Rescatan la casa que habitó Baldomero
La residencia del poeta Fernández Moreno, en Flores, está siendo refaccionada por sus nuevos dueños
Hubo una época en la que vivieron todos juntos: Roberto Arlt, Alfonsina Storni, Oliverio Girondo, Baldomero Fernández Moreno, Conrado Nalé Roxlo y Juan José de Soiza Reilly.
En el barrio de Flores se dio esta abigarrada convivencia literaria. Quizá porque es una de las zonas más heterogéneas y misteriosas de Buenos Aires. Estimula la imaginación. Alejandro Dolina la hizo predilecta de ángeles y de soñadores sensitivos.
Desde hace dos décadas, la Comisión de Vecinos de Flores pretende la declaración de sitios históricos para los lugares que habitaron los escritores. "Nunca se puso ni una placa", se lamenta el presidente de la entidad, Carlos Demarco.
La única excepción es la vivienda que perteneció a Fernández Moreno, en Francisco Bilbao 2384. Por ley 24.678, en 1996 se la designó "monumento histórico artístico". Simultáneamente, se abrió una cuenta en el Banco de la Ciudad para que los vecinos aportaran dinero con el fin de que la comuna comprara la casa e hiciera de ella un museo, pero sólo se reunieron 11.000 pesos, contra los 200.000 que valía la propiedad.
La calle, en ese tramo, se reduce a sólo 40 metros, en los que no hay más que un par de edificaciones. Se trata de dos imponentes mansiones mellizas, de planta baja y dos pisos, y de casi 300 metros cuadrados cada una.
La del escritor posee un detalle estructural bastante curioso: a la parte alta se puede acceder tanto por una escalera interior como por otra que está afuera, en el jardín.
A la inversa de la otra, la de Baldomero luce muy deteriorada. En su frente hay dos limoneros de frutos ya maduros. Sobre una pared descascarada, en un sencillo y fileteado cartel, se lee: "Aquí vivió el poeta Baldomero Fernández Moreno, 1866-1950. Distrito escolar 11".
Trabajos demorados
El escritor fue ocupante del palacete desde 1938, cuando lo compró al ingeniero italiano Máximo Stunzi, que lo construyó en 1918 junto con su similar lindero. Luego, perteneció a Teresa M. de Russo, de quien lo heredó su hija, Ana Elena Russo. Viuda y con una magra pensión, esta propietaria no pudo mantener la mansión, de 7 habitaciones, 3 baños y dos grandes salones, que tiene otra salida-garaje por el pasaje Robertson.
Pasaron varios años sin interesados en su compra, hasta que en mayo último fue adquirida por un matrimonio de periodistas, Norberto Colominas y Miriam Lewin.
"Para fin de año esperamos haberla puesto en condiciones", dice Colominas, entre un universo de deterioros y de herramientas. Parece un trabajo arduo. Hay que poner en condiciones paredes, techos, puertas (algunas tienen hasta diez capas de pintura), ventanas, cañerías y hasta la totalidad del cableado eléctrico. Las obras las dirige el arquitecto Ariel Lewin, hermano de Miriam.
"Debemos respetar las condiciones originales, y por eso trabajamos siguiendo los planos. De eso depende la exención de algunos impuestos", dice el arquitecto. Con ese objetivo, se hizo un álbum de fotos de todos los ámbitos, "para tener un antes y un después".
Los nuevos propietarios se revelan expertos en Baldomero Eugenio Otto Fernández Moreno, tal su nombre completo, apunta Miriam, su devota admiradora. Cuentan que el poeta pudo comprar la casa con los 20.000 pesos que le dieron al ganar el Premio Nacional de Poesía, en 1935. Otro galardón importante fue el Gran Premio de Honor de la SADE, en 1949.
El escritor ejerció su profesión de médico solamente en Chascomús, en donde vivió entre 1921 y 1924, tras su residencia en España. Es autor de unos 20 poemarios, de un lirismo directo, casi siempre referido al amor y el paisaje cotidiano.
Murió el 7 de julio de 1950, cuando iba a un teatro para ver "La muerte de un viajante", de Arthur Miller.
Pero no se puede concluir ésta o cualquier otra evocación sin recordar aquel poema de Baldomero que comienza "Setenta balcones y ninguna flor..."
No hace mucho, su hija Clara resolvió el enigma del lugar al que se refería, aclarando que se trataba de un edificio ya desaparecido, sobre la avenida Alem.
Sin flores, por decreto
Durante años, se creyó que la fuente de inspiración había sido el gran complejo de departamentos de Pueyrredón y Corrientes.
Un día se le preguntó sobre el particular al encargado de ese edificio, un gallego de La Coruña. En apoyo de la creencia, se le hizo notar que en los balcones no había flores. "Pero no, hombre - dijo el portero -. Es sólo que la municipalidad prohibió las macetas, desde un día que se cayeron unas cuantas sobre la gente. "