Ruido blanco: el método para hacer dormir a los chicos no convence a todos
Es la repetición de un sonido, como el de la lluvia o el de un motor, que neutraliza otros; hay apps y videos que lo difunden; pese al auge, los pediatras no lo recomiendan
El ruido blanco suena como una lluvia fuerte. El rosa, una lluvia más suave. El marrón, aún más suave, como si fuera viento y no lluvia. Así describe Consuelo Villafañe las tres opciones de sonidos que le ofrece la aplicación que se bajó para ayudar a calmar y dormir a su bebe. No lo tiene como rutina. Lo usa a veces, unos 10 o 15 minutos mientras le da la última mamadera antes de acostarlo. Con el celular en el medio de la cama y su hijo de siete meses en brazos, ella percibe cómo ese sonido monótono lo va aflojando, relajando, durmiendo.
“Un día me di cuenta de que cuando estaba prendido el aire acondicionado, el ruido del motor neutralizaba los otros ruidos (un auto, el colectivo) y mi hijo no se sobresaltaba. Es alérgico a la proteína de la leche y hasta que lo diagnosticaron y empezó el tratamiento se la pasó llorando. Buscando material sobre cómo lograr calmarlo, llegué a leer sobre el ruido blanco. No siempre resulta, pero la mayoría de las veces sí”, dice Consuelo.
La neuropediatra y especialista en medicina del sueño de la Fundación Favaloro María Celia Daraio define al ruido blanco como un sonido constante, sin variaciones, que bloquea otros ruidos. Como el que produce el motor de un ventilador o el ir venir del mar sobre la costa. Y si bien confirma que ayuda a dormir, al igual que los demás pediatras y neurólogos consultados no lo recomienda para niños pequeños, salvo circunstancias muy excepcionales.
“No estoy de acuerdo con usar el ruido blanco para que el niño duerma. Hay que enseñarle a dormir sin bastones. Para lograr un sueño de buena calidad, biológicamente una persona tiene que dormir en una habitación oscura, ventilada, fresca y silenciosa. Y lo mismo va para el niño —dice Daraio—. Ahora si por alguna circunstancia un ruido exterior es muy perturbador y es imposible de sacar, se puede incluir un ruido blanco para que no afecte tanto.”
El ruido blanco, así como otro tipo de sonidos similares como el rosa o el marrón, son parte de un mismo fenómeno del que echan mano cada vez más padres en busca de ese anhelo que significa lograr calmar o dormir a sus hijos pequeños. Los métodos circulan boca en boca y cambian con las distintas generaciones. Y así como alguna vez fue llevarlos a dar una vuelta en auto, la moda del duérmete niño o el más reciente libro El conejito que quiere dormirse, el ruido blanco —receta clásica para quien ya sabía del efecto somnífero de un secador de pelo o un lavarropas— tomó impulso en los últimos años a través de sitios de crianza, especialmente anglosajones, que lo recomendaron, y con un repertorio de sonidos relajantes disponibles en dispositivos, aplicaciones, listas en Spotify, y videos de hasta ocho horas en YouTube.
“Lo mejor es que los chicos concilien el sueño por sus propios medios y sin intervención de agentes externos", dice María Elena Mazzola, neuróloga de la Unidad de Medicina del Sueño de Fleni y presidenta de la Asociación Argentina de Medicina del Sueño.
Pero apunta que no tendría inconveniente de que exista un ruido de fondo que pueda mejorar la conciliación del sueño del chico siempre que después no lo necesite para dormirse cuando se vuelva a despertar en la noche: "Salvo un objeto de transición (que puede ser un peluche, un trapito), cualquier medio que el chico no pueda encontrar en mitad de la noche y que reclame su presencia porque intermedia entre la vigilia y el sueño no es aconsejable”.
Así como varios pediatras consultados por LA NACION, Magdalena tampoco sabía qué era el ruido blanco. Sin embargo, en la práctica ya lo usaba para mantener tranquilos a sus hijos más chicos. El ruido del secador de pelo, del agua de la canilla corriendo, del lavarropas, del extractor de aire. Se lo comentó un primo de su marido y ella lo adoptó enseguida como una de esas recetas caseras que, ante el circunstancial colapso, te pueden salvar. Más adelante compraron un baby call con un botón que hacía ruido de agua. Lo probaron y algo funcionaba, pero los ruidos caseros les resultaban más efectivos.
Así como abundan las aplicaciones y las opciones de ruido blanco en Internet, también proliferó un mercado de dispositivos electrónicos como monitores o baby calls que cuentan con la opción de emitir este tipo de sonidos. Un estudio de la Universidad de Toronto publicado hace tres años por la Academia Americana de Pediatría (AAP) advierte que el uso constante y el volumen alto de estos dispositivos puede aumentar el riesgo de afectar el desarrollo auditivo de un bebe.
El médico Mario Elmo, miembro titular de la Sociedad Argentina de Pediatría, explica que, más allá del caso mencionado en el artículo de la AAP donde la mayor intensidad del sonido podría representar un trauma acústico, el sonido en sí mismo no es traumático. Aunque, según explica, sí podría interferir en el desarrollo del sistema auditivo de un bebe, dado que la parte sensorial de los chicos se cierra durante el sueño para permitir un proceso neuronal donde se recuperan y elaboran las experiencias sensoriales de la vigilia.
“Estos dispositivos pueden generar un resultado rápido, pero eso no es sinónimo de que sea saludable —dice Elmo—. Eventualmente se pueden utilizar. Pero hay que ver en qué medida. A veces hay una necesidad de los padres o cuidadores que, por sus actividades o por su no disponibilidad, usan estos dispositivos de forma sistemática y entonces hay un reemplazo del rol primario del cuidador que es acompañar a un chiquito en los últimos momentos del día.”
Sobre ese aspecto, coinciden los especialistas, no hay mejor ruido para un chico que la voz de su mamá, su papá o de sus familiares. Sonidos que contienen un sentido afectivo. Justamente para Raúl Peroni resultó su propia voz el elixir para calmar el llanto de su hijo Nacho en esos momentos en que está muy fastidioso. “Lo vimos en un video que se viralizó. El padre calmaba a su hija haciéndole un Om sostenido, mirándola y apoyándole la nariz y la frente. Es una técnica bastante común que, sorprendentemente, lo calma enseguida”, dice.
Luciana Girgulis también probó con el ruido blanco, pero no le funcionó. A su hija, que ahora tiene dos años, le costaba mucho dormir de corrido. Leyó sobre el ruido blanco en los tantos libros que se compró cuando quedó embarazada. Quiso probarlo. Buscó un dispositivo que tuviera esa función, pero en su momento no lo consiguió. Un turbo ventilador fue la opción más a mano. “La primera noche fue mágica: durmió toda la noche de corrido —dice—. Pero a la segunda repetí el ritual y ya no funcionó.”
Diego Montes de Oca, pediatra y director médico de TV Crecer, es terminante: dice que la historia de los niños y el sueño tiene millones de años, y que el sueño es un hábito y un aprendizaje que se forma durante el primer año de vida. Y que depende, casi exclusivamente, de los padres. “No existe ruido monótono, ni blanco, ni rosa que pueda modificar un hábito —dice—. Si el chico no duerme bien es porque o hay un problema, una patología, o porque el chico no ha sido educado en el tema sueño.”
Algunos padres, sin embargo, coinciden en un punto: más allá de la necesaria consulta al pediatra para descartar un problema, en el día a día, a veces prefieren echar mano de una receta como el ruido blanco, pero evitar esa frustración que significa ver al chico no poder conciliar el sueño. "Al menos en mi caso —dice Consuelo—, era buscar una forma de aliviarlo o tranquilizarlo para que ese poco tiempo que lograba dormir lo hiciera relajado."