Resucitaron a una esquiadora que estuvo 40 minutos bajo el hielo
Su cuerpo había llegado a los 13,6 grados, no respiraba ni tenía pulso; cómo lo hicieron
Como si fuera un cuento de ciencia ficción o parte del mito de un Walt Disney que espera congelado el momento en que la medicina permita revivirlo, una joven sueca pudo vencer a la muerte en el hielo.
Se trata de Anna Bagenholm, una esquiadora de 29 años que quedó clínicamente muerta tras permanecer 40 minutos en el agua helada, y que logró volver a la vida en lo que se supone un récord en la historia de la ciencia de Hipócrates.
Nunca antes se había recuperado a alguien desde los confines de una hipotermia de 13,7 grados centígrados, y sólo se tenía documentado el caso de un niño salvado a pesar de haber quedado a 14,4 grados. Pero hoy Anna ya está de nuevo en las pistas, practicando su deporte favorito.
Los médicos que la atendieron, que revelaron el caso a la revista científica The Lancet, así como prestigiosos profesionales argentinos consultados por La Nación , coincidieron en señalar que lo que prácticamente fue un milagro se explica por la rapidez y el vigor con que se emprendieron las técnicas de resucitación cardiopulmonar y de recalentamiento del cuerpo de la accidentada.
La experiencia de los equipos de rescate, su excelente coordinación tanto dentro como fuera del hospital y el equipamiento adecuado utilizado en cada uno de los pasos fue fundamental, según señaló el médico Mads Gilbert, uno de los profesionales que atendieron a la esquiadora. Tanto la víctima como los dos compañeros con los que esquiaba eran, además, médicos entrenados en las técnicas de resucitación cardiopulmonar en el hospital noruego de Narvik, cerca de donde ocurrió el accidente.
En mayo último, Anna y sus dos compañeros esquiaban fuera de pista cerca de la localidad noruega de Fagesrnesfjellet, cuando ella cayó en un arroyo de agua helada. Su cuerpo rompió una capa de hielo de 20 centímetros de espesor y los esquíes la apresaron entre éste y la roca sobre la que fluía el agua.
Sus dos amigos llamaron inmediatamente al servicio de urgencias del hospital de Narvik, pero el primer equipo de rescate tardó una hora y diez minutos en llegar. Cuando finalmente arribó, los jóvenes expertos ya la habían sacado del agua. En ese momento, ya Anna había dejado de moverse: estaba clínicamente muerta.
Tareas de resucitación
Aun así comenzaron las tareas de resucitación. Poco más de una hora y media después llegó el helicóptero de rescate y se intubó a la víctima, se le inyectó oxígeno y se la transportó al hospital universitario de Tromso, en un recorrido de una hora durante el cual jamás se le dejó de prestar atención médica intensiva.
Ya en el hospital, la paciente no respiraba espontáneamente ni tenía circulación sanguínea. Sus pupilas estaban dilatadas y no respondían a la luz. Entonces se le subió la temperatura con un bypass cardiopulmonar y durante 35 días recibió tratamiento de ventilación. La rehabilitación duró, en total, 60 días de cuidados intensivos.
Y Anna Bagenholm se recuperó de una manera increíble. En octubre último todavía sufría de parálisis de las extremidades, pero ya había vuelto a trabajar y también a hacer deportes y excursiones.
A pesar de que la clave de la recuperación estuvo en los momentos iniciales en manos de sus salvadores, la joven confesó que, al despertarse y verse postrada, inmovilizada como una muerta, los odió con toda su fuerza, porque antes había sido una mujer activa y deportista.
Claro que luego añadió que todo había valido la pena y que su experiencia como paciente le serviría para encarar de manera distinta su profesión de médica.
Ahora, Anna forma parte de los anales de la medicina. Estadísticamente está demostrado que sólo entre el 10% y el 33% de la gente sobrevive tras una hipotermia inferior a los 28 grados (la temperatura habitual del cuerpo humano ronda los 37).
"El tratamiento especializado fue fundamental. En la Argentina no es un tema que esté muy desarrollado, a pesar de que no son poco comunes las muertes por congelamiento en los lagos del Sur", explicó el doctor Eduardo Soto, especialista en neuroquímica e investigador del Conicet.
Un caso en la Argentina
A los 60 años, y tras un accidente pescando con mosca, Soto pasó 20 minutos en el medio del Huechulafquen, cerca de Junín de los Andes, con el cuerpo a 16 grados hasta que fue rescatado.
"Como bien demuestra el caso noruego, el primer momento es importantísimo; por ejemplo, hay que comenzar a calentar el cuerpo inmediatamente, pero evitando que la temperatura suba de manera brusca", comentó.
Y de su propia experiencia recordó que, por el susto, uno tarda unos 15 a 20 minutos en reaccionar, pero que es ese momento de enorme stress el que comienza una serie de reacciones (secreción de hormonas, adrenalina, aumento del ritmo cardíaco) que permite la reacción extraordinaria que se necesita y evita que la víctima se quede dormida.
"El hombre tiene que compensar por la falta de capa de grasa, piel gruesa y pelos que tienen los mamíferos mejor adaptados al frío, como el oso polar", agregó.
Frente al éxito del caso noruego, muchos se ilusionaron con la posibilidad de que este tipo de enfriamiento sea inducido artificialmente, y que la recuperación de cuerpos clínicamente muertos sea una realidad masiva y cercana.
Samuel Finkielman, profesor consulto de la Universidad de Buenos Aires y director del Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, celebró la experiencia escandinava, pero se mostró cauto respecto de las perspectivas futuras que puede traer al campo.
"El congelamiento gradual para intervenciones de corazón y cerebro se usa corrientemente, es un método de vitalidad suspendida -aclaró en diálogo con La Nación -, pero el problema son las fantasías que el uso del frío en la medicina despierta, en particular respecto de la criogenia."
Para Finkielman, es casi aterrador pensar en el aumento de la gente que elige mantenerse, a altísimos costos, congelada a la espera de una cura para algún tipo de enfermedad terminal.
Y -salvo para casos puntuales- se mostró poco entusiasta respecto de la idea del frío como el gran aliado de la medicina.
"Si los líquidos del cuerpo llegan a cristalizar, puede haber cambios estructurales y subestructurales irreversibles en las moléculas. Esa chica tuvo mucha suerte", terminó.
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