Revelador informe: por qué las restricciones por el Covid-19 provocan medio millón de muertes adicionales por tuberculosis
Los nuevos casos diagnosticados alcanzaron una cifra récord en 2022, con 7,5 millones, según el último análisis mundial sobre enfermedad de la OMS
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MADRID.– Las restricciones impuestas a la población durante los años más duros de la pandemia de Covid-19, entre 2020 y 2022, fueron responsables de al menos medio millón de muertes por tuberculosis que no deberían haberse producido en circunstancias normales. Esta es una de las conclusiones del Informe Global de Tuberculosis de 2023 publicado ayer por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El documento recoge los últimos datos mundiales sobre prevención, diagnóstico, tratamiento, mortalidad y avances médicos relacionados con esta enfermedad, que en 2022 fue la segunda causa mundial de muerte por un único agente infeccioso (detrás del nuevo coronavirus) y causó casi el doble de decesos que el VIH/sida.
Desde que en marzo de 2020 el SARS-CoV-2 se convirtiera en una emergencia sanitaria mundial, fueron numerosos sus efectos y sus consecuencias, ya fueran directas –como los casi 15 millones de muertes en todo el mundo en solo dos años– o colaterales. Entre estas últimas, las prohibiciones relacionadas con la movilidad humana y de mercancías provocaron, entre otros problemas, que millones de personas en todo el mundo no pudieran ser diagnosticadas de las dolencias que contraían ni tampoco tratadas correctamente.
También ocurrió con los pacientes tuberculosos. No pudieron acceder a los centros y servicios sanitarios, y esto generó un descenso en las cifras de contagios y también de mortalidad. Pero ya entonces diversas organizaciones sanitarias internacionales, con la OMS a la cabeza, lo advirtieron: esa reducción se debía a un más que probable infradiagnóstico, dadas las dificultades acarreadas por la pandemia en curso.
Y así fue. Cuando los estragos del Covid-19 ya quedaron prácticamente en el olvido, los datos se pudieron actualizar con más precisión y el resultado es que se produjo una importante recuperación mundial en el número de pacientes diagnosticados y tratados: hasta 7,5 millones en 2022, la cifra más alta desde que la OMS inició el seguimiento mundial de la infección en 1995. Está también por encima de la cifra pre-Covid y anterior pico histórico de 7,1 millones en 2019, y de los 5,8 millones en 2020 y los 6,4 millones en 2021. En total, 34 millones de habitantes en el mundo luchan contra esta enfermedad. “La cifra de 2022 probablemente incluye un retraso considerable de personas que desarrollaron tuberculosis en años anteriores, pero cuyo diagnóstico y tratamiento se retrasaron por las interrupciones relacionadas con el Covid-19 que afectaron al acceso y la prestación de servicios sanitarios”, razona el informe de la OMS.
El hecho de poder diagnosticar más y mejor, como antes de la pandemia, ayudó a revertir el impacto del número de muertos o enfermos. “En 2022 se produjo una recuperación alentadora en el número de personas diagnosticadas y tratadas, lo que empezó a invertir o mitigar el impacto perjudicial de la pandemia”, sostienen los autores del informe.
Sin embargo, en 2022 esta infección se cobró 1,3 millones de víctimas, casi al nivel pre-Covid, y por debajo de las estimaciones de 1,4 millones tanto de 2020 como de 2021. “Se estima que las interrupciones relacionadas con Covid-19 provocaron casi medio millón de muertes en exceso por tuberculosis en los tres años 2020-2022, en comparación con el número que se habría producido si las tendencias prepandémicas se hubieran mantenido”, dicen los autores del informe.
El infradiagnóstico, no obstante, no dejó de ser un problema, pues se estima que en 2022 unos 10,6 millones de personas desarrollaron tuberculosis, es decir, tres millones de más de los nuevos casos que se notificaron. El dato positivo es que esta brecha es menor que la que se dio durante los peores años de pandemia y se aproxima más al escenario anterior. “Es posible que en 2023 o 2024 se vuelva a la tendencia descendente”, vaticinan los autores del documento.
Entre las noticias positivas, se produjo un cierto progreso en el desarrollo de tratamientos, herramientas de diagnóstico e incluso vacunas, destacó durante una rueda de prensa ayer la directora del Programa Mundial de la TB de la OMS, Tereza Kasaeva. Además, resaltó también el lanzamiento del Consejo de Aceleración de Vacunas en septiembre pasado para facilitar el desarrollo de nuevas inmunizaciones mediante la búsqueda de financiación sostenible y alianzas entre distintos sectores.
Costes económicos catastróficos
La tuberculosis está causada por el bacilo Mycobacterium tuberculosis, suele afectar a los pulmones –aunque no exclusivamente– y se contagia cuando una persona infectada expulsa las bacterias al aire al toser, por ejemplo. Aproximadamente una cuarta parte de la población mundial contrajo el bacilo en algún momento, pero tan solo un 5% acaba desarrollando la enfermedad. Esta puede tratarse y curarse, pero de no hacerlo, hasta el 50% de los afectados puede morir.
Siguiendo el tratamiento recomendado, el 85% de los afectados sana. Sin embargo, el riesgo de no cumplirlo al pie de la letra es desarrollar la variedad resistente a los fármacos de primera línea, lo que supone pasar a un régimen de medicamentos más largo y que produce mayores efectos secundarios. En 2022, se estima que 410.000 personas desarrollaron este tipo de infección multirresistente y que los diagnosticados que iniciaron tratamiento fueron 176.650: es decir, solo dos de cada cinco enfermos pudo acceder a una cura.
Es más, aproximadamente la mitad de los pacientes y sus familias se enfrentaron a unos costos que fueron catastróficos para sus economías, ya que entre gastos médicos directos y otros indirectos –como la pérdida de ingresos por estar enfermo y no poder trabajar– la tuberculosis se puede llevar hasta un 20% de los ingresos anuales de un hogar.
Lejos de los ODS
Los datos presentados muestran que aún se está muy lejos de alcanzar los objetivos recogidos en la Estrategia End TB de la OMS en 2015, incluida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que se comprometieron a cumplir los países miembros de Naciones Unidas aquel año. El hito es que en 2025 se hayan reducido las muertes en un 75%, pero la realidad es que entre 2015 y 2022 hubo un descenso solo del 19%. Lo mismo ocurre con la incidencia: la estrategia contempla una reducción de nuevos casos del 50% y, sin embargo, desde 2015 este descenso fue del 8,7%. Las regiones europea y africana son las que hicieron mayores progresos, con reducciones de al menos el 20% en casos y del 35% en mortalidad.
En cuanto a la distribución, el 87% de los casos en el mundo se dieron en 30 países y dos tercios de ellos en solo ocho: India (27%), Indonesia (10%), China (7,1%), Filipinas (7,0%), Pakistán (5,7%), Nigeria (4,5%), Bangladés (3,6%) y la República Democrática del Congo (3,0%). El 55% de los afectados en 2022 eran hombres, el 33% eran mujeres y el 12% fueron niños hasta los 14 años.
Para combatir de forma efectiva la tuberculosis, desde la OMS se pide un avance más rápido hacia la cobertura sanitaria universal y mejorar los niveles de protección social, así como nuevas encuestas nacionales y datos actualizados sobre causas de muertes para realizar estimaciones más precisas.
La financiación sigue siendo un escollo: en 2022 no se llegó ni a la mitad de los 13 millones de dólares que se calcularon necesarios para la prestación de servicios de diagnóstico, tratamiento y prevención. “Aunque se avanzó en el desarrollo de nuevos diagnósticos, fármacos y vacunas, la falta de financiación está obstaculizando la investigación en estos ámbitos”, subrayó Kazaeva. La directora del Programa de TB valoró, no obstante, que ya haya al menos 16 potenciales vacunas en distintas fases de ensayos clínicos. “Nuestra esperanza es que en cinco años tengamos una vacuna más efectiva”, comentó. Hasta ahora, la única disponible es la llamada BCG, de un siglo de antigüedad y no muy eficaz.
Por eso, en el informe de este año, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, solicitó un compromiso extra para acabar con la enfermedad. “Durante milenios, nuestros antepasados sufrieron y murieron de tuberculosis sin saber qué era, qué la causaba ni cómo detenerla. Hoy tenemos conocimientos y herramientas con los que ellos solo podían soñar”, reflexionó. “Tenemos un compromiso político y una oportunidad que no tuvo ninguna generación en la historia de la humanidad: la oportunidad de escribir el capítulo final de la historia de la tuberculosis”.
Por Lola Hierro
©EL PAIS, SL
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