
María Eugenia Martín Espíndola, de 55 años, hacía tiempo que quería aprender RCP, sobre todo porque cuida a una persona de 100 años. “Me da satisfacción saber que puedo llegar a salvar una vida. Hay que animarse porque es muy simple”, dijo en un descanso de las maniobras.
Más lejos, Francisco Rodríguez, de 53 años, hacía lo propio. Sin entrenamiento, había asistido hacía años a dos personas que colapsaron y nadie alrededor sabía cómo reaccionar, una en una estación de tren y, otra, durante un partido de fútbol. “Me inscribí para aprender la técnica –comentó–. En la calle, por ejemplo, puede pasar ver a una persona en el suelo, inmóvil, al lado de la bicicleta y, alrededor, otras 10 mirando, con los celulares en la mano, pero solamente rodeándola, sin hacer nada.”
Después de la teoría y la práctica, Rodríguez opinó que saber hacer RCP es práctico, pero remarcó que es clave “tener control de la situación” para establecer primero que el lugar es seguro, indicarle a un tercero que llame al servicio de emergencias local y comenzar con las maniobras de reanimación hasta que llegue la asistencia.
“La idea es que esto se masifique de tal manera que, ante un paro cardíaco, haya no menos de dos personas en condiciones de asistir a la víctima: mientras una verifica la seguridad de la escena confirma que la persona esta inconsciente, no responde ni respira, la otra llama al 107 [o el número de emergencias de la zona] o al 911 y va a buscar un DEA –agregó Zuelgaray–. Al mismo tiempo, se pueden alternar en las maniobras, que producen un grado de fatiga significativo.”
Con las bolsas plásticas como relleno, Zuelgaray y Sánchez Gelós lograron crear la misma resistencia para las compresiones que en los maniquíes de uso habitual, de acuerdo con los testimonios de participantes que ya habían hecho un curso anterior de RCP. Una fue Fernanda Beliz, de 34 años y profesora de educación física. “Me gustó el curso porque se puede difundir, es accesible. Todos los cursos de RCP son pagos y eso es un obstáculo para que más personas puedan acceder”, dijo mientras se preparaba para la evaluación después de la clase práctica.
“Hicimos pruebas piloto para ver cómo [distintas opciones] respondían a las maniobras de compresión y obtuvimos buenos resultados con los bidones de agua mineral de 6 o 6,5 litros, cuadrados, rellenos de bolsitas también de plástico”, indicó Zuelgaray.
Con marcador indeleble le dibujaron las últimas costillas y el sitio del apéndice xifoides, que es donde termina el esternón. “Así los participantes miden los 2 centímetros o dos dedos por encima del [apéndice] xifoides para poner las manos en el centro del tórax y hacer las compresiones torácicas”, agregó el especialista, que confía por los resultados de esta primera jornada que podría ser una buena alternativa al maniquí, que puede ser más costoso.
“Estamos haciendo experiencia con este curso, que es gratuito. El objetivo es demostrar la no inferioridad del botellón porque sabemos que el patrón oro es el maniquí clásico. Con que el uso del bidón demuestre tener un desempeño igual sería suficiente para avanzar a masificación del entrenamiento. Al ser un elemento tan accesible, en pandemia, permite que los participantes no compartan los objetos. También, para eso, preparamos el video teórico de 25 minutos que es muy claro. La idea es que los participantes lo vean tantas veces como sea necesario antes de venir al curso”, agregó Zuelgaray.
El próximo curso está previsto para el 27 de noviembre en Ciudad Cultural Konex y la inscripción es a través del sitio de la fundación.
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