Rovers, landers y orbitadores: ¿cuánta chatarra dejamos en Marte?
El ser humano ha enviado decenas de misiones al planeta rojo; hoy, la superficie marciana ya puede considerarse un museo a cielo abierto de aparatos provenientes de la Tierra
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Desde que la sonda espacial Mars 2 de la Unión Soviética amartizó en 1971, la humanidad ha ido dejando diferentes clases de naves abandonadas en el planeta rojo. Obsoletas y repletas de polvo, las que alguna vez fueron el último avance de la ciencia espacial terminan siendo pura chatarra que, muy a largo plazo y con la excesiva acumulación, puede convertirse en un factor contaminante del terreno marciano.
La historia de la exploración a Marte se disparó a partir de Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS. La carrera espacial y las posibilidades tecnológicas hicieron que el espíritu expansionista del ser humano mirara más allá de la Luna. Hasta el momento, se han lanzado un total de 43 misiones -entre orbitadores, módulos de aterrizaje y landers- al planeta vecino, de las cuales 22 han fracasado.
La investigación del planeta rojo, en cambio, lleva milenios en la mente de la humanidad. La primera observación telescópica fue realizada por Galileo Galilei en 1610. Desde entonces, Marte comenzó a ser contemplado cada vez con más frecuencia hasta que, en 1960, los rusos decidieron enviar una nave, la Mars 1, que a pesar de no haber logrado el objetivo, es considerada una de las misiones de vanguardia.
Durante los años 60 fueron varios los lanzamientos de la Unión Soviética y de la NASA que se vieron frustrados. No es fácil llegar a Marte: solo una de cada tres misiones ha logrado prosperar. Hasta principios de los 70, ninguno de estos sofisticados aparatos consiguió tocar suelo marciano, por lo que la basura espacial de esa época debería estar flotando todavía mucho más allá de los confines de la Tierra.
El primer amartizaje
A pesar de los fracasos, tanto los rusos como los norteamericanos estaban empeñados en ser los primeros en tocar la superficie roja. En 1971, la URSS finalmente tuvo éxito luego de varios intentos. El módulo de aterrizaje del Mars 2 logró entrar en contacto con Marte, pero lo hizo torpemente, estrellándose contra sus rocas. Lo mismo le sucedió al Mars 3 que, también en 1971, tuvo un amartizaje suave pero dejó de funcionar a los 20 segundos de su llegada. Los dos califican como las primeras chatarras abandonadas en territorio marciano.
Los siguientes en llegar fueron los norteamericanos, segundos, sí, pero con mucha más elegancia y durabilidad. En 1976, fue el turno de las Viking 1 y 2, un par de misiones que no solo llegaron a Marte sino que estuvieron operativas mucho más tiempo de lo esperado. Los dos artefactos enviaron fotografías que emocionaron a la comunidad de científicos espaciales y la humanidad en general. En búsqueda de signos vitales, realizaron una serie de experimentos que probaron que era posible diseñar dispositivos para seguir analizando al planeta rojo.
La misión Viking fue diseñada para continuar en funcionamiento hasta 90 días después del aterrizaje. Sin embargo, las naves sobrevivieron algunos años más de lo previsto. La Viking 1 caducó en 1980, mientras que su compañera lo hizo en 1978. Junto con las Mars soviéticas, las vikingas estadounidenses se unieron para seguir creando el depósito de basura extraterrestre.
Los rovers
Durante los 80 y hasta entrados los 90 no hubo novedades sobre la vuelta a la exploración. Pero en 1996, la NASA presentó la nave Mars Pathfinder y el rover Sojourner, que partieron hacia Marte en diciembre de ese año y llegaron en julio de 1997. La Pathfinder fue la primera en usar un conjunto de bolsas de aire para amortiguar el aterrizaje y el Sojouner fue el primer vehículo en deambular por la corteza marciana.
Con solo 60 centímetros de largo, el rover tenía seis ruedas, tres cámaras delanteras y traseras y hardware para realizar varias pruebas científicos. Diseñado para 10 días de funcionamiento, finalmente estuvo activo durante 85. La última señal recibida del rover fue en la mañana del 7 de octubre de 1997, cuando viajó a una distancia de poco más de 100 metros y perdió la comunicación. Fue en ese momento que pasó a incrementar los desechos espaciales dejados en Marte.
Otros robots destinados a ser chatarra fueron los emocionantes gemelos Spirit y Oportunity. Del tamaño de un carrito de golf, los dos módulos de aterrizaje se lanzaron en 2003 y utilizaron bolsas de aire gigantes para frenar sus amartizajes en enero de 2004. Los rovers superaron con creces sus misiones pensadas para 90 soles marcianos. Spirit se desconectó en abril de 2009 cuando se atascó arena profunda. Se quedó en silencio el 22 de marzo de 2010 y fue declarado muerto un año después.
Opportunity tampoco se encuentra en funcionamiento, pero tuvo la audacia de estar operativo desde 2004 hasta 2018. Su última transmisión fue hace tres años, cuando perdió la comunicación tras una tormenta de polvo.
De hecho, Opportunity tuvo la alegría de convivir un largo tiempo con el Laboratorio de Ciencias de Marte, Curiosity, que se lanzó en noviembre de 2011 y llegó a Marte en agosto de 2012. El rover Curiosity es grande como un auto. Por primera vez, este dispositivo posee un láser con el que vaporizar rocas para hacer experimentos. Sus principales hallazgos hasta el momento incluyen encontrar áreas que alguna vez estuvieron cubiertas de agua, detectar metano en la superficie y localizar compuestos orgánicos.
Otro que llegó a la superficie de Marte fue el módulo de aterrizaje Schiaparelli en 2016, pero lo hizo a demasiada velocidad, por lo que literalmente chocó con el suelo polvoriento y ni siquiera pudo encenderse. Schiaparelli pertenecía al programa ExoMars de la Agencia Espacial Europea, que es una colaboración con Rusia. Las expectativas de ser el primer vehículo europeo en Marte se destruyeron como los restos de la nave.
Curiosity le dio la bienvenida, el pasado 18 de febrero, a Perseverance. Como el resto de las expediciones, se dedicará a estudiar la composición de rocas, el subsuelo y el clima con el foco siempre puesto en una única prioridad: buscar evidencias de vida pasada. Para ello, el más moderno de los rovers, que tiene el tamaño de un automóvil y pesa cerca de una tonelada, cuenta con novedosos instrumentos, cerca de 20 cámaras y hasta micrófonos.
Perseverance, además, lleva un helicóptero, el Ingenuity, que hasta el momento ha realizado 12 vuelos cuando la NASA, en principio, preveía tres. Es el primer instrumento en sobrevolar el planeta, pesa menos de dos kilos y ha logrado operar en las difíciles condiciones climáticas de Marte.
La última llegada histórica al planeta rojo fue la de China, que en 2020 envió la misión Tianwen con un orbitador, un módulo de aterrizaje y un rover. Con este amartizaje, el país oriental se convirtió en el tercero en realizar una expedición interplanetaria después Rusia y Estados Unidos. El vehículo con ruedas llamado Zhurong, que pesa 240 kilos, llegó el pasado 14 de mayo y ya recorrió unos 889 metros después de analizar dunas, rocas y otros relieves de la superficie marciana.
Los landers
Los landers son vehículos que solo aterrizan en un determinado lugar y ahí se quedan, no tienen ruedas para desplazarse ni fueron diseñados para eso. Los primeros fueron el dispositivo ruso Mars 2 de 1971 y las misiones Viking 1 y 2 de la NASA de 1976.
Dos décadas después, llamó especialmente la atención el bochornoso caso del Mars Climate Orbiter, un orbitador que en 1999 se estrelló contra Marte porque la NASA no tradujo el sistema de kilómetros a millas y el administrador de la nave se confundió completamente. El mismo año se lanzó el módulo de aterrizaje Mars Polar Lander con la misma suerte que el orbitador.
Algo parecido le sucedió al Lander Beagle 2 de la Agencia Espacial Europea. La nave debía aterrizar en Marte el 25 de diciembre de 2003, pero después de varios intentos frustrados de comunicación, fue declarada perdida en febrero de 2004. El misterio se develó en 2015: el dispositivo fue fotografiado por uno de los tantos orbitadores que circulan alrededor del planeta y descubrieron que yacía abandonado en la llanura de Isidis Planitia.
En 2008 llegó Phoenix, un laboratorio estático, que aterrizó en una de las regiones polares de Marte y que verificó la presencia de hielo de agua en la superficie. Si bien pudo completar su misión, el módulo de aterrizaje se convertiría en chatarra en mayo de 2010 cuando no pudo soportar otro invierno marciano.
Diez años después -en 2018-, hizo un arribo exitoso el Mars InSight, un robot que tiene como objetivo estudiar la evolución geológica. Cuenta con una sonda excavadora que, por ahora, no ha sido capaz de perforar el suelo más de unos centímetros. Con una expectativa de vida de dos años, el lander sigue enviando información a la Tierra.
El futuro
Hace más de 60 años que se inició la exploración en Marte y, sin embargo, el ser humano todavía no ha podido pisar su suelo rojo. Lo que viene en materia de investigación es la posibilidad de traer de vuelta a la Tierra alguna de las misiones enviadas que pueda proporcionar muestras de la superficie.
Mientras la NASA se concentra en ese objetivo y en las peripecias que implique llevar humanos a Marte para 2030, el fundador de SpaceX, Elon Musk, tienen sus ojos puestos en el planeta vecino desde hace un tiempo. El excéntrico multimillonario, incluso, ha asegurado que su prioridad es que haya un millón de personas viviendo allí para finales de siglo. Su idea, para comenzar la colonización, es enviar una nave tripulada por primera vez en 2024.
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