Restricciones. Los parques porteños, un refugio para los chicos en pleno aislamiento estricto
Luego de una semana sin clases, los espacios verdes funcionaron como un lugar para el reencuentro de compañeros de escuela
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Caballito, 11.30. La estación saludable del Parque Rivadavia se convirtió desde temprano en el principal entretenimiento de los chicos del barrio, que, junto a sus padres, se acercaron a jugar y a descansar de una semana marcada por la suspensión de las clases presenciales y el aislamiento, que muchos adultos describieron como “terrible” y “agotador”.
Los toboganes, las hamacas y la calesita del predio estaban clausurados con cintas de seguridad desde el fin de semana pasado cuando el gobierno porteño decidió endurecer las medidas de cuidado contra el coronavirus. Sin embargo, eso no impidió que durante la jornada de hoy los chicos encontraran otros lugares, como el arenero del gimnasio, para jugar.
“Uno trata de que jueguen en donde se pueda. Estaría bueno que el área de juegos estuviera abierta para que no se acumulen todos acá. Pero lo importante es que respiren aire libre, especialmente esta semana, que no hubo clases”, opinó Victoria, de 37 años, mientras observaba de cerca a sus dos hijos pequeños.
Al mediodía, el cielo despejado ayudaba a sobrellevar el frío otoñal, que solo se hacía sentir a la sombra. Bajo el sol, a pocos metros de Victoria, Patricio Riva, de 43 años, ayudaba a su hijo Pedro, de cinco años, a balancearse por el borde de cemento del arenero. “Su madre y yo somos médicos y nos cuidamos muchísimo. Pero también sabemos que Pedro necesita tener contacto con otros chicos. El año pasado, durante el aislamiento estricto, volvió a orinarse en la cama, fue terrible”, comentó.
Los padres y los chicos coparon las inmediaciones del estanque, las áreas de césped y los caminos internos del parque. Pese a las nuevas restricciones, sobre una de las mesas del predio, una pareja esperaba a los invitados del cumpleaños de sus hijo con una gran torta de chocolate y muchos vasos descartables.
Sobre la escalinata que lleva al monumento a Simón Bolívar, Sebastián Romano, de 33 años, su hermano, sus padres y su hijo se sentaron a conversar. “Hace mucho que los abuelos no veían a su nieto. Están vacunados, pero se cuidan mucho igual, así que nos encontramos acá”, contó. Para él y su mujer, esta semana sin jardín de infantes fue “durísima”. Los dos trabajan de manera remota, pero como su hijo tiene dos años, pasaron gran parte de sus jornadas laborales buscando la forma de entretenerla, al igual que durante gran parte del año pasado.
Para muchos vecinos de la zona, el Parque Rivadavia suele ser sinónimo de tranquilidad. Nada tiene que ver, dicen, con el Parque Centenario, ubicado a un par de cuadras, donde se aglutina mucha más gente los fines de semana. Hoy, sin embargo, ese no fue el caso. El Rivadavia tuvo una concurrencia que sorprendió a muchos de los vecinos.
El Parque Centenario fue el lugar de reunión de varios grupos de padres e hijos que hoy organizaron salidas de juego al aire libre. Ese es el caso de Valeria, Carmen y Carla, cuyos tres hijos, todos de cuatro años, asisten juntos a un jardín de infantes cercano. “No solemos venir acá los fines de semana, porque está repleto. Hoy sí, porque nuestros hijos estuvieron toda la semana encerrados. Estos últimos días fueron terribles. Como trabajamos, terminamos dándoles a nuestros hijos la tele y el celu para que se entretengan, y no está bueno”, sostuvo Valeria, que prefirió preservar su apellido. Según destacaron las vecinas, hoy hubo menos gente de lo usual, debido a que la feria del parque, que suele extenderse por las veredas externas del predio, se encuentra cerrada desde el sábado pasado.
A unas 20 cuadras, sobre un camino interno de la Plaza Irlanda, Juan y Cecilia, un matrimonio de 72 y 68 años respectivamente, paseaban del brazo, mientras un grupo de chicos en bicicletas y monopatines los esquivan a gran velocidad. Los dos están vacunados contra el coronavirus con una primera dosis, lo que los hace sentirse más tranquilos para circular, pero de todas formas intentan evitar los lugares de la plaza donde abundan los niños.
Entre pelotas de fútbol que iban y venían, Hernán, de 42 años, y otros tres padres del jardín de infantes conversaban, mientras sus hijos jugaban. “Hay que aprovechar el sol del mediodía, especialmente ahora que los días son más cortos. Los chicos son los que más padecieron el encierro de esta semana. Mis dos hijos ya me empezaron a preguntar si va a pasar lo mismo que el año pasado, que alargaban el cierre de las clases cada 15 meses. Ellos la pasaron muy mal durante 2020. Por suerte, ya les pude responder que no”, comentó.
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