¿Rojo, amarillo o verde? El semáforo de riesgo sanitario en todo el país
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El área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) quedó nuevamente bajo la lupa tras los anuncios del Presidente, que dispuso severas restricciones para esa región sin consensuarlas con el jefe de gobierno porteño. Pero, ¿qué sucede si se mira el mapa completo? ¿Cómo impacta la segunda ola en todo el país?
El mapa epidemiológico de la Argentina desarrollado por LA NACION -en base a indicadores definidos por el Ministerio de Salud-, muestra que el 80% de las provincias está en rojo, es decir, en situación de alto riesgo. En 19 de los 24 distritos, incluidos la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, se superan los máximos establecidos para las dos variables sanitarias evaluadas: la variación de casos entre las últimas dos quincenas es mayor al 20% y la tasa de infectados de los últimos 15 días excede los 150 casos por cada 100 mil habitantes.
En tanto, cuatro provincias -Jujuy, Salta, Chaco y Neuquén- tienen un riesgo moderado (naranja), con alguno de los dos indicadores por encima del límite, mientras que Misiones es la única hoy con riesgo epidemiológico bajo, en verde. Las cifras revelan un cambio muy veloz respecto a diez días atrás: el 5 de abril, eran 11 las provincias en rojo, 10 en naranja y 3 en verde.
Acelerar la vacunación, la clave
“Hay un rebrote muy importante. La tendencia es exponencial. Una de las razones son las nuevas variantes [del virus] que están circulando. Se sabe que tienen mayor transmisibilidad, como se vio en Chile, Uruguay y Brasil, donde el aumento de casos ha sido bastante exponencial”, explica Ángela Gentile, jefa de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y asesora de Nación y Ciudad en el manejo de la pandemia.
“Al haber más testeos se identifican más casos, pero no es igual en todas las jurisdicciones. Las que tienen un índice de positividad más alto están indicando un aumento de casos”, agrega. En este sentido, resalta la importancia de aplicar acciones en unidades geográficas focalizadas, “por departamento o municipio”, porque los índices altos son traccionados principalmente por los centros urbanos.
La experta plantea que el cumplimiento de los protocolos y los controles son dos factores clave para morigerar la curva de contagios en este momento crítico, pero advierte que no son la solución: “Una pandemia no se termina con estos puntos, se termina vacunando. Necesitamos una gran provisión de vacunas y a medida que vayamos vacunando lograremos tener más impacto”.
Una pandemia se termina vacunando
Sin ser los únicos distritos a los que hay que prestar atención, la Ciudad y la provincia de Buenos Aires presentan un aumento de casos preocupante, con una variación entre las últimas dos quincenas de 105,2% y 120,8%, respectivamente. También es elevada la tasa de infección, con 989 casos por cada 100 mil habitantes en CABA y 690 en provincia, números entre cuatro y seis veces por encima del límite recomendado.
Para Leda Guzzi, infectóloga de la Clínica Olivos, de la Maternidad Santa Rosa de Vicente López y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), el país atraviesa “un momento muy delicado, sobre todo por el temor a la saturación del sistema sanitario”. Según la especialista, el aumento significativo de casos sobre todo en el AMBA y en conglomerados urbanos como San Luis (408,7%) y Mendoza (213,8%) obedece a cuatro razones.
La primera es la intensa movilidad de los últimos meses, “que contribuyó a una mayor circulación viral”. Además, señala Guzzi, hay una “pérdida de la percepción de riesgo que llevó a que las personas tuvieran conductas temerarias como generar reuniones y eventos sin mantener los cuidados”.
El tercer motivo que expone es más complejo. “Durante este tiempo, salieron a la calle personas que, como habían estado confinadas durante la primera ola, no tenían ningún tipo de inmunidad”, describe. Y,esta población presenta un riesgo más alto de contagio, asegura.
Un último factor, completa la infectóloga, es la mayor transmisibilidad de las nuevas variantes virales: “Por ahora solo representan el 10% de los contagios, pero son un elemento de preocupación y pueden seguir empeorando. Por la experiencia de países que ya pasaron esta etapa, sabemos que cuando ingresa, la cepa británica -y es probable que pase lo mismo con la de Manaos- puede volverse dominante porque tiene un índice de reproducción mucho más alto que el virus original”.
Tensión en el sistema sanitario
Los 368 fallecimientos reportados ayer también representan un salto importante respecto a la tendencia de los últimos días, que se mantenía en un promedio de entre 150 y 200 casos con algunos picos más altos. Hay que retroceder hasta el 18 enero para encontrar una cifra tan alta, y mucho más atrás, hasta principios de noviembre de 2020, para encontrar varias jornadas seguidas con números similares.
Guzzi explica que el incremento pudo haber sido puntual, pero advierte sobre los riesgos que se vislumbran. “Hay que ser cautelosos en la interpretación de la mortalidad. Los nuevos casos están recientemente diagnosticados, están cursando las primeras fases de la enfermedad y en unas semanas pueden llegar a requerir cuidados intensivos”, analiza.
Y agreaga: “La situación es claramente peor que la del año pasado, cuando los casos se proyectaron hacia adelante y se pudieron contener. Ahora tenemos muchos casos en poco tiempo y el aumento empinado puede conducir a una rápida saturación. El sistema de salud es finito, especialmente el recurso humano: el personal está agotado y no hemos parado un instante”.
Semanas clav
Ricardo Teijeiro, infectólogo del Hospital Pirovano y miembro de la SADI, coincide en orientar la preocupación hacia la posibilidad de respuesta de médicos y enfermeros. “El riesgo de saturación existe y estamos al límite, porque podés generar camas, podés comprar respiradores, pero el cuello de botella es el personal de salud”.
Lamenta que no se haya aprovechado la baja de la curva de los últimos meses para preparar nuevos equipos de trabajo. “Se confió en que iban a estar las vacunas y no se prestó tanta atención a mejorar el sistema asistencial. Y la gente confió en que la vacuna iba a solucionar el problema y las medidas de prevención se relajaron”, evalúa.
Para el especialista, la segunda ola repite en la Argentina el mismo patrón que tuvo en otros países del mundo, con contagios exponenciales y la franja de edad corrida hacia los jóvenes, los grupos socialmente más activos. “No sabemos cuánto va a durar, depende de muchas variables, de las políticas sanitarias que tomemos y también de las conductas individuales. Si hacemos el esfuerzo, quizás en tres semanas podamos por lo menos amesetar la curva”, cierra.