Relaciones rotas: por qué un espacio público porteño es clave para el reencuentro de familias en conflicto
Se trata del Programa Encuentros entre Padres e Hijos, que depende del Poder Judicial de la Nación; la iniciativa funciona en el Jardín Japonés
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“En 2009, atendí a una niña de cuatro años que vivía con su tía. Su papá había matado a su mamá y se había llevado al hermano mayor, dejándola con el cuerpo de su mamá. Él terminó preso, aunque ya fue puesto en libertad. Fue terrible”, relató a LA NACION la licenciada en Trabajo Social Susana Serra.
Se trata de un caso perteneciente a uno de los 24 juzgados de Familia que operan en la ciudad, que derivó a los familiares paternos al Programa Encuentros entre Padres e Hijos, dependiente de la Cámara Nacional Civil del Poder Judicial de la Nación, para que puedan recuperar el vínculo con la niña en un espacio supervisado.
“La bisabuela, de más de 80 años, y la abuela paternas solicitaron la revinculación con la niña, que vivía con la tía materna. La pequeña también se revinculó con su hermanito, que en aquel entonces tenía 10 años. Todas se sintieron contenidas y a día de hoy, con 17, la joven me manda mensajitos contándome que está bien”, relató Serra.
El programa, que fue impulsado en 1994 por el Juzgado N°23 que estaba a cargo del por entonces magistrado de la Nación Jorge Noro Villagra, opera en los casos derivados a través del organismo con familias de la ciudad en situación de conflicto. Hoy el equipo está conformado por cuatro mujeres: Gabriela Tobi, psicóloga; Ana Ojeda, profesora de educación física; y Susana Rizzolo y Susana Serra, trabajadoras sociales; y está dirigido por cuatro jueces con competencia en asuntos de Familia, aunque por el momento quedó en manos únicamente de María Celia García Zubillaga, del Juzgado N°10.
El lugar de encuentros entre familiares no convivientes y los niños, cuyo objetivo es retomar el vínculo de manera supervisada, se realiza durante dos horas una vez a la semana en el Jardín Japonés, tras el ofrecimiento de la comunidad japonesa en 1995. “Es un lugar de tranquilidad, ideal para realizar este tipo de encuentros entre las familias que mantienen algún tipo de conflicto y se están revinculando”, señalaron voceros del Jardín, que está ubicado en avenida Casares 3450, en Palermo.
"En el 90% de los casos, el reencuentro con el menor se establece con el padre, aunque puede ser con cualquier familiar: tíos, abuelos, hermanos, con quien hayan perdido la vinculación por diversas circunstancias. Los juicios aumentaron de forma geométrica"
García Zubillaga
Serra contó: “Muchas veces los chicos se convierten en mensajeros de la problemática familiar. Durante los encuentros, todo lo perteneciente al ámbito de lo judicializado no se habla ni pueden estar presentes los abogados de cada parte”.
“Estamos hablando de casos de maltrato o violencia, de parejas que se llevan mal o que fueron relaciones pasajeras y logran ponerse de acuerdo, de juicios de violencia familiar. A veces puede ocurrir que hay dudas del maltrato con el menor, pero cuando hay una denuncia de abuso, el juez civil suspende el contacto”, advirtió Zubillaga.
Y agregó: “En el 90% de los casos [concurren entre 30 y 40 familias actualmente] el reencuentro con el menor se establece con el padre, aunque puede ser con cualquier familiar: tíos, abuelos, hermanos, con quien hayan perdido la vinculación por diversas circunstancias. Los juicios aumentaron de forma geométrica”.
Durante la pandemia por Covid-19, se mantuvieron los encuentros del programa por Zoom, hasta que el espacio volvió a abrir en diciembre de 2020. “La pandemia trajo muchas supervisiones porque estábamos todos aislados. Pero también tuvo puntos positivos, como en el caso de un papá que vive en Tigre y el hecho de hacer el contacto por Zoom le permitió mostrarle a su hijo la casa, los árboles frutales de su jardín e incluso el río”, relató Tobi.
Procedimiento
Este programa, gratuito y voluntario, tiene una duración mínima que ronda los seis meses. “Hay una audiencia y el trabajador social del juzgado correspondiente le propone a la familia el programa. Después el juez envía un documento de oficio por mail a las integrantes del equipo, notificando su deseo de acceder al programa. El objetivo es que, cuando finalice, haya encuentros sin supervisión y un vínculo recuperado”, explicó Zubillaga.
El primer paso consta de una entrevista entre las profesionales y la familia. “Estamos muy involucradas. Los niños necesitan estar en contacto con su familia ampliada y, por supuesto, que hay restricción en cuanto a los casos, que pasan por el filtro de los juzgados y por el nuestro”, enfatizó Tobi.
Una vez que las profesionales llegan a un acuerdo con la familia, tienen un primer contacto con el chico, para conocer las condiciones y para entablar relación con su padre o el familiar no conviviente.
“Hemos trabajado con bebitos que van desde los 7 meses hasta chicos de entre 15 y 16 años. Hubo un caso en el que el hermano de 17 pidió revincularse con el pequeño de 12, que debido a la separación quedaron viviendo en distintos lugares. O incluso papás que se desvinculan de sus hijos y vuelven”, relató Tobi.
"Necesitamos que las familias que ingresan puedan respetar ciertas pautas y límites para empezar a ver a sus hijos, cuando antes no podían o lo hacían en un espacio cerrado donde se generaban situaciones de conflicto"
Gabriela Tobi
Zubillaga relató: “La mamá llega con el chico, se lo entrega a las profesionales y ellas van con el papá que está dentro del jardín esperando. Están en todo momento monitoreando, aunque dejando privacidad salvo que ocurra algún problema. La periodicidad de los encuentros varía según el caso y se hace una devolución al juez”. Y apuntó: “Si desean abandonar el programa, por supuesto, deben informar al juzgado”.
Una vez allí, el padre recorre los espacios del Jardín Japonés con el chico, o pueden acudir a un lugar de juegos en la Plaza Alemania, coordinados por Ojeda, o incluso al Alcorta Shopping, ubicado en las inmediaciones.
Las profesionales permanecen en una mesa durante el encuentro. “Hacemos observaciones de la dinámica. Si notamos que hay obstaculizaciones, estamos alerta, pero mantenemos una distancia suficiente para no inmiscuirnos si no es necesario. Por eso, establecemos ese filtro, porque necesitamos que las familias que ingresan puedan respetar ciertas pautas y límites para empezar a ver a sus hijos, cuando antes no podían o lo hacían en un espacio cerrado donde se generaban situaciones de conflicto”, desarrolló Tobi.
Y añadió: “El equipo amortigua los impactos posibles entre el familiar conviviente y el no conviviente. A veces llaman para avisar que llegan tarde, este tipo de detalles que generan reticencias y estamos nosotras al otro lado del teléfono. Generamos un marco de contención y proveemos un espacio físico neutral en el que nuestra mirada está puesta en el bienestar de los chicos”.
Este programa puede ser la primera instancia a la que accedan los familiares después del juzgado o, en algunos casos, el paso siguiente a un tratamiento psicoterapéutico.
Conflicto de lealtad
“Son chicos que fantasean con qué pasará si comienzan a ver a sus papás: sienten incertidumbre, miedo a que su mamá piense que no la quieren más, lo que se denomina el conflicto de lealtad. Conflictúan muchas emociones negativas que hay que ir acompañando, conteniendo y apuntalando. Así, orientamos y sostenemos esa estructura familiar para que vayan construyendo una mejor forma de comunicación y mejor ejercicio del rol parental”, destacó Rizzolo.
“Cuando el niño es muy chiquito, de meses o un año, requerimos que esté el familiar que tenga más contacto con él y que se quede en las inmediaciones, porque al ser chiquito puede pedir ver a la mamá para asegurarse de que está y no lo dejó. Al papá lo desconocen y ese desapego lleva tiempo trabajarlo”, detalló Serra.
Y contó: “El gobierno de la ciudad derivó al programa un caso de una familia homoparental, en el que la mamá biológica pidió vincularse con su hijo. Lo había abandonado recién nacido en un instituto y fue entregado en adopción a la pareja. Ambos le respetaron el lugar a la mamá para que se conectara con su hijo e incluso hacían videollamadas”. También trabajaron con otro caso de adopción, en el que la pareja se separó más adelante.
Además, la trabajadora social reveló que en una ocasión un juzgado de Familia derivó a esta iniciativa un caso del programa de restablecimiento de vínculos de menores con sus madres privadas de libertad, perteneciente al Ministerio de Justicia. “La niña tenía tres años, pero la mamá llevaba presa cinco. Recuerdo que en el primer encuentro, al que acudió la pareja homoparental que tenía su custodia, la pequeña llegó y salió corriendo directo hacia su mamá. Debió quedarle algún recuerdo o fue simplemente el vínculo”, concluyó.
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