Saint-Exupéry volaba y se inspiraba en la Argentina
Allá por los años 30 el inspirado creador de El Principito , Antoine de Saint-Exupéry, desplegó las alas de su imaginación en tierras argentinas.
Fue la Argentina uno de los países que lo llevó más alto y más lejos en el devenir de su profunda aventura literaria. Voló en medio de tormentas feroces; flotó por los aires de pueblo en pueblo y de hazaña en hazaña, cruzando los cielos y haciendo amigos inesperados en cada recorrido.
Fue la Argentina, en suma, la tierra que lo impulsó a concebir una de sus mayores novelas, "Vuelo nocturno". Los franceses, sin embargo, no lo saben.
Alguien que sí lo sabe, y con lujo de detalles, es el profesor Michel Autrand, catedrático de literatura francesa de la Sorbona, invitado por la Alianza Francesa de la Argentina para disertar sobre el aviador-escritor.
"En Francia se conoce bien el paso de Saint-Exupéry por el desierto africano, por la cercanía y por todo lo que representa el Norte de Africa para los franceses; pero no se sabe lo suficiente de su estadía en la Argentina", dijo Autrand a La Nación .
Vuelos en nuestro país
Autrand se presentó en la Alianza con un discurso que había preparado para un público francés, en el que describía el recorrido físico y espiritual por la Argentina del audaz aviador, devenido narrador de enternecedoras historias. "Se han olvidado que "Vuelo nocturno" transcurre en la Argentina -dijo Autrand-. Al país se lo ve como el telón de fondo de la historia, pero fue mucho más que eso; las experiencias que le tocó vivir dieron lugar a las reflexiones personales que luego reflejó en el libro."
Cuando viajó por la Argentina, entre 1929 y 1931, al joven Saint-Exupéry le tocó hacer camino al andar, sin ejemplos que tomar. Llegó al país junto con un grupo de aviadores franceses contratados para volar entre Buenos Aires, Asunción del Paraguay, la Patagonia, y varios sitios en el medio, como la ciudad de Concordia.
Allí, junto al río Uruguay, alguna vez se vio en apuros y tuvo que hacer un arriesgado aterrizaje en un campo de San Carlos. Unas chicas que galopaban por la zona lo avistaron y dieron aviso a su familia, que vino al rescate y dio comienzo a una larga amistad. Hoy existe en Concordia una asociación de amigos del escritor, que honran el nombre y la memoria del viajero francés.
El recuerdo de Posadas
También se lo recuerda en Misiones, ciudad que lo vio llegar hacia 1930 en un biplano para cuatro pasajeros. Eran los primeros vuelos de la flamante Compañía General Aeropostal, que cubría los servicios aéreos entre Buenos Aires y Asunción. Las máquinas contaban con mínimo instrumental y sus conductores se guiaban, generalmente, por las vías del ferrocarril Nordeste de la Argentina y del Central del Paraguay.
Como solamente se volaba de día, los pilotos quedaban en Posadas y participaban a veces de ese rito que se perdió con el tiempo, tomando cerveza en alguna de las mesas desperdigadas por las veredas.
Así, entre el alcohol, la charla y la aventura, se fue gestando este gran escritor, casi tan conocido como su personaje inmortal, el pequeño viajero intergaláctico.
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