Salir de la confrontación y hallar los mejores escenarios de seguridad
El parto domiciliario ha entrado en un debate cada vez más sanguíneo y visceral. Las discusiones suelen marcarse sobre la periferia y no sobre el centro de la cuestión; así es como unos y otros se ubican en las fronteras del permiso o de la prohibición. Entiendo que no se debería llegar a estos límites, sino que habría que estimular la reflexión sobre cómo convertir los partos domiciliarios en una mayor seguridad, y los institucionales en una menor intervención.
A mi juicio es fundamental que existan determinadas condiciones para que un parto domiciliario pueda realizarse. Para ello doy por sentado que tanto los que intervienen como operadores así como la madre han tomado las debidas precauciones para el nacimiento.
Con respecto de las mujeres considero que no es seguro que tengan partos domiciliarios si cursan un embarazo doble o triple; el feto debe haber mostrado un crecimiento adecuado y no poseer una desnutrición fetal, que se encuentre en presentación cefálica, que la mujer no haya tenido una operación cesárea previa y que no sea un bebé prematuro.
En Gran Bretaña, país que favorece el parto domiciliario, el resto de las mujeres podría considerarse de bajo riesgo y como tales candidatas a un parto no institucional. Siempre igual quedará un porcentaje de mujeres que aún habiendo sido consideradas de bajo riesgo tendrán un parto que no progresa o un compromiso de la salud fetal que requerirá una rápida derivación hacia una maternidad.
Aquí viene el segundo punto que es la idoneidad del equipo obstétrico al que le cabe la responsabilidad de seleccionar las mujeres, informar sobre riesgos, tener experiencia en estos nacimientos y tener una adecuada derivación hacia un centro de mayor complejidad.
El tercer punto es que la institución a la que se deriva debe estar en conocimiento que se está llevando a cabo un parto en domicilio para mantener una expectativa organizada ante una eventual derivación.
En este momento cabe preguntarse si la información que brindan aquellos que están a favor del parto domiciliario es confiable o se encuentra, de alguna manera, sesgada. Aquí tienen la palabra, los médicos, las obstétricas y aún las asociaciones de profesionales o las sociedades de obstetricia y ginecología y las de pediatría.
La impresión es que los grupos se miran de manera antagónica, emocional, irracional y no cooperativa. Es una situación no deseada y con consecuencias, dado que todos pueden tomar sus propias decisiones, sea la madre y su pareja como los equipos de salud; sin embargo en el nacimiento tenemos un convidado al que solemos mencionarlo como el más importante pero que en realidad no puede tomar sus propias decisiones sino es a través de terceros.
Estos terceros en vez de confrontar deberían buscar los mejores escenarios en cuanto a seguridad, para que la llegada a este mundo sea segura para poder transitar el camino hacia la niñez y la adultez sin secuelas.
El autor es obstetra y doctor en medicina
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