Coronavirus en la Argentina. Hartazgo vs. responsabilidad individual, la polémica que crece en un momento crítico de la pandemia
La noche estaba templada, ideal para tomar una cerveza en la vereda. Y así lo hicieron ayer, a pesar de la prohibición, más de una decena de jóvenes en la puerta de dos bares en Recoleta, frente al cementerio. Unas horas antes de que la policía les pidiera que se fueran a sus casas, el Ministerio de Salud de la Nación había reportado 7147 nuevos casos de coronavirus. La fatiga social y el buen clima se conjugaron para que se tense aún más la relación entre el deseo y la responsabilidad individual, cuando la Argentina se encuentra en un punto crítico de la crisis sanitaria.
"Hay quienes ante la frustración se colocan en una actitud como si el mundo les debiera algo, frente a la frustración se colocan en un lugar de seres exceptuados de las normas generales", analiza Jorge Catelli, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires.
El analista sostiene que habría que analizar a cada sujeto para entender los motivos que lo llevaron a romper el aislamiento, pero rescata algunos elementos posibles para pensar por qué cuando hay más casos de Covid-19, también empiezan a suceder ese tipo de encuentros que se vienen replicando en todo el país, tanto en la vía pública como en el ámbito privado, cuando son un potencial foco de contagio. Tanto es así, que el domingo pasado las autoridades prohibieron mediante un DNU los encuentros sociales en todo el territorio nacional hasta el 16 de agosto.
"Encuentran una pequeña masa que se opone a una manera de razonar, y que los hace sentir que el virus no los va a afectar, o que por alguna razón, real o fantaseada, se pueden poner al margen de la ley. Pero lo que subyace es una importante negación de los elementos de la realidad que están por demás notificados. También detrás de esto hay un intento de racionalizar esas acciones, con el pretexto de ‘ya hice mucho esfuerzo’ o ‘este año lo perdí’, entre otros", señala Catelli.
La aglomeración de personas se dio sobre el espacio en la vía pública que comparten los bares Buller y Bartola. Si bien los encargados de las cervecerías recibieron infracciones por violación al artículo 205 del Código Penal, debido a que vendían bebidas sin respetar la distancia social para evitar el contagio del coronavirus, los locales no fueron clausurados porque no había otras irregularidades que así lo ameritaran, confirmaron a LA NACION tanto de fuentes policiales como desde la Agencia Gubernamental de Control (AGC) que acompañó el procedimiento.
Hoy se cumplen 140 días de aislamiento social obligatorio. Harry Campos Cervera, médico psiquiatra y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, cree que, por la fatiga social, se invirtió la relación entre el miedo que se tenía y la necesidad de reencontrarse con el otro.
Campos Cervera aduce que, además, podría haber una saturación frente al paternalismo del Estado: "Vivimos en un sistema donde la palabra está devaluada y el enfoque de esta pandemia se centró en las restricciones dictaminadas verticalmente, tal vez hay cansancio frente a ese paternalismo".
"Lo macro es como lo micro", agrega Campos Cervera. "Si en las familias los jóvenes tienen menos libertad, es probable que los hijos sean más transgresores. Y a todo esto se le sumó una noche cálida que tiene un impacto en el aumento libidinal biológico, que hace que uno quiera estar afuera".
Por su parte, José Eduardo Abadi, médico psicoanalista y escritor, destaca que en estos casos opera una fantasía traicionera de invulnerabilidad, y que hay una negación, "a veces llamativamente masiva" al peligro. "Pensar que al que le toca, le toca, es una forma muy primaria de la negación".
Abadi sostiene que, frente a panoramas como el actual, se toman decisiones de manera impulsiva. "Hay una sensación liberadora en el impulso, como si me desatara de algo". Aunque también apunta a la existencia de grupos que tienen una "desaprensión significativa" al cuidado del otro y a las reglas básicas de convivencia.
"Cuando la prohibición se convierte en norma, la norma se convierte en una vigilancia interna y eso permite lazos de confianza y conductas responsables. Los países que tienen más respeto y noción de que la ley es suprapersonal, que no la uso según mis ganas, sino por respeto a lo colectivo, son los que más se desarrollan. Pero hay otros países que tienen versiones más narcisistas de la conducta. Y ese es uno de los padeceres sociales de nuestro país, y algunos grupos son claros ejemplos de esto".
"Pensando en lo que los infectólogos nos enseñan para evitar el contagio, el pedido de responsabilidad brilla como la llave maestra, pero ¿qué nos pasa frente a esto?", se pregunta Any Krieger, psicóloga y psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional.
"Cada cual transita estos momentos desdichados mostrando el costado subjetivo por donde el virus lo atraviesa. Es cierto que la virtualidad se agota en su suplencia del cuerpo de los otros y la privación resulta dolorosa. Algunos, en su mayoría jóvenes, saben que no es probable que mueran por el virus, y eso les abre la puerta de la casa. Pero pierden de vista que pueden matar a los mayores. Pero también los indignados que le suponen al infectólogo y al responsable de gobernar un país en pandemia una tiranía que les roba la libertad", concluye Krieger.
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