Ringo vivió en la calle y hoy es un emprendedor sustentable
"Los sueños se cumplen siguiéndolos. En la vida se van a cerrar veinte mil puertas, pero siempre hay una ventana abierta para que entre un rayito de luz. Si uno tiene un objetivo, hay que seguirlo. Por más que te contradigan o te digan chiflado. Con todos los palos en la rueda, hay que seguir girando la rueda".
Quien suscribe esas palabras es Ringo Isaías Gonzalo Osvaldo Rodríguez Olivera Bueno Madera, ¡así de largo!, un uruguayo naturalizado argentino que se atrevió a ejercer el poderoso don de la superación personal que todos tenemos dentro, pero que no todos se atreven a desempolvar y poner en acción. Ringo conoció el dolor físico y el desamparo. Vivió en un precario conventillo frente al Riachuelo y luego en la calle. Hurgó en los desechos para sobrevivir. Padeció la mirada cuestionadora de la sociedad. Pero, evolución mediante, hoy es un artesano que logró forjarse un camino a partir de su propio emprendimiento sustentable con el que fabrica bijouterie y riñoneras que él bautizó simpáticamente como "ringoneras". Orgullo de lo propio.
Cuando la historia marca
"Desde que me quedé solo, no digo más mi edad". Su madre falleció en el parto cuando lo tuvo a él y a su hermana melliza, quien murió a los 16 años. Ambos fueron criados por sus abuelos en Villa Constitución, en el Departamento de Salto. Cuando cumplieron cuatro, su padre los trajo a Buenos Aires y en la gran ciudad empezaron a construir una nueva vida. Una vida atravesada por los problemas físicos que ambos acarreaban por haber nacido prematuros. A pesar de todo, la familia mantenía un ritmo de vida prácticamente natural. El padre de ambos era un exitoso ingeniero que trabajaba en el Congreso Nacional y eso le permitía criar cómodamente a sus hijos. Los cambios sociales mutaron el status quo vigente. En los 90 perdió el empleo y no pudo reinsertarse en ningún otro lugar. Corolario: debió salir a empujar un carro en busca de lo que otros desechaban. Comienzo de una nueva historia.
Ringo acompañaba a su padre, el que le enseñaba a diario los valores éticos y morales más profundos, en ese mundo desconocido del cartoneo. Padre incorruptible aún en la peor adversidad. Ese mismo padre que le inculcó la pasión por los libros. Esos que hoy siguen acompañando. Esos que son su puerta hacia la libertad. Y allí están Julio Verne, Emilio Salgari y Jorge Luis Borges. Compañeros de ruta. Y de pensamientos. "Los libros son un escape de la realidad. En los peores momentos siempre tuve un libro en la mochila. Ahora igual". Al poco tiempo de fallecer su hermana, también partió su padre. Ringo quedó solo. Bajo la batuta del desamparo más extremo.
En la calle
"Entre los 21 y los 26 años, dormí en la calle". Ringo trabajó en condiciones precarias en un restaurante. Cuando lo despidieron, comenzó a cartonear con su carro, pero sus huesos frágiles, fruto de las características de su nacimiento, le impidieron seguir. Ya sin ese ingreso, pagar una pensión era poco más que un lujo. Y la calle fue el camino inevitable que le mostró el blanco y el negro. La luz y la oscuridad. La bondad y el sinsabor de la indiferencia. "La primera noche en la calle la pasé debajo del puente de las vías del tren en Barracas, cerca de la pensión donde alquilaba mi cuartito. Fue una de las peores noches de mi vida. Era invierno. Hacía mucho frío. No pude dormir". Pero allí estaba el recuerdo y los consejos de su padre para guiar con su aura. En la calle, Ringo vio las bajezas más extremas y la delincuencia feroz. Droga. Violencia. Pero también se encontró con compañeros de ruta. Manos tendidas como puentes. Y descubrió todo un tejido social que ayuda. "Vivir en la calle tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Lo bueno es la gente que se puede llegar a conocer. Conocí a la Red Solidaria, la Fundación Sí, Amigos en el Camino. Todos me ayudaron. Jamás participé de cosas malas, pero las he visto. Mi padre me enseñó valores para alejarme de eso". Otra vez la guía de ese padre omnipresente. Que fue guía. Y fue mandato.
Recomenzar
Si de laberintos borgeanos está hecha la vida, sabe que esas vueltas, excelsamente descritas por su admirado Jorge Luis Borges, bien pueden ser evolutivas. Además de las organizaciones solidarias, en la calle Ringo conoció a los artesanos que le fueron enseñando el oficio. "Veía que con lo que hacían con el cobre ganaban más que yo, así que me puse a aprender con ellos y en YouTube". Y aquí apareció su cambio paradigmático. La luz que comenzó a orientar. Cambiar para seguir siendo. "El esfuerzo de todos los días en la artesanía, hizo que pudiese vivir de eso.
Hoy es un hombre felizmente realizado, al frente de un emprendimiento sustentable. Resiliencia. En la actualidad, Ringo vende sus propios productos artesanales elaborados con maquinaria y técnicas propias. ¿Cómo se hace? Con deseo. Haciendo girar la rueda, como él dice.
"Los materiales que no tienen mucha venta como el plástico, los reciclo, y fui creando mi propio estilo. En la Argentina soy el único que utiliza la costura pet, que es coser con hilo de botella, y hasta fabriqué una máquina para hacer ese hilo", explica con inocultable orgullo siguiendo la máxima de su gran referente literario Julio Verne quien planteaba que no había obstáculos imposibles sino voluntades más fuertes. "No hay que ahogarse en un balde de agua. Si faltan recursos, se consiguen. El hilo no lo compro, lo hago a partir de las botellas que encuentro. Los cierres para las riñoneras los saco de las viejas camperas, cartucheras, mochilas que también encuentro por ahí. Todo lo elaboro con material reciclado. Aprendí a pensar dónde puedo obtener la mayor cantidad de insumos. Por ejemplo, voy a una fábrica de carteras me dona cuerina y a los chatarreros para que me donen la parte de la lata de gaseosa que no usan. En general, me entregan lo que no necesitan cuando muestro los productos que hago". Para fabricarlos, hoy cuenta con la ayuda de costureras. Impensado para alguien que hasta no hace mucho dormía en la calle. "Me llamaban chiflado y ahora trabajan para mí. Antes trabajaba para pagar el día. Ahora no".
Superación que duele
Superar implica un tránsito, una búsqueda y la ruptura de viejos paradigmas. Elegir con qué quedarse y qué soltar sin que eso implique dejar de ser uno. Uno y sus circunstancias. Superar también implica poner en tensión la identidad y observarla como una ecuación empoderante o su contracara limitante.
"Tuve miedo de llegar a ser mejor que mi padre. Lo sentía como una traición. Fue difícil entender que estaba listo para lograrlo. Pero cuando vi que progresaba y que podía ayudar a los demás enseñándoles el oficio, no sólo estaba cumpliendo mi sueño; aunque no quisiera, estaba superando a mi viejo, que fue el primero de la familia en terminar la escuela, luego le sigo yo. La curiosidad de niño que tengo se la debo a la lectura y a lo que me inculcó él. Ahora mi deseo es ayudar y enseñarle el emprendimiento a gente con vulnerabilidad social. Cuando te observan revolviendo basura hacen como que no te ven. Pero yo era una persona, como todos. No era un mutante porque estaba metiendo la mano en un tacho o comiendo de la basura".
A partir la convocatoria de Red Solidaria Ringo participó de la Escuela de Líderes para la comunidad, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, y no se privó de brindar su experiencia en los claustros.
La cultura de las organizaciones va cambiando. Y los modos de inserción laboral aún más. Ringo se convirtió en un emprendedor modelo inserto en la dinámica económica desde un monotributo social. Alquila su propia vivienda, paga sus servicios, y tiende una mano a quien lo necesita. "El emprendedor sustentable se basa en sus propios medios, no pide nada a cambio, recicla. No se sostiene en la inversión económica. Una condición fundamental es no ahogarse en un vaso de agua. No tengo algo, lo consigo, lo fabrico o lo invento. Busco con mis propios medios. Me falta hilo, lo fabrico. Quiero coser, me invento la máquina", concluye Ringo.
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