Ruth Benzacar
De manera inesperada, víctima de un paro cardíaco, en la madrugada del lunes murió Ruth Benzacar.
Galerista, marchand y coleccionista, hizo del arte la columna vertebral de su vida. Nunca como en su caso la línea que separa el trabajo de los afectos fue tan delgada, hasta el punto de volverse imperceptible.
Comenzó a vender obras de arte en su departamento de la calle Valle, en Caballito, casi por casualidad, cuando promediaban los años sesenta. A fuerza de talento, trabajo y convicción se convirtió en la galerista más importante de la Argentina y conquistó en el plano internacional un lugar que nunca antes, salvo en el caso de Alfredo Bonino, un galerista de Buenos Aires había logrado.
Su presencia era conocida en ámbitos tan diversos como las ferias de arte contemporáneo de Madrid, París o Miami, y en las subastas de arte latinoamericano de Nueva York, donde en los últimos años protagonizó una exitosa gestión con la obra de Antonio Berni.
A pesar de ser una mujer acostumbrada a moverse hábilmente en el gran circuito, Ruth tenía la rara virtud de crear lazos entrañables con la gente más diversa. Artistas, críticos, coleccionistas, escritores , periodistas, empresarios y políticos circulaban con la mayor naturalidad por ese mundo singular que iba de la galería de Florida 1000 al señorial departamento de Talcahuano 1234, su base de operaciones desde mediados de los setenta, cuando dejó Caballito luego de haber convertido una modesta planta baja a setenta cuadras del centro en lugar de encuentro de la flor y nata del coleccionismo local.
El compromiso con el arte iba mucho más allá de los límites de la galería, y era capaz de defender apasionadamente una posición, como lo hizo en los últimos años al apostar por el arte contemporáneo y por los artistas más jóvenes, en una cruzada personal en la que puso toda su energía.
Ayer, los cientos de amigos que llegaron hasta su casa de Talcahuano se miraban sorprendidos, extrañados de que "la zarina de los marchands", como la bautizó años atrás un querido colega, no apareciera con la sonrisa grande para dar la bienvenida.
Ruth Benzacar había nacido en Buenos Aires, en 1933, en el seno de una familia original de Samarkanda, que imaginó esta tierra como un destino de promisión en el que todo estaba por hacer. Para Ruth, el todo por hacer se resumía en la necesidad de crear una marca que difundiera el arte contemporáneo en el mundo y en el empeño por abrir puertas una y otra vez donde por tradición siempre se habían cerrado.
Reconocimientos
Con ese estilo personal -el mismo con el que comenzó vendiendo cuadros de Batlle Planas en Valle 351-, logró sentar a su mesa a Jack Lang, dos veces ministro de Mitterrand; hablar de pintura argentina con los reyes de España en su stand de Arco, y ganar centimetraje en los diarios neoyorquinos luego del récord obtenido por un cuadro del rosarino Antonio Berni.
En 1991 fue elegida una de las doscientas mejores galeristas del mundo -integraba el Comité Organizador de Arco-, en 1996 fue distinguida con el Premio a las Artes visuales de la Asociación Argentina de Críticos por su trayectoria de galerista y en 1998 designada miembro asesor de Arte Miami.
Es difícil imaginar el escenario porteño del arte sin Ruth Benzacar, sin esa manera tan suya de tejer tramas, de armar relaciones, de imaginar estrategias posibles, de posibilitar alianzas fecundas y, por qué no, de imaginar el futuro. "No voy a ver el resultado de mi trabajo , pero lo va a ver Orly. Eso me tranquiliza", decía Ruth, mientras convertía a su hija en su mano derecha.
Estuve con Ruth por última vez el viernes, en la embajada de Brasil, donde los anfitriones agasajaban a los galeristas paulistas participantes de Arte BA. Estaba en su salsa. Con sus amigos de San Pablo compartía la militancia por el arte contemporáneo que había, finalmente, conquistado más metros que nunca en la feria de galerías. Después de tanta prédica, parecía que había llegado el tiempo de la cosecha.
Anoche, a las 20, la gente de Arte BA hizo una pausa para despedir a Ruth Benzacar en su lugar de trabajo. La Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires le rendirá homenaje y colocará una placa en la puerta de Talcahuano 1234.
A las 14.30 sus restos serán sepultados en el Cementerio Israelita, de Ciudadela.