Rebrote. La gente dice que tiene miedo, pero admite que no se cuida en las reuniones
El debate entre amigos se instaló justo cuando llegó la torta a la mesa. "¿Vas a soplar las velitas? Protocolo Covid, chicos, no hagamos macanas justo ahora", le dijo a Leticia Márquez una de sus mejores amigas. Reunidos al aire libre, eran aproximadamente unos 15 invitados. Según Márquez, el único que entró con barbijo se lo sacó a los diez minutos de haber llegado y, aunque no se compartieron vasos ni cubiertos, hubo más abrazos y besos que saludos con puño o codo. Después de haber cantado el "Feliz cumpleaños" y con todo el grupo alrededor de la mesa, llegó el veredicto: "Que sople despacito, no pasa nada", coincidió la mayoría.
En medio del repunte de casos positivos de coronavirus, llegaron los datos de la primera encuesta de este año de percepción social entre los habitantes del AMBA, realizada por el Programa de Estudios de Opinión Pública (PEOP) de la Universidad Abierta Interamericana (UAI). ¿Cuánto miedo le genera la segunda ola?, preguntaron. El 63,5% de los consultados admitió sentir mucho o bastante miedo, y si bien ocho de cada 10 personas respondieron que siempre respetan el distanciamiento y el uso del barbijo, cuando se trata de las reuniones sociales, ya sea entre amigos o en familia, los números dan un giro brusco: el 70% se cuida a veces. O nunca.
De acuerdo con el registro de varios infectólogos consultados por LA NACION, durante las últimas dos semanas hay cada vez más pacientes que llegan a un centro hospitalario a realizarse un hisopado por haber estado en contacto estrecho con un positivo en una reunión social. Es decir, como indica el informe de la UAI, que los protocolos en este tipo de encuentros no se cumplen. Pasadas las Fiestas y con la llegada de las vacaciones, el 87,4% de los encuestados coincidió en que las medidas se relajaron.
"Hay que seguir manteniendo la guardia alta. Una de las razones de que la curva haya crecido es que estamos saliendo a buscar el virus. No tenemos que confiarnos porque llegó el verano y estamos más tiempo afuera. Si bien es cierto que los riesgos disminuyen cuando estamos al aire libre, hay que ajustarse a todas las medidas de cuidado que ya conocemos. Lo principal es el distanciamiento y el uso del barbijo", remarcó el infectólogo y pediatra Gerardo Laube, docente de la carrera de Medicina de la UAI y médico del Hospital Muñiz.
Con respecto a la posibilidad de contagiarse durante el rebrote actual en comparación con el inicio de la cuarentena, la mayoría de los encuestados (59%) dijo que su preocupación se mantiene "estable"; mientras que tres de cada 10 creen que las chances de enfermarse en esta época son mayores. Para el infectólogoEduardo López, que integra el comité de expertos que asesora al Gobierno, es interesante ver la diferencia que hay entre el comportamiento que ejercen las personas de manera individual y la actitud en grupo.
Si bien el tamaño de la muestra (con 700 casos efectivo en el AMBA) no es para López lo suficientemente representativo, abona la teoría que tanto la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) como otros expertos señalan: que el incremento de casos que se registra actualmente es producto de la respuesta social que se está dando, porque el comportamiento del virus no se modificó sustancialmente. "Confirma que los eventos masivos, las reuniones sociales y las fiestas clandestinas fueron uno de los drivers que impulsaron el número de casos. Por otro lado, muestra cómo la misma gente que se cuida con concepto individual no lo hace en las reuniones sociales. Hay un dualismo en la conducta muy notorio, y sería bueno que si uno es capaz de admitir esa dicotomía entonces evite asistir a esos eventos", sugiere López.
Sobre las medidas de precaución que la gente admite implementar de forma individual, la mayoría (84,5%) respondió que es el distanciamiento social lo que aplica siempre. Respecto del uso de barbijo, nueve de cada diez lo usan en todo momento. Lavarse las manos es otro de los hábitos ganados durante la pandemia: respondió de manera positiva el 91,6% de los entrevistados, y el 7,2% dijo que solo a veces lo hace. Así actúa Micaela Gándola cuando va a trabajar o hace las compras en el supermercado. "Cumplo más el protocolo es cuando estoy en contacto con gente que no es de mi entorno, pero con la burbuja de amigos que siempre nos vemos soy más flexible. Hay cosas en las que no cedo, como compartir el mate. Pero el barbijo me lo saco y tampoco respetamos los dos metros de distancia, aunque la reunión sea adentro", confiesa la joven, de 25 años, que es diseñadora.
"En el imaginario colectivo del mundo joven estamos de vacaciones, y en consecuencia las restricciones, los riesgos y el rebrote quedan desestimados, cuando no desmentidos -agrega la psicóloga Susana Kuras Mauer. La extensión indefinida de la estrategia de confinamiento hizo que la paciencia de los adolescentes y jóvenes amenazara en muchos casos con descarrilar. Y luego de varios meses de prohibiciones los desbordes ocurrieron. Al virus los jóvenes ya no le temen. Claro que las contradicciones y los comportamientos incoherentes de encuentros masivos no autorizados por la emergencia sanitaria estuvieron grotescamente escenificados en distintos escenarios, como el de la Casa Rosada".
¿El 2021 será mejor, igual o peor que el 2020? La perspectiva a futuro no es alentadora. El 38,6% piensa que este año será peor que el anterior, mientras que los que creen que será igual representan al 27,2% de los entrevistados. Un 25,6% es optimista y piensa que será un año mejor. Sobre la expectativa de retomar una vida normal tal como la conocíamos antes del estallido de la pandemia, cuatro de cada diez creen que eso sucederá "a partir del 2022" y un 25,5% piensa que "nunca volveremos al estilo de vida que teníamos antes".
Para Guillermo Thomas, jefe de la sección de Salud Pediátrica del Hospital Italiano, existen una serie de factores que sostienen dicha percepción negativa. "En primer lugar los datos de contagios crecientes; prácticamente todos conocemos ahora varias personas que tienen o han tenido Covid-19. Estamos experimentando en carne propia que la pandemia es masiva y que nadie está exento de contagiarse ejemplifica el especialista. Por otra parte, se ha debilitado significativamente la confianza de la población en los funcionarios y responsables de encarar la lucha contra la peste. Ha habido tantas inconsistencias que la gente se pregunta si los líderes son idóneos o si están a la altura de lo requerido. Es cierto que nada se sabía del SARS-CoV-2 al momento de su detección, pero la población está pagando un costo emocional elevadísimo por haber creído en el triunfalismo inicial".
En referencia a los comportamientos preventivos de las personas, Thomas reconoce que si bien hay cierto cansancio por las restricciones, en algunos casos es pura irresponsabilidad social y falta de cuidados por el otro. "Particularmente, los jóvenes saben que si se contagian tienen altas probabilidades de transitar la enfermedad de manera leve, y eso los induce a no respetar las medidas preventivas", sugiere el experto, que advierte sobre el síndrome de indefensión aprendida que podría estar actuando sobre buena parte de la población. "Cuando un sujeto experimenta elevados y duraderos factores de estrés, puede manifestar un estado de desesperanza en el que baja los brazos y deja de luchar, porque cree que nada servirá para mejorar su situación", concluye.
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