“Casos descontrolados”: la advertencia de los odontólogos sobre el fuerte impacto de la falta de atención por la crisis
Las prestaciones de prepagas y obras sociales tienen restricciones; las prácticas privadas son costosas porque la mayor parte de los insumos son importados
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CÓRDOBA.– La salud bucal de los argentinos está resentida. No existen datos cuantitativos a nivel país, pero instituciones referentes de la odontología coinciden en que en los últimos tiempos, por la crisis económica, se profundizó la falta de atención o se prolongó el tiempo entre consultas. También aumentó alrededor del 30% promedio la cantidad de pacientes que concurren a los servicios de facultades de Odontología importantes, como los de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), con un agregado: cada vez son más los de sectores medios.
Las fuentes consultadas por LA NACION coinciden en que “hay mucha más” gente con pérdida de piezas dentales, aunque no está cuantificado el número, a lo que se suma que tanto las caries como la inflamación gingival (de encías) son las enfermedades más prevalentes en el ser humano en el mundo; la mitad de la población del planeta tiene caries. “Si no hay prevención y tratamiento, terminamos con casos descontrolados”, define Pablo Rodríguez, decano de la Facultad de Odontología de la UBA y titular de la cátedra de Endodoncia.
El último estudio epidemiológico local de envergadura data de 1995 y lo realizó la Confederación Odontológica de la República Argentina (CORA); en ese entonces al 95% de los argentinos adultos tenía caries o le faltaba al menos una pieza dental, por mala alimentación y falta de educación. La entidad lleva años realizando en todo el país el programa “Sonríe Argentina” en escuelas primarias. En 2014, el gobierno nacional lanzó un plan similar. En la mayoría de las provincias y municipios hay esquemas similares.
También con más de una década de antigüedad, un estudio promovido por la Sociedad Argentina de Periodoncia (SAP) y la CORA reveló que solo el 3% de los pacientes analizados (3600) estaba “completamente sano” y otro estudio de 2014 en el que participó Mariel Gómez, expresidenta de la SAP y docente adjunta en la Universidad Maimónides, da cuenta de que el 60% de los adolescentes entre 15 y 18 años ya mostraban patología en sus encías; de ese grupo, 24 % ya empezaba a tener signos de infección grave (periodontitis).
La salud bucal es una “ventana” de la salud general; el estado de la boca afecta al resto del cuerpo, es el punto de ingreso a las vías digestivas y respiratorias. “Es imposible concebir una sin la otra –dice Guillermo De Leonardi, decano de Odontología de la UNC–. No tener una buena dentadura implica problemas para masticar, para digerir; las infecciones pueden generalizarse. Además hay un impacto en lo social, en lo laboral”.
“Los problemas bucales se pueden prevenir –sostiene Gómez–. No alcanza con el cepillo, hay que usar elementos interdentales. Hay que hacer más educación, tener constancia. También es cierto que el factor socioeconómico incide; el acceso es complicado, pero si hay prevención es más económico que un tratamiento posterior”.
Añade que, en el estudio que realizaron, los adolescentes de menores recursos fueron los que presentaron peor salud en sus encías; reitera que, si no se tratan estas patologías, “el diente comienza a moverse, empeora”. En cuanto a los hábitos de cuidado bucal, 9,3% de los adolescentes y 13% de los adultos reportaron usar a diario elementos para la higiene interdental y menos de la mitad concreta visitas periódicas al odontólogo.
Carla Masoli, titular de la Asociación Odontológica Argentina, plantea que en general la gente “trata de cuidarse, de atenderse”, pero admite que la situación económica complica: “Por falta de prestadores, por niveles de cobertura, por escasez de ingresos, hay pacientes que se inclinan por prestaciones universitarias o en centros públicos. También se alargó más el tiempo para llegar a una consulta y eso incide en la salud”.
Gómez apunta que hay un “movimiento” en la odontología que impulsa incluir el cuidado bucal en el concepto más general de “calidad de vida”, que ya incluye ítems como hacer ejercicio, alimentarse bien y tener vida social. “Una boca en mal estado afecta la salud general, golpea la autoestima, complica conseguir trabajo”, detalla.
Hugo Zamora, presidente de la CORA, suma que los “problemas de accesibilidad” empeoran la salud bucal de los argentinos: “Más o menos la mitad de la población no tiene cobertura y ese segmento es el que peor la pasa. Si el sector público pudiera reemplazar al privado, sería algo mejor, pero no puede porque los costos de las prestaciones, de los insumos que se usan, son muy altos”.
Repasa que para los odontólogos el combo entre “devaluación, inflación y aranceles atrasados” es muy difícil de sobrellevar. A modo de ejemplo, afirma que hace tres meses una caja de guantes descartables costaba $500 y esta semana, $3600. “Hablamos de lo más básico para poder empezar a trabajar”, indica.
La crisis golpea
Los servicios de atención que tienen, por ejemplo, las facultades de Odontología de la UBA y de la UNC no son gratuitos, pero los costos están entre 50% y 70% por debajo de una atención privada. “La demanda se incrementó y rotó”, grafica Rodríguez, quien subraya que los sectores sociales más vulnerables “no acceden, no pueden viajar, se quedan en sus barrios, se mueven diez cuadras a la redonda”. Para esos segmentos, la UBA tiene programas en los que intervienen varias facultades.
Su colega de la UNC, De Leonardi, describe un cuadro similar. En los próximos días, la facultad pondrá en marcha un Hospital Odontológico Universitario, donde no se cobrarán honorarios profesionales y atenderán docentes y profesionales en formación. Hace años que los estudiantes avanzados, con supervisión docente, atienden pacientes. “Los que llegan buscan todo tipo de atención; los más pobres no llegan a la facultad, hay mucha más clase media que viene por implantes, rehabilitaciones importantes, ortodoncias, que en comparación con los privados tienen precios más accesibles”.
Por ejemplo, un tratamiento de conducto que ronda los $50.000 en un consultorio, se paga unos $15.000, mientras que una corona definitiva cuesta la mitad o un implante unos $70.000 frente a los $250.000 base de un privado (es una práctica que también se cobra en dólares).
Como sucede en la medicina en general, los odontólogos vienen planteando que los aranceles que les pagan las obras sociales y las prepagas son insuficientes, que tienen problemas para conseguir insumos (90% son importados) y que la inflación golpea al sector. En ese contexto, hay menos en cartilla y las esperas son cada vez más largas.
“Se atiende sin poder brindar el potencial que tiene la especialidad –resume Rodríguez–. Lo que se paga hoy por un tratamiento de conducto no alcanza para comprar una caja de limas. El esquema tal como está concebido, está perimido. Los odontólogos, como los médicos, dejan de atender o dan turnos largos, y por eso nuestra demanda crece. Tenemos buen plantel, técnicas e insumos y un nivel edilicio muy bueno”. Los servicios clínicos en la UBA son con 30 o 40 sillones, con un docente cada dos o tres alumnos que supervisa la tarea. “No es gratis, pero es mucho más barato que en un consultorio”, ratifica.
De Leonardi agrega que, ante las restricciones en las prestaciones odontológicas de obras sociales o prepagas, la gente busca alternativas. “Los hospitales públicos también tienen limitaciones, ofrecen lo básico y por eso se buscan otras opciones de atención”, concluye.
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