Un corresponsal de la BBC viajó a Córdoba para probar una de las bebidas favoritas de los argentinos
La primera vez que lo vi fue en un concierto de rock argentino: un vaso "viajero" hecho con la mitad de una botella de dos litros de gaseosa. Algunos traían un escalpelo para cortar el envase. Otros quemaban el borde del plástico para no cortarse la boca al inclinar la bebida.El resultado, para mí una novedad, es una institución argentina: el vaso comunitario del fernet con cola. Que suele ir acompañado de cánticos de fútbol y humaredas con olor a choripán.
"Tenés que agarrarlo con una mano y espicharlo", me exigían los argentinos, empeñados en darme una dosis de argentinidad y de que no regara "esa agua bendita". Fuera de Argentina hay, en general, un estilo de consenso sobre la definición del fernet: "Sabe a remedio". Y no es del todo mentira, literalmente.
Pero ver, en el concierto del Indio Solari, a cientos de miles de personas empinar ese vaso como una bandera de unidad y alegría me hizo querer indagar más. Y encontré que el fernet con coca no es solo una bebida. Es un símbolo de Argentina. Su amargura no es lo principal, pero sí un elemento. Porque encontrarle el gusto te hace especial. Te hace argentino.
Lleno de misterio
Como todo lo que encanta a los argentinos, el fernet está lleno de incógnitas.
"Sabemos con certeza dos cosas sobre el fernet: que surgió en Europa y que surgió en algún momento durante la primera mitad del siglo XIX. Todo lo demás es un misterio", escribió el sociólogo Diego Vecino en "Fernet: una historia de amor argentina", un ensayo en la revista Brando.
A este país llegó de la mano de los miles de italianos que inmigraron en los siglos XIX y XX. Y el mito más conocido sobre su creación lo relata la empresa italiana que lo produce y distribuye, Branca: en 1845, el boticario milanés Bernardino Branca lo creó al mezclar yerbas en busca de una bebida para la digestión. De un remedio.
Pero esa es solo una de las versiones.
Misterio también ronda a la composición de la bebida, cuya mezcla exacta nunca ha sido revelada por Branca. Se sabe, sin embargo, que tiene casi 40% de alcohol y se cree que está hecho con especias como remolacha, cardamomo, orégano, mirra, salvia, ajenjo, laurel, naranja y menta.
Pero ni siquiera los trabajadores en las destilerías de fernet (hay una en Milán y otra en Buenos Aires) saben la receta completa.
Legado de una época de cambios
En Italia, el fernet se toma después de la comida, puro y en cantidades módicas. Pero en Argentina se mezcla con Coca-Cola y, en palabras del Servicio de Toxicología del Hospital Fernández en Buenos Aires, se bebe en "cantidades alarmantes".
Es, de lejos, el país que más fernet consume: casi un litro por persona al año, según el International Wine and Spirit Research, un centro de datos sobre licores. Y aunque sigue siendo la tercera bebida nacional después de la cerveza y el vino, el consumo de fernet aumentó 405% entre 2004 y 2015, según la consultora Abeceb.
Vecino, el sociólogo, explica que este reciente repunte del fernet se debe a varios fenómenos coincidentes: se modernizó e importó a Buenos Aires la música tropical del interior del país, se diversificó el mercado argentino de bebidas alcohólicas y Branca –que hoy domina el 70% del mercado– lanzó una efectiva e innovadora campaña publicitaria.
Además, señala, entre 1990 y 2010 los hábitos de los argentinos se transformaron como resultado de una estremecedora vida política y económica.
Primero fue el derroche, la opulencia y el dólar barato de la presidencia de Carlos Menem, luego una terrible crisis económica en 2001 que disparó la pobreza y después tres gobiernos de izquierda que en medio de una bonanza exportadora enriquecieron (o subsidiaron) a los más pobres.
"A la década kirchnerista también se podría llamar 'la década del fernet'", dice un estudio de Abeceb.
"El fernet dio el gran salto desde los consumidores del grupo etario que componen nuestros abuelos hacia el de los más jóvenes y, en general, hacia todo el resto de los consumidores de bebidas alcohólicas", señala.
El fernet, pues, se convirtió en bebida de masas. En parte porque no es costoso: hoy vale 140 pesos la botella (US$8).
En esa década, sostiene Vecino, "se impuso una economía emocional del placer etílico que armonizó con el fin de época y reemplazó al champagne menemista por el fernet de la posconvertibilidad".
En busca del origen del fernet con coca
Antes de que se hiciera popular en todo el país, el fernet con coca ya era una bebida insigne en Córdoba, una pujante y distintiva provincia en el centro del país, donde se bebe el 30% del "Fernando" que toman los argentinos.
Allí me junté con el humorista Cacho Buenaventura, oriundo de Cruz del Eje, el pueblo cordobés donde al parecer inventaron la mezcla.
Como los argentinos que me llevaron a ver al Indio Solari, Cacho se esmeró por que viviera una experiencia argentina, o cordobesa: me invitó a comer cabrito a la parrilla, empanadas fritas y me enseñó a servir un fernet con coca "criminal".
O lo intentó, porque justo cuando empezó a recitar el mandamiento de que "la botella de coca tiene que ser de vidrio", se interrumpió a sí mismo y dijo "esto para mí es una paquetería". Una boludez. Las reglas son muy esnob por un fernet con coca, que es –dice Cacho– "popular" y "reunidor".
"El mayor valor que tiene es social. La charla se estira y nos hace estar más unidos", asegura. Luego fuimos a la casa donde el Negro Becerra, baterista del famoso cantante Jairo, empezó a echarle Coca-Cola al fernet el día que el médico le prohibió tomar ginebra.
Eran los años 70 y Cruz del Eje tenía una importante estación de tren, que estaba al frente de la pensión donde vivía Becerra. "Antes al fernet te lo daban las madres como digestivo, a nadie le gustaba tomarlo puro", explica Cacho.
Pero luego llegó Becerra y, dice, "todo cambió (…) Ahora mi mama se pondría muy contenta si supiera lo que me gusta el fernet".
Sentado en una mesa de Premier, el bar de Cruz del Eje donde supuestamente nació la mezcla, el humorista vuelve y sirve un "criminal", que en teoría debe contar con 30% de fernet, 70% de coca y tres hielos. Luego le mete "un dedazo" para que alivie el gas, brinda por "todos los chiquitos de dios" y sorbe, con los ojos cerrados.
"Ay, mi amor. Es como si te entrara un ángel por la garganta". Y exhala.
Por Daniel Pardo, corresponsal de la BBC (@pardodaniel)
BBC Mundo