Reliquias históricas: el increíble tesoro de un abogado que encontraron escondido en un departamento de Caballito
La colección permaneció oculta al público durante casi tres décadas en cientos de cajas que casi terminan en un volquete; universidades del exterior llegaron a ofrecerle 400.000 dólares para adquirirla
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Florencio Sánchez tenía 18 años cuando desde un departamento en Avenida de Mayo al 500 vio una hueste de soldados enfilar hacia Casa Rosada. La oportunidad lo encontró en el balcón de su casa donde se volvió testigo de un golpe de Estado. Se trató del segundo de los seis que sufriría la joven democracia argentina a lo largo del siglo XX. El 4 de junio de 1943 la cúpula castrense encabezada por los caudillos militares Rawson, Ramírez y Farrell junto con el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) —una organización militar de la que participó Juan Domingo Perón—, derrocaron al Gobierno del presidente Ramón Castillo.
Consternado por el suceso, Sánchez se aventuró a las calles a comprar los diarios de aquellos días convulsionados. Compró los periódicos y semanarios de todas las corrientes políticas. Acumuló con el tiempo afiches, volantes, boletas electorales y publicaciones partidarias de izquierda a derecha. Un espectro político completo. Se propuso documentar todo en una colección que contuvo una pluralidad de voces inusitada. Por 40 años perseveró documentando la historia política argentina, cada hecho significativo del país hasta 1983, cuando asumió la presidencia Raúl Alfonsín y sintió concluida su misión ciudadana con la vuelta de la democracia.
Al morir, el tesoro de Sánchez quedó en un departamento en Caballito frente al Parque Rivadavia. Por 27 años permaneció oculto al público en centenares de cajas que casi terminan en un volquete, hasta que sus herederos decidieron donarlo para formar una hemeroteca. La colección cuenta con más de 25.000 publicaciones periodísticas originales, 200 afiches políticos en perfecto estado de conservación y elementos históricos como una sidra de Perón y Evita que nunca fue abierta. Permanecen los misterios de las razones de Florencio Sánchez —que en vida se dedicó a la abogacía y no tuvo ninguna afiliación política— para transformarse en un archivista amateur minucioso que no se detuvo en cuatro décadas. Su obsesión técnica y detalle le permitirán a los historiadores contemporáneos reconstruir casi cualquier evento argentino entre 1943 y 1983 a partir de todas las miradas y protagonistas de los hechos.
“El hallazgo fue azaroso. Recibimos el llamado de la hija de Sánchez contándonos que tenía un archivo importante. Fuimos al departamento en Caballito, con algunas cajas pensando que se trataba de una donación habitual. Nos encontramos con un tesoro oculto. El archivo ocupaba todo el living de un departamento de cuatro ambientes, y toda la baulera, desde el piso hasta el techo con papeles, diarios, recortes, afiches y volantes. Por el volumen no podíamos abrir la puerta”, dijo a LA NACION Horacio Tarcus, historiador a cargo del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda (Cedinci).
La cantidad de material acumulado exigió que cuatro representantes del Cedinci tuvieran que volver al departamento con un camión de mudanza, tres peones y un fletero. Solo cargar el camión les llevó siete horas. Confiaban que el trabajo no sería en vano y que habían dado con un hallazgo único, en cada caja proliferaba la documentación histórica. En los primeros paquetes que abrieron se encontraron con volantes de la última dictadura militar, afiches y diarios sobre Malvinas, voces a favor y en contra de la guerra.
“Coleccionó todo con una voluntad plural sorprendente. Tenés publicaciones del nacionalismo más extremo hasta el liberalismo, peronismo y antiperonismo. Mucha prensa radical, periódicos de la extrema izquierda, como el PRT, hasta la extrema derecha. El peronismo va desde los Montoneros hasta López Rega, porque está la colección del diario Las Bases y El caudillo de Felipe Romeo, ambos vinculados a la Triple A. Hay prensa antifascista y prensa abiertamente fascista. Periódicos de la resistencia peronista del periodo 1955-1973, periódicos como El Gorila, de un antiperonismo radical, y periódicos que se llamaban El Hombre, o Juan, porque estaba prohibido por ley decir Perón por la censura”, dijo Tarcus.
De los diarios juntaba La Prensa, LA NACION, La Razón, Crónica, Clarín y Diario Popular desde los primeros números. También ediciones efímeras que no superaron más que unos cuantos números. “Encontramos periódicos que salieron por períodos muy acotados como El Líder, Democracia, o más raros como El Descamisado, de Montoneros, Marchar, de la extrema derecha nacionalista, El Político, Nueva Política, Azul y Blanco, El Combatiente, del PRT, La Hora, del partido comunista. Prensa muy escasa que no se encuentra en la Biblioteca Nacional o del Congreso. Encontramos muchos periódicos que solo conocíamos por nombre pero nunca habíamos visto un ejemplar en persona”, agregó el historiador.
Están todas las colaboraciones del periodista Rodolfo Walsh, ligado a Montoneros, y los periódicos originales donde publicaba los capítulos de su libro Operación Masacre en el que retrató los fusilamientos en José León Suárez durante la dictadura de la Revolución Libertadora. Hay folletos que abarcan desde Guillermo Patricio Kelly hasta Firmenich. De Santucho a Aramburu y de Perón a Balbín. También juntó los libros de lectura infantil del período peronista con toda la folletería de propaganda de la secretaría a cargo de Raúl Apold. Documentó exhaustivamente los libros de adoctrinamiento escolar como El paraíso de los niños, o Evita que conservan en perfecto estado el abecedario que se despliega de sus páginas con un agrupamiento de palabras utilizadas en el período peronista para alfabetizar en la primaria. Se pueden leer: lealtad, gasoducto, renunciamiento, mártir, Evita, Dios, Virgen, Faustino, quinquenal, Juan, lealtad, policlínico, entre otras palabras singulares.
Su recolección no se limitó solo a los periódicos. Sánchez reunió el humor político de la época con toda las series que editaba el humorista gráfico Landrú como Tía Vicenta, Cascabel y Tío Landrú. Hay material recogido en marchas y manifestaciones en la Plaza de Mayo que conservan las huellas de pisadas de los transeúntes porque los levantó de la calle. El abogado marcaba con lápiz o un sello la fecha y el lugar de cada uno que había tomado. Por ejemplo, un troquelado de propaganda con la figura de Fidel Castro satirizada como un demonio rojo. La autoría es del grupo conservador católico Familia Tradición y Propiedad que advierte a sus seguidores sobre una alianza entre Cuba, y Chile, gobernada por Salvador Allende, para “extender el comunismo a la Argentina”. En puño y letra Sánchez dató el folletín con la fecha 9 de septiembre de 1970.
La colección la completa una botella sin abrir del primer período peronista que se repartía a los trabajadores en las festividades. La botella tiene una etiqueta con la leyenda “Perón y Evita a sus descamisados les desean Feliz Navidad y Año Nuevo” y tiene estampada las caras de los líderes del peronismo. Fue elaborada por una marca de nombre Zanatta.
“El consejo de Florencio Sánchez, que lo pensó como jurista, es que hay que escuchar todas las campanas y elaborar nuestro propio juicio histórico viendo cómo se leyó un acontecimiento o se entendió una figura desde las distintas ópticas. Decía que para poder descifrar un acontecimiento histórico hay que acudir a las fuentes más diversas, ver cómo lo leyeron y recién ahí emitir el juicio propio y sacar conclusiones de la historia”, agregó Tarcus.
El Cedinci se encuentra catalogando y digitalizando toda la colección de Florencio Sánchez para su libre acceso al público y los investigadores. A partir del próximo año se van a cargar las primeras ediciones recolectadas por el abogado.
El legado
Florencio Sánchez nació el 28 de diciembre de 1924 en el barrio porteño de Parque Patricios. A los siete años tuvo su primer trabajo como ayudante en la librería Papetti. Estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires y ejerció la profesión de abogado toda su vida.
“Mi papá era tan sencillo. Era muy retraído, no hablaba de su cosas. De esta colección no estuvimos enterados por muchos años. No se cómo fue la idea, por qué se le ocurrió pero él era un hombre amante de su país. Cada vez que pasaba algo se asomaba y veía todo. Nunca le presté atención a su hemeroteca hasta el día que lo vinieron a entrevistar a casa para la revista Panorama en la década del 70. Ahí me di cuenta de que se trataba de algo muy importante”, dijo a LA NACION María Teresa Sánchez, hija del coleccionista.
Después de aquella entrevista, Sánchez recibió dos ofertas de las universidades de California y de Pensilvania que quisieron adquirir su colección por US$400.000. Él las rechazó porque su decisión fue que permaneciera en el país para que fuera accesible a la consulta pública de los argentinos.
“Era un fanático del estudio. Cursaba en la UBA en el horario nocturno hasta las 12 de la noche. Con mi mamá lo esperábamos trasnochadas con la cena. Comía y a las 4 de la mañana ya se levantaba a estudiar. Nunca lo vio como un sacrificio, estudiaba y devoraba los libros. Si tenía que estudiar la materia Contratos, no leía 10 veces un mismo autor sino que leía 10 autores diferentes para entender el tema”, dijo María Teresa.
Florencio Sánchez también era un políglota. Hablaba inglés, francés, aprendió latín para dar Derecho Romano en la facultad y guaraní porque su esposa se había criado en Corrientes.
“Tenía el bolsillo flojo. Como fue un muchacho muy humilde que trabajó desde los siete años, todo el dinero que le entraba salía pronto de su bolsillo. Durante el año compraba juguetes y todas las navidades nos hacía cargar el baúl del auto con bolsas de regalos y nos íbamos para Ezeiza y Tristán Suárez, zonas de gente trabajadora y chicos descalzos. Se subía al capó, hacía sonar una campana y mientras yo manejaba a paso de hombre repartía los regalos a los chicos que iban apareciendo”, contó la hija del coleccionista.
Su colección la denominó Hemeroteca Argentina y la inventarió junto con su esposa. Todo los gastos los hizo a costa de su propio bolsillo. Su familia nunca lo vio juntar nada. “Tenía todo en su estudio, en sótanos, rincón que encontraba afuera de casa para que mi mamá no lo retara por gastar tanta plata. Se amigaba con los porteros de los edificios para guardar debajo de una escalera, en una habitación o en los baños. Cada tres años juntaba a la familia y gente de su estudio y nos hacía abrir paquete por paquete y cambiarles el papel madera del envoltorio. Era toda una ceremonia, un trabajo durísimo”, dijo María Teresa.
Para sus amigos su afiliación política fue siempre indescifrable. Testimonio de ello lo dio su socio y amigo Carlos Sosa. “La gente que lo conocía venía a preguntarme ´en tantos años que lo conozco, decime, ¿Florencio de qué bando o partido es?´. Nunca exteriorizó nada, nunca se puso la camiseta de ningún partido político“, dijo a LA NACION, Sosa quien se ocupó de su estudio jurídico cuando el abogado se retiró.
Nunca le reveló a nadie el verdadero motivo de hacer la hemeroteca, ni a su familia ni sus amigos más cercanos. Murió de parkinson un día antes de la reelección de Menem y no dejó un legado con instrucciones de qué hacer con su colección tras su muerte. A nadie le impuso la carga de conservar y continuar su obra. De alguna manera confió en que la fortuna la haría llegar a buen puerto. La misma permaneció inmutable en Caballito hasta hoy. Misterioso, indescifrable hasta para sus afectos, las incógnitas del archivista amateur pueden quizá despejarse con las ideas que plasmó en un libro de su autoría que tituló Democracia Directa y que es una oda a la cultura cívica. Antes de morir Florencio Sánchez escribió:
No puedo creer que, como ciudadano, esté en impotencia absoluta para influir en la marcha del país. No puedo creer que, desde mi condición de ciudadano, no pueda hacer nada para mejorar la situación de la patria. No puedo creer que todo tengan que hacerlo desde el Gobierno y yo no pueda impedir que lo hagan mal, ni empujarlos para que lo hagan bien, ni hacer yo, directamente, lo que ellos no hacen. ¿Verdaderamente no puedo hacer nada?¿Nada, nada, nada? ¿No seré yo, como ciudadano, el culpable de que algunas cosas no se hagan, o se hagan mal? ¿Qué hago yo para lograrlo, para corregirlo? ¿Qué me impide hacer algo? ¿Está prohibido?¿No hay forma de hacer algo? ¿Algo, por lo menos? No puedo creerlo. No puedo creerlo. Alguna manera debe haber. Alguna manera habrá.
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