Respetar el calendario escolar, la clave del progreso
La Argentina se ubica por debajo del promedio de los países que integran la OCDE tanto en días como en cantidad de horas de clase (180 días y 720 horas anuales versus 183 días y 794 horas). También aparece por debajo de países de América Latina y el Caribe, como Cuba, Brasil, México, Colombia, Costa Rica y Chile. Esto se vuelve más grave aún si se tienen en cuenta los días perdidos por conflictos sindicales y ausentismo docente y escolar.
En el país se dictan en las escuelas primarias 720 horas de clase anuales. El número corresponde a 180 días, a razón de cuatro diarias. En Chile, los chicos que están cursando cuarto grado ya han tenido más horas de clase que la mayoría de los alumnos argentinos que concluyen el primario.
Nuestra realidad es preocupante cuando se considera la cantidad de horas de aprendizaje que podrían dictarse si se cumpliera la ley 26.075 que, en 2005, fijaba como objetivo la ampliación de la jornada escolar extendida (JEE) hasta llegar al 30% de los alumnos en un plazo de cinco años. Tengamos presente el importante hecho que la actual ley nacional de educación establece en la JEE para todas las escuelas del país, pero lamentablemente estamos lejos de cumplirla porque, en 2015, de cada 100 alumnos apenas 14 la tenían.
La desigualdad es muy grande: mientras en la Capital y Córdoba el 45% de los alumnos de escuelas estatales primarias tiene JEE, en el conurbano, donde imperan la pobreza y la marginalidad social, solo cinco de cada 100 la tienen.
Si comparamos el nivel de conocimiento de los alumnos de aquellas naciones que registran mayor cantidad de horas de clase que la Argentina, se nota que la performance alcanzada por esos estudiantes en las pruebas PISA es, en la mayoría de los casos, superior a la registrada aquí. Es cierto que también hay varios países entre los que se destaca Finlandia, donde los alumnos primarios tienen menos horas de clase que los argentinos, y sin embargo el nivel de conocimientos es mayor en la última PISA (2015). Esto indica que más horas de clase no aseguran automáticamente de por sí, sin mejoras en el proceso de aprendizaje, una educación de mayor calidad, pero es altamente probable que menos horas hagan más difícil enriquecer el aprendizaje.
Mejorar la educación, al apuntar a una escuela de calidad con inclusión social, es un imperativo colectivo. Por eso hay que comenzar por el principio, respetando el calendario escolar y teniendo siempre las escuelas abiertas para nuestros chicos. Construir una nación próspera y una sociedad con igualdad de oportunidades es una tarea compleja, que debe ser sostenida en el largo plazo. Tarea en la que la escuela debe ser la piedra fundamental de esta nueva sociedad. Tarea que llevará tiempo. Por eso hay que empezar ya.
El autor es director del Centro de Estudios de Educación Argentina de la Universidad de Belgrano
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