Rapero de Dios: no insulta, va al templo y es el mejor del país
Están a punto de anunciar al ganador de la final de la Batalla de Gallos, la competencia de hip hop freestyle que convoca a los mejores raperos de todo el país. En el escenario del Luna Park, una chica sostiene las muñecas de los dos finalistas, como si se tratara de la premiación de una disputa pugilística. Seis mil personas miran expectantes. Juan Matías Varela, más conocido como Dozer, aprieta los puños, cierra los ojos y parece hablar con el cielo. Está agradeciéndole a Dios. En un ambiente como el del hip hop, en el que, muchas veces, predominan los discursos machistas y que apelan a la agresión verbal, él es una excepción. En sus letras no hay insultos. A sus 25 años, se reconoce un orgulloso cristiano y quiere transmitir un mensaje de amor. "Yo hago rap de valores", define. Según señala, quiere enseñar a los demás a ser mejores personas.
La escena sucedió el sábado pasado, y Dozer todavía no puede creer que es el nuevo campeón argentino. Por haber ganado clasificó a la final internacional, que se celebrará a fin de año en este país y en la que enfrentará a contrincantes de otras 12 naciones hispanoparlantes.
En un fenómeno que no para de crecer en la Argentina, jóvenes de todas partes se vuelcan a los raps de improvisación en forma de batallas verbales: uno contra uno, los puños son las palabras. Estos duelos se llaman popularmente batallas de gallos. Allí el público se encarga de recompensar las rimas más afiladas. La competencia, que organizó Red Bull, tuvo su primera edición en el país hace más de diez años, en 2005. A la del 2017 fueron nueve mil personas.
Dozer muestra su celular. Se puede ver que tiene varios mensajes que, por falta de tiempo, no puede contestar. Lo felicitan casi en iguales proporciones entusiastas del hip hop como personas de fe. "Te admiro hermano, hiciste que me interesara en el rap. ¡Que Dios te use adonde quiera que tus rimas suenen!", le dedica un joven de Valentín Alsina en su cuenta de Facebook.
Y me encanta el soñador que se levanta de la lona/
que sin temor toma el valor, aunque muchos traicionan/
y obvio que el dinero ayuda, pero si controla/
es mejor no tener nada que ser basura de persona.
En su tema Estudiante del Asfalto –que ya tiene más de 260.000 vistas en Youtube- Dozer habla de un futuro que no es posible sin amor y del "rap real" que quiere generar, uno que pueda ser ejemplo.
En el Luna Park y a lo largo de la noche, sus contrincantes lo provocan por hablar de Dios, por tener acné, por no haber ganado ninguna de las competencias. Ellos suben a la tarima confiados, los puños al aire, algo agresivos arengando al público; él aparece en escena como si no registrara al público. Pero al poco tiempo cambia. A lo largo del encuentro se irá soltando hasta comerse el escenario. Los espectadores le festejan sus respuestas inteligentes. Eso sí, el máximo insulto que soltará en la jornada es "salame". Algo que confiesa que le parece un adjetivo medio cariñoso, uno que le diría a su hermano.
Para Dozer no se trata de llevar adelante una cruzada por cuidar el lenguaje, más bien le parece demasiado trillado insultar. "Aludir a la mamá del contrincante es demasiado fácil y berreta", cuenta. "Tiene más mérito generar una respuesta inteligente, que se salga de lo esperable. Me pongo el desafío de ser un mejor MC", dice -refiriéndose a master of ceremony, como se llama a los competidores-.
Hoy se sustenta económicamente gracias a su participación artística en celebraciones en iglesias cristianas. De hecho, lo convocan también de otras provincias. Si se le pregunta a Dozer qué piensa sobre la legalización del aborto, primero dirá que está completamente a favor de que se le dé muchas soluciones a la mujer antes de llegar a esa instancia. Luego que por sus convicciones cree que uno antes de nacer ya está predestinado por Dios. Aunque reconoce que su creencia no es el centro del mundo y sería irrespetuoso si quisiera imponérsela a los demás.
Dozer creció en Don Orione, un enclave de monoblocks en Almirante Brown, hijo de madre costurera y padre taxista. Un lugar que define como complicado. No terminó el secundario "porque en sexto año estaba medio perdido en la calle". Se arrepiente, porque siente que eso le dificulta conseguir trabajo, y porque está convencido de que mejor rapero es quien maneja más palabras. "Me gustaría ver una nueva generación de jóvenes que sean intelectuales y tengan mejor vocabulario", define. "Y mira que yo nací en un barrio re feo, pero eso no fue excusa para cargarme al hombro la forma de ser mejor y hablar mejor".
Comenzó a rapear a los once años, imitando a Eminem con su hermano mayor. En el Quinto Escalón, el encuentro de gallos que se organizaba los domingos en Parque Rivadavia, se encontró con un montón de gente como él. "Ahí florecí", cuenta. En cuanto se fue de su casa a los veinte y empezó a buscar trabajo no le fue fácil. "Repartí curriculums por todas partes y nadie me tomaba por no haber terminado el secundario. Le dije a mi mamá bueno, ya fue, me llevo el parlantito y me pongo a rapear en el tren. Estaba re jugado, y me mandé al Roca". De esa primera experiencia recuerda los nervios y que había mucho ruido, por lo que tenía que gritar. Al público le gustó y comenzó a juntar plata. Viajó dos horas y cosechó trescientos pesos. Luego pasó a los subtes. Cuando veía que en determinada línea los pasajeros ya lo reconocían se iba a otra, "para no ser pesado". Así comenzó a pagar el alquiler.
Su fórmula para el éxito en el transporte público: elegir a una persona y lograr que se ría. "Por ejemplo, veía a un señor de brazos cruzados y le decía: cómo está señor, de brazos cruzados, pensando que se calle este negrito trastornado. Y cuando se ríe uno se empiezan a reír todos. Se contagia".
De cara al futuro, más allá de prepararse para la final en diciembre, planea volcarse hacia la música, incursionar en el trap y el R&B. Y, antes que nada, seguir intentando ser una buena persona. "Mi meta es tener un buen corazón, me puede ir bien o mal, pero creo que eso es una persona ganadora".