Salt Bae en Qatar. Viajó sin plata a conocer parrillas porteñas, hoy su imperio vale US$ 1500 millones y quiere abrir un restaurant en Buenos Aires
El asador turco es tendencia en redes y un bife de “oro” en su restaurant de Doha se vende a casi 200 mil pesos argentinos; tiene 22 sucursales y “Chiqui” Tapia le prometió que le llevaría a la Selección si Argentina sale campeón del mundo
DOHA (enviados especiales).- Pasaron las seis de la tarde en Nusr-Et, el restaurant estrella en el complejo del hotel Sheraton de Doha, el primer cinco estrellas internacional en establecerse en Qatar, en 1979. El carnicero turco Nusret Gokce, conocido mundialmente como Salt Bae, entra por la puerta de su restaurante como un verdadero rockstar.
Pantalón de vestir negro, remera blanca adentro del cinturón, aro en la oreja izquierda y reloj de oro. Está peinado a la gomina, con su tradicional coleta y barba candado. Y, por supuesto, sus inconfundibles gafas negras al estilo John Lennon, pero con bordes dorados. Se calza unos guantes de látex para cumplir con su ritual: corte de carne histriónico y su gracia conocida mundialmente, hasta convertida en meme: la pizca de sal arrojada con los dedos pulgar y anular de su mano derecha, que rebota en su antebrazo y cae sobre los cortes vacunos, como si dejara caer pétalos de rosa.
Acto seguido, la fila de los comensales que buscan una selfie con la celebridad internacional empieza a ensancharse sobre la barra, abarrotada de cortes de carne de vaca wagyu, una raza originaria de Japón pero que aquí llega proveniente de Australia.
LA NACION lo espera a que termine su show. Nos dice que nos atenderá después, que no nos preocupemos. En este Mundial en Doha, pasaron por aquí jugadores de varias selecciones, como Polonia, España y el titular de la FIFA, Gianni Infantino. Claudio “Chiqui” Tapia estuvo tras el triunfo de la Selección de Scaloni y degustó junto a un grupo de amigos un tomahawk (la pieza de más de un kilo que se vende a 250 dólares -77.500 pesos argentinos-), un asado sellado en la parrilla y cocinado en el horno por ocho horas (71.000 pesos) y un lomo (36.500 pesos).
La estrella del menú es el tomahawk gold, el bife con hueso bañado en oro que aquí se vende a 630 dólares (casi 200 mil pesos argentinos). En algunos países, ese mismo plato llega a costar hasta 1160 dólares. Tras abrir en Londres, en 2021, en tres meses recaudó 8 millones de dólares. No solo cocina, vende la carne a otros restaurantes que no pertenecen a su cadena.
Acostumbrado a los flashes, recibe a los enviados de este medio. Nos invita con cervezas y nos pregunta, celosamente, cuándo será publicada la entrevista. Su imagen es lo primero.
Luego, recuerda su paso por Buenos Aires, en 2007, cuando estuvo “seis meses” y “no tenía plata para entrar a los restaurantes de Buenos Aires”; a la capital argentina viajó para aprender sobre nuestra carne y cómo era la cocción en las “parillas” (lo pronuncia así, con una sola r), la única palabra que dice en español.
Rememora sus encuentros con Diego Maradona, quien tenía una mesa especial en su restaurant de Dubai. Anticipa que quiere abrir una sucursal en Buenos Aires de su cadena, que hoy atiende en la capital del Mundial. Su imperio, que comparte propiedad con un magnate turco, está compuesto por 22 restaurantes Nusr-Et: siete en los Estados Unidos, el país con más sucursales, pero también tiene en Londres, Mykonos, Estambul, Dubai y Riad, entre otros.
-¿Cómo es su relación con la Argentina y con su carne?
-Yo tuve una gran experiencia en la Argentina. En 2007 salí por primera vez de Turquía y visité Buenos Aires, pero no tenía plata, no hablaba inglés y tampoco español. Llegué con un bolso y 500 dólares que me prestó un amigo; mi sueldo en ese entonces era de 100 dólares mensuales. En el país conocí el fútbol, la comida, el tango: lo mejor del mundo. Quería conocer y ganar esa experiencia.
-¿Qué fue lo primero que hizo cuando llegó?
-Fui al consulado de Turquía. Les dije que venía de Estambul y que necesitaba ayuda y me la dieron porque quería aprender. Recorrí campos, carnicerías, frigoríficos, y restaurantes para sumar experiencia.
-¿Qué aprendió en la Argentina?
-Conocía todos los detalles de la carne porque fui carnicero de joven. Si veo una vaca sé si la carne es buena o no. Pero en la Argentina cocinan y cortan la carne diferente. En los seis meses que me quedé pude tomar varias ideas, aprendí algo muy diferente y bueno para mí.
-¿Aplica esa forma de cocinar la carne en sus restaurantes?
-No, es diferente. En la Argentina ponen en la parrilla varios cortes: chorizo, asado, lomo y otras partes. Aquí nos concentramos en algunos cortes.
-¿Compra carne argentina en sus restaurants?
-No, uso carne de Australia y Japón porque la calidad de la carne del animal es diferente. En la Argentina las vacas se crían en un entorno natural, en grandes extensiones de campo donde se alimentan por sí solas. La raza wagyu es criada y alimentada especialmente. Argentina tiene buena carne, pero es distinta.
-¿Qué más se llevó de la Argentina?
-Amo la Argentina porque tuve una linda experiencia alli y aprendí mucho. Pude conocer el lugar donde todos me hablaban donde se comía la mejor carne, tenían el mejor fútbol y el tango.
-El presidente de la AFA estuvo esta semana aquí y le prometió que si Argentina salía campeón traía a todo el equipo a comer un asado, ¿es así?
-Sí, vino él y también varios jugadores, y tuvimos una fantástica cena. Yo le propuse que si la Selección ganaba el Mundial vinieran todos a celebrar acá.
-¿Qué recuerdos tiene de sus encuentros con Maradona en Dubai?
-Él era una persona humilde, nunca decía no, era muy agradable. Ahora que murió estoy muy triste, pero él será una leyenda para siempre.
-¿Qué piensa de la gente que critica el uso de la sal?
-Sin sal no hay vida (N. de la R.: es el lema que se lee en la entrada de su restaurante). Es muy importante para el cuerpo.
-¿Le gustaría abrir una sucursal en Buenos Aires?
-Sí, quiero abrir un nuevo restaurante en Buenos Aires. Cuando estuve en la ciudad, en 2007, caminé durante horas y pasaba por la puerta de los restaurantes, los miraba y no entraba porque no tenía plata. Observaba a la gente, cómo comían y cómo se vestían; veía cómo a pesar de la crisis estaban todos los restaurantes llenos.
-La crisis incluso se agravó desde entonces. ¿Piensa insistir igual?
-La economía siempre sufre problemas, pero a la gente le gusta disfrutar, la gente gasta plata sin pensar en el mañana. Si tienen 100 dólares lo van a gastar en comer y tomar algo rico.