Salta: “En este caso, la ley no era justa”, dijo la jueza que avaló la pluripaternidad entre dos hombres que no son pareja
En una entrevista con LA NACIÓN, Ana María Carriquiry consideró que debe prevalecer el sentido común y la empatía en las decisiones judiciales
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La Justicia de Salta reconoció a una familia compuesta por una madre y dos padres en un caso que conmovió al país y se viralizó rápidamente en las redes sociales. Una mujer, dos semanas antes de morir, le confesó a su pareja que no era el padre de su hijo. El padre biológico del chico resultó ser su expareja.
El destino del niño, que hoy tiene dos años, quedó entonces entre el padre biológico y el padre “socioafectivo” o de crianza. Ambos quisieron asumir la paternidad y acordaron reconocerse mutuamente el derecho para priorizar el bienestar del menor. La jueza tuvo que apartarse de la ley argentina que expresamente establece que “ninguna persona puede tener más de dos vínculos filiales, cualquiera sea la naturaleza de la filiación”, y resolver un fallo inusual para la Justicia en agosto pasado, pero cuyos detalles se conocieron ayer.
Ana María Carriquiry, la responsable de firmar la sentencia que autorizó la triple filiación (una madre, que luego falleció, y dos padres) habló con LA NACION. Contó que la suya fue una decisión de sentido común y consideró que existe un problema en la Justicia: la ley, como señaló, se “escribe en el Obelisco” sin tener en cuenta la realidad de las provincias. También se refirió a las dificultades de dictar un fallo de ese tenor en una provincia ”conservadora, cerrada y muy religiosa”.
–¿Qué repercusiones jurídicas tuvo el caso?
–Primero, hubo un caso similar en Tucumán, que yo referencio en el fallo y otro, en Canadá. Acá [en la Argentina], después de lo resuelto empezaron a verse fallos iguales. En Tierra del Fuego hubo uno hace poco que referencia toda la sentencia que dictamos en Orán, Salta. Hay otros fallos más que salieron de triple filiación, no muchos porque los jueces todavía tienen un poco de miedo de agarrar la lapicera y abrir el camino en el derecho a una realidad que nos supera y que es distinta de la que creemos que es el “modelo de familia”. No se puede desconocer esa realidad.
–¿Qué nuevo significado adoptó el concepto de familia como lo conocemos?
–A los argentinos nos cuesta mucho el cambio. Vivimos como si una sola norma fuera la correcta, y todo lo que no se asemeja a eso es incorrecto. Está costando mucho cambiar el concepto de familia. La reforma del Código Civil y Comercial en la Argentina fue muy grande, casi total en la parte que refiere a la familia. Cambió mucho este término, pero aun así sigue faltando. Los argentinos vamos siempre atrás. Para cuando reformamos algo ya la sociedad cambió demasiado. Acá hay un artículo concreto que es el 558 que estable concretamente que solo se puede tener hasta dos filiaciones, cuando la realidad nos muestra otra situación de cara a los hechos. Entonces, uno ahí tiene que recurrir a los tratados internacionales a los que Argentina adhirió y que integran parte de la Constitución Nacional. Uno no está fuera de la ley resolviendo por fuera del Código, pero a veces lo más cómodo es resolver con lo que dice ese cuerpo normativo y seguir con otro asunto. El derecho de familia requiere tiempo y humanidad.
–¿Qué efectos tiene desconocer ese derecho internacional?
–Desconocer los tratados de derechos humanos al momento de resolver una causa responsabiliza internacionalmente a nuestro país. A veces tomamos la postura más fácil. El fuero de familia tiene una idiosincrasia especial que requiere tener empatía. No alcanza con conocer solo la ley nacional y el Código Procesal porque la realidad nos supera ampliamente.
–¿Cuál es esa realidad?
–La realidad es que la ley está escrita en el Obelisco tomando café. Pero nosotros somos de Orán, limitamos con Bolivia en un lugar donde el narcotráfico está instalado. Es muy difícil cuando, por ejemplo, el Código te dice que tenés 15 minutos de tolerancia para llegar a una audiencia y la gente llega tres días después por las dificultades para viajar. Yo les digo que pasen igual y les tomo la audiencia. Más allá del Código hay que seguir el sentido común. Hay que tener en cuenta la necesidad de la gente, que no tienen plata. Muchas veces citamos a los menores y no se presentan porque no tienen zapatillas. Todo eso no lo contempla en la ley. Se saca una ley en un lugar geográfico que desconoce la geografía del país ni la contempla.
–¿La ley actual es injusta?
–A veces la ley no es justicia. En este caso, la ley no era justa. Resolver en base al Código y de forma menos crítica hubiese sido lo más fácil. Estoy en una provincia muy conservadora, cerrada y muy religiosa. Todo esto le trae consecuencias a los jueces que aplican la Justicia por encima de la ley.
–¿Qué te fue lo que más le impactó del caso?
–Tenía a un niño que entraba a la sala de audiencias y se aferraba a su padre socioafectivo y que al padre biológico no lo registraba. Todos en la sala de audiencia nos quedamos mudos porque el niño habló con su cuerpo. No se fue en brazos de nadie más que no sea su padre socioafectivo. Era mi obligación como jueza buscar otra herramienta, buscar una alternativa siempre dentro del marco legal, para hacer de la vida del niño una vida íntegra y digna.
–¿Se imaginó que podía llegar a repercutir tanto?
–Nunca pensé que iba a tener tanta repercusión mediática. Sí sabía que iba a repercutir en el mundo jurídico porque mi idea fue abrirle el camino a otros niños y adolescentes que lamentablemente son arrancados de sus familias y puestos con gente extraña. Gente que biológicamente son sus padres, pero que para el niño no dejan de ser unos extraños. Esperaba que les sirviera a futuro. He sacado fallos muchos más comprometidos y contra el poder. Durante la pandemia, los de Orán no podíamos ir a Salta al médico. La gente se moría acá porque no podía trasladarse hasta allá. Ahí hice lugar a un amparo de 800 personas que acudieron al tribunal y condené al gobernador de la provincia, al ministro de Seguridad, al de Salud y a otros funcionarios. No porque tuviera algo en contra de ellos, sino por hacer algo a favor del pueblo de Orán que está ahogado en tema de salud.
–¿Cuál tiene que ser el rol de los jueces y de la Justicia en esta nueva realidad?
–Cuesta y sigue costando el cambio. A mi personal siempre le digo que tenemos que llevar adelante una justicia con los pies en la tierra. Si la justicia no tiene sentido común vamos a seguir teniendo chicos que desterramos de una familia para extirparlos en otra. Tenemos que tener una justicia en tiempo real, porque no sirve que el fallo se demore y se dicte cuando el menor se convirtió en un adulto.
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