Emilio Ramírez toca el timbre, espera, vuelve a tocar, espera, golpea la puerta de chapa, espera, y recién entonces, resignado, se va. Así en tres viviendas diferentes hasta que, por fin, lo atienden.
-No vive acá -le anuncia con parquedad una señora desde la puerta de la pensión sobre la calle Chiclana, en el barrio porteño de Boedo, cuando pregunta por Eusebia.
Emilio -que tiene 24 años y lleva el pelo corto y dos discretos aritos azules que combinan con su ambo- no se frustra. "Hace mucho frío y con la cuarentena la gente sigue en la cama", justifica. Luego mira el mapa y, junto a las dos compañeras que lo acompañan, comienza a caminar hacia su próximo destino.
La escena ocurrió el último viernes por la mañana y es parte del operativo Detectar, el esfuerzo con que las autoridades políticas de la ciudad y la provincia de Buenos Aires intentan doblegar al coronavirus. Emilio es uno de los 1700 rastreadores porteños que, junto con los 3000 bonaerenses, recorren calles y contactos telefónicos.
Hasta tanto no aparezca una vacuna, su trabajo de encontrar y convencer para que se testeen a los posibles enfermos es la única manera de evitar que el coronavirus se siga expandiendo. La alternativa es prolongar aún más la extensa cuarentena en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), con sus enormes costos sociales y económicos.
La evolución en la ciudad de Buenos Aires
El inicio temprano del aislamiento fue efectivo para ralentizar la propagación del virus y organizar la respuesta sanitaria, coinciden los especialistas, pero ahora es necesario generar una estrategia de salida que contemple la posibilidad de administrar la aparición de eventuales focos. Para eso hay que testear más, pero también sincronizar una fuerza efectiva de rastreo de contactos estrechos de los positivos, una tarea que demanda una enorme coordinación, mucha presencia de agentes en el territorio y tecnología. Países con administraciones mucho más eficientes que la de la Argentina, como Corea del Sur, lo han logrado con mucho esfuerzo. El gobierno porteño y el bonaerense corren de atrás en ese intento.
El caso de Necochea
El manejo del caso de Necochea -donde un imprudencia, sumado a un baby shower, terminó con una crisis de contagios- es un ejemplo. Luego de 279 testeos y 445 personas aisladas, el foco se controló. La misma estrategia de detección temprana y aislamiento es la que se aplica con buen resultado en la provincia de Córdoba. El método también funcionó para contener el brote que se generó en la villa 31. "En la 31 era más fácil -reconoce Emilio, que trabajó en operativo de la villa y vive ahí-. Tocamos todas las puertas y siempre nos abrían. Acá, en cambio, no nos atiende casi nadie."
La evolución en la provincia de Buenos Aires
La gente es recelosa, se esconde, o mira desconfiada. Es lógico: si son contacto estrecho de un caso positivo y viven en una situación de hacinamiento, o tienen algún síntoma, se convierten en sospechosos de haberse contagiado y deben hacerse el hisopado. En el caso de los vecinos de Boedo que contactó Emilio, significa armar un bolso con muda de ropa, cargador de celular y tarjeta SUBE e ir a la escuela de Saraza 470, donde se montó la sede del operativo, para testearse. El resultado puede tardar 48 horas y en ese tiempo la Ciudad los aloja en hoteles u hospitales. Si el resultado es negativo, vuelven a su casa. Si es positivo, ingresan al sistema hospitalario.
"Llegamos tarde"
El problema es que el rastreo resulta efectivo con focos limitados y manejables, pero en este momento de la pandemia en el AMBA la cantidad de contagios y la circulación comunitaria del virus dificulta mucho la tarea. Los más de 2500 casos nuevos reportados el viernes entre la ciudad y la provincia de Buenos Aires vuelven titánico el ejercicio de rastrear a todos los contactos estrechos. Supone un ejército muy numeroso y coordinado de personas llamando por teléfono y en el terreno. Además, la tasa de positivos sobre el total de testeos -que en la zonas más comprometidas se asoma al 40%- es demasiado alta.
"Con esta magnitud de contagios es difícil hacer rastreo de contactos. Hay que bajar la circulación del virus a un número más manejable y después ver si podés gestionar focos con rastreos", dice Jorge Aliaga exdecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y asesor de la provincia de Buenos Aires en el manejo de la pandemia. Esa es la razón por la que Aliaga considera que es acertada la vuelta a una cuarentena más estricta en el AMBA. El propio ministro de Salud nacional, Ginés González García, admitió que tardaron en sumar a los rastreos dentro de la estrategia de combate al virus "Quizás nos concentramos mucho en los insumos y descuidamos un poco organizar el rastreo", dijo.
La arenga de los rastreadores
"En esta semana nos jugamos mucho", arenga Gabriel Battistella, subsecretario de Atención Primaria, Ambulatoria y Comunitaria porteño y el encargado de coordinar los equipos de rastreadores en el terreno. Reunidos en el patio techado de una escuela en Boedo, lo escuchan los 20 jóvenes compañeros de Emilio, que en un rato saldrán a tocar los timbres donde saben que hay contactos estrechos de casos positivos.
El ejército de rastreadores -que pronto tendrá 2200 integrantes- se nutre con promotores que trabajan en los centros de salud que la Ciudad tiene en los barrios, parte del equipo de las comunas, estudiantes de medicina de la UBA e integrantes de organizaciones sociales.
En el primer día del operativo de Boedo lograron hisopar a 19 personas; en el segundo, a 83. Esperan mejorar antes cumplir el plazo de cinco días que dura el operativo. El objetivo, explica Battistella, es que el 17 de julio, cuando termine el plazo impuesto por la última cuarentena, puedan "liberar a las personas para una vida razonable". Esto es, levantar ciertas restricciones. Como el resto de los funcionarios de la Ciudad, sabe que la estrategia de extender las prohibiciones de circulación tiene un límite.
El programa porteño de rastreo arranca con una entrevista telefónica con los casos positivos para obtener sus contactos estrechos. Con la información se hacen nuevos llamados y esa lista es la que reciben los rastreadores cuando desembarcan en un barrio. El problema es que el insumo original resulta escaso. Cada positivo entrega en promedio apenas de dos a tres contactos estrechos. Es un número bajo e indica que hay muchos otros que ni siquiera entran en el radar y, por lo tanto, pueden estar contagiando el virus sin saberlo.
Provincia de Buenos Aires
En la provincia de Buenos Aires el programa Detectar funciona con una lógica similar: ya llegó a 146 barrios de 28 municipios y censaron 77.022 casas, donde viven 304.703 personas. La búsqueda activa cuenta con el apoyo del plan Bonaerenses y Solidarios y Solidarias, coordinado por el ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés "Cuervo" Larroque, que moviliza 3000 voluntarios.
Ellos son los encargados de hacer un avance territorial en cada uno de los barrios que visitan. Llevan alimentos y productos de higiene. Luego hacen un censo casa por casa y buscan casos sospechosos. "Cuando encontramos personas con síntomas los llevamos al camión del Detectar para los hisopados", señala Ayelén López, a cargo del programa. A los que participan no se les paga, sólo tienen un seguro del Banco Provincia por si tienen un accidente, o se enferman.
El caso de Corea
Los programas de rastreo son la estrategia elegida por la mayoría de los países que atravesaron la pandemia. En Corea del Sur, uno de los casos más exitosos de manejo del coronavirus, la apertura incluye un nuevo protocolo: en los bares de karaoke, casamientos, funerales y discos, los asistentes dejan su nombre y su número de teléfono. Es una manera de facilitar el rastreo y suprimir un eventual foco. El positivo detectado en un hombre que estuvo en tres locales nocturnos de Seúl el último 2 de mayo derivó en un rastreo de 7200 personas, 27 de las cuales también estaban contagiadas.
En la Argentina hay casos de relativo éxito, como Córdoba, que el próximo martes ya tendrá bares y restaurantes abiertos. En la provincia se realizan en promedio 86 testeos por cada caso confirmado, una estrategia más abarcativa que la que se aplica en el AMBA. "Se testean a todos los contactos estrechos, aunque no presenten síntomas", dice el ministro de Salud, Diego Cardozo.
La clave, explica es la detección temprana de casos. Un ejemplo fue en Villa Dolores (una ciudad de unos 35.000 habitantes en Traslasierra), donde detectaron el positivo de un policía y se hicieron más de 3000 hisopados, de los que surgieron 77 casos. Además, la zona volvió a fase 1 de la cuarentena.
También en Loncopué, un pueblo de la cordillera neuquina, se logró contener uno de los primeros focos. Pero claro, allí viven 6000 habitantes. En el AMBA, en cambio, hay casi 15 millones.
Con la colaboración de María José Lucesole, Dolores Caviglia y Gabriela Origlia
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