Recordando al Trueno Naranja
Entre muchas otras cosas, lo hermoso que tiene manejar un taxi es la gente con quienes uno se encuentra; y cada día que pasa lo comprueba más. Una tarde circulaba por Barrio Norte, mientras escuchaba la emisión del radio-taxi. Eran pocos los viajes y los que había estaban fuera de mi zona. Al llegar a la calle Laprida, me hicieron seña tres personas, subieron y me indicaron su destino: la Avenida Corrientes y San Martín. En la esquina donde hace años estaba el viejo edificio Transradio, con su reloj en la fachada de la ochava, con números romanos y además los doce signos zodiacales dentro del cuadrante.
Los pasajeros conversaban entre ellos, mientras yo los miraba por los espejos. Cuando reparé en quién estaba sentado en el medio, me resultó cara conocida. Levanté la mano derecha para interrumpirlos en su charla y dirigiéndome al señor del medio le dije: "Discúlpeme, ¿usted es quien yo creo que es?". Él me respondió: "Supongo que sí". Entonces mencioné su nombre y apellido: "Es Carlos Alberto Pairetti, ¿verdad?". "Es cierto, que buena memoria tiene", respondió.
Le manifesté mi alegría por llevarlo y le agradecí primero por los hermosos momentos que tanto a mí como a tantos otros seguidores del automovilismo deportivo, nos había brindado en sus carreras de piloto, participando y ganando tantas competencias.
A partir de ese momento comenzaron las anécdotas y recuerdos. Por los años sesenta, se produjeron una serie de cambios importantes en la categoría del Turismo Carretera, con la aparición en primer término del recordado "Chevytú", de José Froilán Gonzalez, que piloteaba Jorge Cupeiro, para darle batalla a las viejas "cupecitas", entre las que se destacaba la "Galera" de los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi. Luego comenzaron a participar más activamente las comisiones de concesionarios y con el apoyo de las fábricas instaladas en nuestro país, se iniciaron en la popular y folklórica categoría.
Luego del Chevytú aparecieron los Torino y luego Ford preparó algunos autos especiales sobre la base del Falcon, que entre otros corriera Santiago Luján Saigós, apoyando también a varios pilotos particulares. La fabrica de Pacheco le encargó al ingeniero Horacio Steven, el diseño y construcción de un vehículo que fue una "bisagra" en la categoría y se lo conoció como "el prototipo Ford", de color azul, con anchas franjas blancas longitudinales.
El día del debut de este auto fue en el Autódromo de Buenos Aires y fue un suceso para los seguidores del óvalo. Ganó de punta a punta la primera manga. Al largarse la final, picó en punta, pero al llegar al curvón de Salotto, se despistó y volcó. El coche se incendió, produciéndole heridas de consideración a Atilio Viale del Carril y la muerte a Pepito Gimenez. Luego de este hecho, la comisión le ofreció el auto a Oscar Cabalén "El Califa Grande", que fue a probarlo en el circuito de la Siderurgia en San Nicolás. Allí el auto se despistó y se incendió, y murieron ambos ocupantes. Como consecuencia de todo esto la comisión de concesionarios Ford se retiró del proyecto y continuó corriendo con los probados Falcon "angostados".
Es aquí cuando entra en acción Carlos Alberto Pairetti, que en aquel momento corría su auto conocido como "El Barracuda". Pairetti conversa con el ingeniero Steven y lo convence de unos cambios y ponerle a prototipo un motor Chevrolet 250 de 7 bancadas.
El auto fue probado y preparado. Era realmente una máquina increíble y capaz de derrotar a los líderes de la categoría que ya habían presentado el Torino Liebre Mark II. Unos días antes de llevarlo a las pruebas de clasificación lo pintaron y solo encontraron en el taller tres tachos de pintura, uno blanco, otro amarillo y el tercero rojo. Mezclaron todo y surgió un color anaranjado fuerte.
Desde aquel momento y luego de varias carreras y campeonatos ganados por Don Carlos, al auto se lo denominó: "El Trueno Naranja" (he conseguido una foto que ilustra esta nota, espero les guste y que lo recuerden).
Varios momentos de la vida deportiva de Pairetti se fueron desgranando durante el trayecto, como el sobrenombre que tenía él: le habían puesto "IL MATTO", cuando corrió en Europa.
Continuaron los recuerdos, mis pasajeros llegaron a destino. Nos despedimos con la esperanza de volver a encontrarnos y desarrollar un poco mas para la memoria de los lectores estas hermosas historias de nuestro automovilismo deportivo y sus protagonistas.
Espero que si Carlos Pairetti lee la presente, o alguien cercano a él le manifiesta lo escrito, se comunique conmigo.
Ha sido un lindo recuerdo, será hasta nuestro próximo encuentro.
EL OBSERVADOR CIUDADANO
Este espacio lo podemos considerar como un apéndice de las notas que se publican semanalmente en "Confesiones de un taxista", donde ilustrado con fotografías habré de mostrar lugares o hechos de nuestra capital. Con elogios o críticas según corresponda al hecho.
Hoy hay que destacar una muy buena y positiva obra realizada en la ciudad: el túnel para el cruce bajo nivel del ferrocarril Mitre sobre la Avenida Monroe, que permite cruzar los dos ramales que circulan de Estación Retiro a Bartolomé Mitre y también a José León Suarez.
La foto permite apreciar la amplitud del túnel, con buen pavimento y muy bien iluminado que además cuenta con un importante cruce peatonal.
Una solución requerida por los vecinos de Coghlan que ha tenido una excelente concreción.
¿QUÉ LUGAR DE LA CIUDAD ES?; DEJE SU RESPUESTA. EL LUNES PRÓXIMO, SE REVELARÁ LA INCÓGNITA
LA RESPUESTA DE LA SEMANA PASADA
La foto publicada el lunes pasado corresponde a una propiedad en estilo colonial del barrio de Palermo Hollywood, sobre la calle Costa Rica, entre Dorrego y Arévalo.
Oportunamente en una nota habré de relatar la historia de esta casa.
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