Salarios vs vocación. El dilema que genera un éxodo constante de profesores universitarios
Muchos se deciden por cambiar de instituciones de gestión pública a privadas; otros, cambian de rubro o emigran; preocupa cómo se resentirá la calidad de la formación
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“No venía cómodo económicamente y este año se hizo aún más difícil porque los sueldos quedaron atrasados más rápidamente”, afirma Guillermo Solovey, director del Instituto de Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que en 2025 comenzará a dar clases en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), como profesor visitante por dos años en la nueva carrera: Licenciatura en Ciencias del Comportamiento.
Y suma: “La oportunidad es un lindo desafío y me va a permitir estar más cómodo para concentrarme en la investigación. Entre los profesores que nos dedicamos a los datos y estadística somos varios los que estamos buscando otros horizontes. Se terminó un poco haciendo costumbre que la gente se busque un trabajo en otro país o dar cursos extras en instituciones privadas por un tiempo para complementar su salario y eso termina afectando la calidad de lo que ofrecemos”.
Desde que empezó el año, en Agronomía se fueron 30 docentes, en Veterinaria 48 y en los colegios preuniversitarios, solo después de las vacaciones de invierno, unos 56. “Es un goteo. Por lo menos hemos perdido un 20% de docentes en el último año. Estamos perdiendo los docentes más viejos y los más jóvenes. Nadie toma demasiada dimensión, pero los laboratorios están sufriendo muchísimo la falta de financiamiento con respecto a la falta de insumos”, describe el decano de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, Pablo Evelson.
Mientras el Gobierno insiste con que el sistema universitario va a estar financiado, las universidades empezaron a hablar de un “éxodo de docentes” por la situación salarial. “Se están yendo los docentes”, afirmó el rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Ricardo Gelpi, en una entrevista con LA NACION. Alejo Pérez Carrera, decano de la Facultad de Veterinaria de la UBA, lleva un relevamiento: “Han renunciado desde marzo 48 docentes. En un plantel docente de alrededor de 500, significa casi un 10%”.
“Renunciaron 30 desde principio de año y entre ellos 13 (40%) de dedicación exclusiva (40 horas semanales). Nos está preocupando mucho. Suele haber mucha movilidad entre los docentes de dedicación parcial, pero no suele haber en las exclusivas”, describe Adriana Rodríguez, decana en Facultad de Agronomía. De esos 13, 11 migraron a universidades o institutos de investigación en el exterior y los dos restantes se pasaron a la actividad privada, detalla. Todos contaban con una maestría o un doctorado.
“Quien más rápido hace esta formación son por lo menos 12 años. Por una categoría equivalente en Uruguay o Chile les pagan tres o cuatro veces más. Como todos tiene doctorados y trayectorias en investigación han hecho alguna experiencia en el exterior, entonces ya tienen contacto. Estamos perdiendo lo más valioso, y lo que tarda mucho tiempo en formarse”, agrega.
De los demás, aquellos con dedicación semiexclusiva –20 horas semanales– o parcial –10 horas semanales–, la mitad también se fue al exterior y la otra a actividad privada. No son las únicas facultades que alerta sobre la situación. “No es algo que se haya detectado como estadísticamente relevante”, dijeron a LA NACION fuentes de la Subsecretaría de Políticas Universitarias, que depende del Ministerio de Capital Humano, encabezado por Sandra Pettovello.
Ingresos vs. vocación
“Muchos de nuestros docentes, que en el pasado estaban dispuestos a sacrificar un mayor ingreso por vocación, se encuentran hoy en una situación en la que deben asumir gastos para poder continuar con sus actividades docentes. En estas condiciones, muchos eligen abandonar la docencia y buscar trabajos en el sector privado o en otras áreas donde su remuneración sea más adecuada al esfuerzo y tiempo invertido. La deserción docente se ha convertido en un tema crucial para nuestra universidad, afectando la calidad de la educación y la posibilidad de renovar la planta docente y formar a las nuevas generaciones de educadores”, describe Juan Balestro, secretario de Vinculación Institucional de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Y agrega: “Actualmente, los docentes con dedicación exclusiva en nuestra facultad reciben un salario de bolsillo que oscila entre los $800.000 y $830.000 mensuales. Los $2.000.000 mencionados, por figuras como José Luis Espert, no se corresponden a la realidad de la mayoría de nuestros profesores, solo podrían alcanzar a una persona con más de 15 años de antigüedad, sumando un reconocimiento de antigüedad del 120%. Es importante aclarar que la dedicación exclusiva implica trabajar ocho horas diarias, cinco días a la semana, sin posibilidad de tener otro empleo dentro del ámbito universitario. Además, exige a los docentes realizar tareas de investigación y otras actividades complementarias. Este salario resulta insuficiente frente al costo de vida actual y, por ende, hace difícil mantener a docentes comprometidos bajo estas condiciones laborales”.
La pérdida de poder adquisitivo impacta en el universo complejo que trabaja en las universidades, cuya mayoría son los docentes, que, a su vez tienen diferentes dedicaciones –exclusiva, semiexclusiva y simple– y categorías –titular, asociado, adjunto, jefe de trabajos prácticos y auxiliar de primera –. Los gremios suelen ejemplificar con los cargos medios que representan el promedio del sistema. En septiembre pasado, según la grilla publicada por la Federación Nacional de Docentes Universitarios (Conadu) el sueldo bruto y sin antigüedad de un jefe de trabajos prácticos fue $189.274 con jornada simple, $378.550 con media jornada y $757.100 con dedicación exclusiva. Un profesor adjunto llegó a $220.390 brutos con dedicación simple, $440.784 con dedicación semiexclusiva y $881.576 con dedicación plena.
El sueldo de un ayudante de segunda con dedicación simple, el más bajo del escalafón, fue de unos $125.498 brutos. A partir de allí, la escala aumenta por cargo y dedicación. El más alto es el de titular de cátedra de dedicación exclusiva que alcanzó a unos $1.130.081 brutos. No es posible saber cuál es el total de docentes del sistema universitario, porque las estadísticas oficiales no informan la sumatoria de personas según universidad, ni los cargos que ejerce cada uno. Si un docente tiene tres cargos en una universidad aparecerán tres cargos, pero si un docente tiene tres cargos en tres universidades, aparecerán tres cargos y tres personas porque cruzan la base de datos de cada universidad, pero no la de todo el sistema universitario.
“En otra situación seguramente no me hubiera ido. En nuestro caso los dos [por su marido] trabajamos en la UBA y más o menos el sueldo que estaría ganando sería la cuota del colegio privado para mis hijas. No hubiésemos podido sostener la vida que teníamos”, grafica una docente de dedicación exclusiva, con una antigüedad de 20 años, que prefirió no dar su nombre.
Este año aceptó la propuesta de una institución privada que ya la había convocado en otras ocasiones. “Hoy estoy ganando tres veces más. Yo diría que hoy los sueldos de una privada versus la píblica son entre dos o tres veces. Ya para el año que viene conozco tres casos más de docentes que se pasaron a la privada”, describe.
“Muchos siguen dando clases por un sentido de pertenencia, pero empiezan a acumular otros cargos. Y se te empieza a llenar también la cabeza con otras preocupaciones. Por ejemplo, los profesores en Conicet conviven con administrativos, que son los conocidos como artículo 9, que no saben si el mes que viene van a estar o no”, suma.
El sueldo de septiembre para un docente asociado de dedicación exclusiva con 20 años de antigüedad fue de $1.206.731,29. No es posible trazar una comparación con las instituciones de gestión privada, que no informan sus cargos docentes, ni sus salarios.
Tras haber conseguido la actualización del 270% para los gastos de funcionamiento en abril pasado, luego de la primera marcha federal universitaria, el conflicto en las casas de estudios superiores se concentró en la recomposición salarial. Los salarios de docentes y no docentes implican cerca del 90% del presupuesto universitario, mientras que los gastos de funcionamiento significan un 10%.
Desde que comenzó la presidencia de Javier Milei, los gremios consideraron insuficientes todas las propuestas que otorgó el Gobierno: 2% de aumento en septiembre; 3%, en agosto; 7%, en julio; 4%, en junio; 9%, en mayo; 8%, en abril; 12%, en marzo, y 16%, en febrero, seis puntos por encima de lo que marcaba la negociación vigente en ese entonces.
El 27 de septiembre, el viernes anterior a la marcha, los convocaron sorpresivamente para ofrecerles una recomposición salarial del 5,8% para equipararlos al resto de los empleados estatales, más el 1% de aumento previsto para octubre. Desde los gremios, en tanto, aducen un atraso del 63,5%, principalmente por la alta inflación de diciembre (25,5%) y enero (20,6%) cuando recibieron un 6% extra a la paritaria vigente.
“Este año tomé la decisión de dejar horas en el Colegio Nacional de Buenos Aires por un motivo totalmente comprensible para cualquiera: el valor de la hora cátedra en el CNBA está en $26.808, mientras que en la Ciudad de Buenos Aires está $3.400. Y si esa diferencia la multiplicás por la cantidad de horas docentes, es significativa”, cuenta a LA NACION Pablo Vagnoni, profesor de filosofía de escuelas medias que dejó sus horas en el instituto preuniversitario de la UBA en la segunda parte del año. Era profesor de tutoría en tres cursos de segundo año.
Vagnoni trabaja como docente también en otras instituciones: “En la EEM 3 DE 4 (pública), en el Instituto Nuestra Señora de Las Gracias (pública de gestión privada), y en la Escuela Agropecuaria (Preuniversitaria UBA). Actualmente tengo entre las otras tres escuelas 41 horas cátedra semanales y preparaciones fuera de esas horas para eventos tales como las Olimpiadas de Filosofía”.
“En los colegios preuniversitario de la UBA perdieron solo después de las vacaciones de invierno 56 personas”, grafica Marcelo Creta, secretario universitario de UTE-Ctera.
Balestro marca, a su vez, que faltan incentivos para la formación de nuevos docentes, que debería comenzar con el trabajo en ayudantías. La de primera, que está destinada a graduados que desean formarse como futuros docentes, tiene una retribución mensual de aproximadamente $100.000 “muy por debajo de lo que cualquier trabajo fuera de la facultad podría ofrecer”, señala.
Lo mismo sucede para los docentes del curso de ingreso, que es financiado por recursos propios de la facultad y para los cuales ofrecen $400.00 mensuales por clases de tres veces por semana. “Cada vez nos resulta más complicado encontrar docentes dispuestos a dar clases en estas condiciones, debido a la escasez de incentivos económicos”, admite. “El problema de la deserción docente tiene un impacto directo en el futuro de nuestra universidad. Sin una renovación constante de la planta docente, corremos el riesgo de no contar con el personal adecuado para mantener los estándares de calidad educativa que caracterizan a nuestra facultad”, afirma.
“Lo que avizoro es que va a haber un decaimiento gradual de todas las actividades de la UBA, que son docencia, investigación, extensión, los hospitales. Eso va a pasar en varios meses, no vamos a caer la semana que viene. Ahí se verá si el Gobierno reacciona y cambia de posición”, había descripto Gelpi en la entrevista a LA NACION.
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