Revelan cómo evolucionaron los colmillos de las serpientes venenosas
Un equipo de científico logró descubrir uno de los misterios más antiguos que diferencian a estos animales de otros reptiles
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La respuesta a cómo evolucionaron los colmillos de veneno en las serpientes radica en las características microscópicas particulares de sus dientes. Es lo que sugiere una investigación dirigida por la Universidad de Flinders y el Museo de Australia del Sur, publicada en Proceedings of the Royal Society B.
“Siempre fue un misterio por qué los colmillos evolucionaron tantas veces en las serpientes, pero rara vez en otros reptiles. Nuestro estudio responde a esto, mostrando lo fácil que es que los dientes de serpiente normales se conviertan en agujas hipodérmicas”, explicó el autor principal, el doctor Alessandro Palci, de la Universidad de Flinders.
De las casi 4000 especies de serpientes vivas en la actualidad, alrededor de 600 se consideran “médicamente importantes” para los humanos, lo que significa que, si te muerden, es muy probable que necesites una visita al hospital más cercano para recibir tratamiento.
Los colmillos de veneno son dientes modificados que están ranurados y son más grandes que otros dientes cercanos. Pueden ubicarse en la parte posterior o frontal de la boca, donde se pueden fijar o abisagrar (es decir, se pueden plegar hacia atrás).
Investigadores australianos y extranjeros utilizaron modelos de alta tecnología, fósiles y horas de observaciones microscópicas para revelar que las serpientes poseen pequeños pliegues o arrugas en la base de los dientes. Estos pliegues pueden ayudar a que los dientes se adhieran más firmemente a la mandíbula. En las serpientes venenosas, una de estas arrugas se vuelve más profunda y se extiende hasta la punta del diente, produciendo así un surco venenoso y un colmillo.
“Nuestro trabajo también destaca el oportunismo y la eficiencia de la evolución. Las arrugas que ayudaron a unir los dientes a la mandíbula se reutilizaron para ayudar a inyectar veneno”, aclaró el coautor, el profesor Michael Lee (Universidad Flinders y Museo de Australia del Sur).
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