El frustrado trayecto de la selección trastocó el sueño de miles de fanáticos en múltiples rincones de la Capital
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El trajín propio de un mediodía en el Barrio 31, de Retiro, había desaparecido. Los pasillos, desiertos, vaticinaban un día atípico. Casi todos los vecinos habían abandonado sus hogares para ver el paso de la selección nacional, que traía la Copa del Mundo desde Qatar, en algún punto del circuito originalmente anunciado. En cambio, la casa de Daniel Castillo estaba colmada, convertida en una platea preferencial a la vera de la autopista Illia, que corta el macizo habitacional. Ese era uno de los posibles caminos que iba a tomar el micro de la Scaloneta. Con cervezas, los espectadores se apostaron en el segundo piso del inmueble, de tres niveles, a la espera del equipo capitaneado por Lionel Messi.
“Me parece que al final por acá no va a pasar”, se lamentó Castillo cuando las noticias empezaron a vaticinar un cambio de último momento en el recorrido. En el mismo momento, pasadas las 12.30, una caravana albiceleste ya se dirigía por la Illia hacia la autopista Lugones. Las personas se trasladaban desorientadas mientras algunos pocos camiones pasaban entre ellos.
Para las 13 el sol picaba. Los manifestantes comenzaron a protegerse con cualquier elemento que sirviera: gorros, remeras, banderas, pañuelos y hasta mochilas. Un puente peatonal funcionaba como el único resguardo en la Lugones, justo antes de la bajada de Jerónimo Salguero, hacia Costa Salguero.
Miles de hinchas formaron en ese lugar una masa uniforme de color celeste. Eufóricos, se amontonaban en la calle, mientras rogaban poder verles las caras a los jugadores.
Martín Ghirardi, de 29 años, es profesor de tenis. Trabajó a la mañana temprano y luego, con sus amigas María Victoria, de 40, y Macarena, de 35, especularon por cuál sería el trayecto que realizaría la selección nacional de fútbol y el mejor lugar para apostarse a esperarla. “No fuimos a la 9 de Julio porque sabíamos que no los íbamos a enganchar ahí. Agarré el auto y nos vinimos para Lugones: según nuestro análisis, por acá pasan seguro para la ida o para la vuelta”, detalló.
Un parlante con música de Leo Matteoli, Gilda, Rodrigo y otros músicos populares, se convirtió para las 14 en el centro neurálgico de la autopista, curiosamente transformada en una pista de baile a esa altura. Federico Torres, de 34, el DJ de hecho, llegó desde el partido de Tres de Febrero. “El parlante tira unas cuatro horitas más. Hasta que se le termine la batería”, explicó.
Sin embargo, la música nunca pudo recibir a los jugadores. La Scaloneta dio por finalizado su recorrido para las 16 en Villa Lugano, ante el caudal de personas que habían hecho colapsar todos los circuitos posibles.
La vuelta a casa
Torsos enrojecidos, bocinazos desesperados, cantos incansables y caminatas infinitas se verían poco después de que Claudio Tapia, presidente de AFA, anunciara formalmente el traslado aéreo de los jugadores hacia el predio de Ezeiza.
Un helicóptero sobrevoló la zona de Salguero y Las Heras. “¡Chau Messi!”, gritó un hincha con la camiseta de Argentina a punto de subirse a una moto.
Victoria y Julieta, dos amigas de 28 años, caminaban por la avenida Las Heras buscando un lugar para tomar algo fresco. “Fuimos tres horas a la autopista Illia, cuando avisaron que no iban a pasar, empezamos a caminar para irnos”, detallaron.
“Estamos muy desilusionadas. Teníamos muchas ganas de verlos”, coincidieron Marilyn y María Ángeles, de 15 años. Las adolescentes habían estado apostadas en Avenida del Libertador y Salguero. “Nuestro favorito es Julián Álvarez”, precisaron al ser consultadas sobre su jugador predilecto.
Largas filas en las paradas de colectivo comenzaron a verse para las 17. El transporte público, abarrotado de fanáticos agotados, no lograba cubrir la demanda de pasajeros, cuando la marea humana decidió volver a sus hogares.
En la avenida Cabildo, Luisa Figueroa y Lionel Bascone caminaban junto a sus nietos y sobrinos, respectivamente, de regreso de la autopista Illia. A pesar de no poder ver a los campeones, confesaron a LA NACION que habían disfrutado y que estaban felices de que no hubiera habido incidentes en las calles. “Fue hermoso. Había mucha gente, todos festejando”, indicó Figueroa, que llevaba enrollada una bandera argentina.
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