Resignación: el drama de los vecinos de Avellaneda golpeados por dos inundaciones en 15 días
Los habitantes de la localidad bonaerense de Piñeyro, que depende de ese partido, vieron cómo el agua ingresaba a sus casas; muchos perdieron desde muebles hasta mercadería
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Dos fueron las veces que, en los últimos 15 días, los vecinos de la localidad bonaerense de Piñeyro, en el partido de Avellaneda, encontraron las calles y veredas inundadas. Los días de lluvia de esta semana enfrentaron a los ciudadanos a situaciones nunca antes vistas. El temporal del martes volvió a sumirlos en el infierno. Algunos, incluso, tuvieron agua dentro de sus casas y los comercios de la zona sufrieron pérdidas. Afirman que nadie del Municipio se preocupó por lo que padecieron. De hecho, aquí, sobrevuela la resignación.
El 12 pasado, luego de días de lluvia, los vecinos enfrentaron una inundación sin precedentes. Nunca pensaron que esta semana volverían a vivir una situación similar. Michelle Belén tiene una despensa, sobre la avenida Hipólito Yrigoyen, que hace días, otra vez, se llenó de lodo y suciedad y tuvo que estar cerrada dos días. Sin embargo, a su pesar, ese no fue el mayor problema que la lluvia le trajo a su familia.
En avenida Hipólito Yrigoyen al 1300, está la pizzería Morena de Ramona Belén, madre de Michele. El frente del local tiene hoy un tablero nuevo de Edesur; el anterior debió ser reemplazado luego de que, al verse alcanzado por el agua, hizo cortocircuito y se prendió fuego. “La semana pasada el agua subió cuarenta centímetros acá dentro del local y esta vez volvió a pasar lo mismo”, dijo Ramona, oriunda de República Dominicana. Según manifiesta, desde que llegó a la Argentina en 2008, nunca vio inundaciones como las de los últimos días. “El freezer estaba rodeado de agua. Creo que ya no va a funcionar porque cada vez que lo enchufo hace cortocircuito. Como estuvimos sin luz, tuve que tirar mucha mercadería; perdí todo. Nosotros vivimos acá al fondo del local: dentro de mi casa también subió el agua”.
“Perdí todo”
Al igual que muchos hogares de Piñeyro, en los pasillos y habitaciones de la casa de Belén, abundan las cajas con zapatillas húmedas, baúles con toallas y frazadas arruinadas por la humedad y muebles tumbados a la espera de que se sequen. Dice que los nueve integrantes de su familia, mientras esperan que se retire el agua, se instalaron en la única habitación que tiene el piso de arriba. Después de la lluvia del martes, recién el viernes pudo abrir de nuevo el local. Al fondo, en el patio, el agua acumulada, de a poco, empieza a drenar y le quita una preocupación: los criaderos de mosquitos vectores del dengue.
“El martes estuvo cerrado porque nadie puede llegar al local”, dice Nicolás Caravajal, vendedor del Chakal Motos. “Cuando volvimos el miércoles, las computadoras estaban todas mojadas. Ahora nos estamos mudando; no se puede así: cada vez que llueve se inunda la calle y no se puede abrir. Tampoco puede venir nadie”, manifiesta. Señala además que, en los últimos tres años, nunca vivieron algo igual.
Los vecinos señalan que hubo antes otras inundaciones. La diferencia es que, en el pasado, cuando dejaba de llover el agua drenaba rápido. En las calles, algunas bocas de tormentas, insinúan, no funcionan de todo bien: no se sabe si después de las últimas tormentas o mucho antes, quedaron obstruidas con material, pedazos de piedras y ramas.
En respuesta a la consulta de LA NACIÓN, voceros del municipio, a cargo de Jorge Ferraresi, indican que las lluvias en estas dos semanas estuvieron por encima de los valores históricos y marcaron el récord de cantidad de agua caída en décadas. Por otra parte, subrayaron: “En cuanto a la desobstrucción y mantenimiento de sumideros, es una tarea periódica que se lleva a cabo en toda la ciudad”. Y completaron: “Se estuvo trabajando todos estos días e incluso después del temporal del 17 de diciembre desde las áreas de Defensa Civil, Obras Públicas, Seguridad, Desarrollo Social, Salud y Bomberos para atender y ayudar a los damnificados”.
A pocos metros de la avenida Hipólito Yrigoyen, en la calle Uruguay un árbol está caído sobre la vereda. “La inundación pasó porque no limpian como deberían”, expone el vecino Alejandro Reali.
La avenida Galicia es otra que sufrió anegamientos. De hecho, varios fueron los vecinos que cerraron espontáneamente las calles para evitar que los autos que pasaban empujaran con olas el agua dentro de sus casas. Ante ello, varios fueron los conflictos que se generaron con los conductores de los automóviles que, pese a todo, querían avanzar.
La Escuela Primaria Nº41 General Juan Lavalle, ubicada en avenida Galicia 467, esta vez no fue afectada por la inundación. Sin embargo, muchos chicos no fueron a clases. “El martes hubo clases, pero vinieron poquitos”, dijo Laura Arrué, madre de unas de las alumnas de la institución. Y agregó: “Esta vez no entró el agua a la escuela, llegó a la puerta. La semana pasada sí ingresó”, sostuvo.
La churrería Lucila del Mar está sobre la avenida Galicia al 400. Natalia Centarti es la dueña desde hace 18 años. Ella dice que si bien ha visto anegamientos, nunca vivió algo igual. “La semana pasada el agua subió dentro del negocio unos 30 centímetros. Esta semana, un poco menos, pero también entró bastante. Tuve que tirar bolsas de harina y potes de dulce de leche que tenía sobre una tarima. Solo en mercadería, sin contar los muebles que se dañaron, perdí $100.000. Además de eso, se me complica cocinar porque los caños de gas se humedecieron y no sale con presión”. Tanto ella como Ramona Belén sostienen lo mismo: nadie del municipio se acercó a preguntarles nada ni a ofrecer ayuda.