Rafael Spregelburd: “La sensibilidad nunca estuvo en duda para algunos”
El dramaturgo, actor y director de teatro reflexiona acerca de nuevos interrogantes que se plantean sobre el género masculino en la actualidad
En un futuro muy lejano, dentro de 300.000 años, las categorías de género han estallado y ya no se distingue entre qué es hombre y qué es mujer. Hubo una revolución femenina, en algún momento de la historia de la humanidad, y las mujeres han dominado e impuesto el lenguaje. Esta situación hipotética sucede en La paranoia, una de las siete obras de teatro de Rafael Spregelburd que forman parte de su Heptalogía de Hieronymus Bosch (El Bosco). La estrategia discursiva que aparece en la pieza alimenta esas provocaciones con las que este dramaturgo, actor y director suele agitar a su público. “Esto que aparece es enloquecedor porque todo lo que es masculino se feminiza y se torna genérico –explica el autor–. Así, si yo ahora digo ´mis hijos´, la palabra ´hijos´ incluye hijas e hijos. En este futuro planteado, en plural se diría ´mis hijas´. Lo que ocurre entonces es, por ejemplo, que si yo ahora con vos en este bar llamara a la moza, le diría que ´nosotras´ queremos pagar el café. Mientras que, si yo estuviera solo con hombres, diría ´nosotros´. Yo, hombre, en mi vida cotidiana jamás realizo esta operación cuando formulo una frase, nunca tengo que ver a quiénes estoy incluyendo. Pero las mujeres lo hacen todo el tiempo, con el esfuerzo que implica. ¿Habrá un lóbulo del cerebro que en el hombre no trabaja y sí en el de la mujer? La broma es que el espectador primero duda, desconfía, ¿el actor se equivocó? La primera sensación frente a un cambio es que es un error. El castellano es, como todas las lenguas, patriarcal. Lo que es presentado como revolucionario primero es percibido como equivocación, como ruido en el oído, y requiere una actualización. Creo que cuando ubico mi obra y digo que transcurre dentro de 300.000 años, es una manera de decir que estamos a 300.000 años de distancia de ganar esa batalla”.
–Sin embargo, ¿no resulta significativo que, en nuestra lengua, aparezca la X como forma de unificar lo masculino y lo femenino? Hoy escribimos “nosotrxs” como genérico.
–Sí, pero fijate que la X no es una buena elección, porque no se puede pronunciar. Eso que me presentan como solución no es una solución, es un problema. Me están ofreciendo algo impronunciable como una manera de decir “nunca llegarás a esta categoría”. Ninguna lengua está preparada para realizar esta operación de saneamiento de género en su estructura gramática. Yo no creo que haya que modificar las lenguas, la pregunta es ¿por qué en la lengua es tan evidente esta situación del patriarcado y la descubrimos tan tarde? ¿Por qué la predominancia del género masculino y la dominación del género masculino sobre el femenino han tardado tantos años en hacerse presentes? Y ¿por qué, a destiempo en distintas culturas?
–En la complejidad que plantea el mundo contemporáneo, ¿cómo ves que el género masculino reformula su posición?
–Yo no creo que lo contemporáneo sea complejo. Hay una ilusión de pseudocomplejidad que adorna los temas fundamentales para que se tornen menos visibles, desde la lucha de clases hasta la opresión de género. En el plano de lo social, se reducen las expresiones complejas para que, en lo pseudocomplejo, quienes tienen el poder lo sigan detentando. Quien maneja el discurso de cómo funcionan ciertas áreas de la realidad tendrá una autoridad que permitirá el control.
–¿Te referís solo a la figura de autoridad en un sistema político o lo mismo se replica en la autoridad dentro de un sistema familiar?
–Se replica, naturalmente. Tenemos que pensar que el problema de la autoridad es un problema inherente a la vida. Gran parte del problema consiste en decir que debemos condenar el autoritarismo en lo político y luego mucha gente, dentro de su plano familiar, se comporta de forma autoritaria. Tener autoridad no es lo mismo que ser autoritario. Yo sé más cosas que mi hijo de 5 años y está bien que le señale las cosas que le van a preservar la vida, no me da lo mismo escuchar su opinión respecto a ciertas cosas sobre las cuales yo ya tengo elaborado un plan más razonable que el suyo. Por eso es tan difícil abstraerse de este problema de la autoridad que es necesaria para garantizar la vida, el cuidado.
Es desesperante cuando, en la democratización de roles, se pretende que el padre ocupe lugares que ocupa mal.
–La figura de autoridad de un padre actual es muy diferente a la de generaciones anteriores.
–Sí, vamos a ver, el padre tiene cierta autoridad sobre el hijo por aquello que sabe que puede preservar la relación y el amor de la relación, sin embargo el hijo es formado por muchas cosas en simultáneo. Desde los videos que mira hasta la escuela a la que va. La autoridad del padre compite con otras autoridades y otros saberes. Cuando mi hijo me pregunta cómo se llama la segunda evolución de Pokémon y descubre que hay algo que no sé, ¿pierdo autoridad? ¿Me va a creer lo mismo cuando le diga qué debe hacer? Aquello que se pierde de autoridad se debe recuperar en la equidad de la relación. Yo opto por que mi hijo entienda que a mí me interesa qué conocimiento tiene él para que a él le interesen los conocimientos que tengo yo y de esa manera garantizar que él esté bien. Lo contrario sería suponer que por esa relación de autoridad, yo soy el padre y él el hijo, no va a haber un intercambio. Creo que las relaciones paternales han estado tiznadas de lo que en la filosofía llaman pseudopreguntas: hacer preguntas a los niños cuya respuesta los adultos ya tienen, como para verificar. Eso está cambiando. Hay una suerte de coparticipación del saber del niño, siempre que no ponga en peligro su vida. Para que él esté interesado en un intercambio yo me intereso por lo que él sabe. No lo anulo, no lo des-escucho. Y no solo en cuanto a la autoridad, hay varias cosas hoy se presentan de un modo distinto. Yo estoy en pareja desde hace 22 años y hemos tenido nuestro primer hijo hace cinco, esperamos mucho. Bueno, eso también es algo de nuestra generación.
–¿Y en cuanto al cambio de rol que le toca hoy al varón?
–Mirá, con mi mujer hemos consultado a muchos psicólogos por cuestiones de crianza y demás, y hay algunas cosas que parecen estar muy instaladas en un sistema medular de roles. De qué manera el padre es el que pone la ley, por ejemplo. Aunque sea la madre la que dice "no", el padre tiene que venir a verificarlo.
Si queremos vivir en sociedad tenemos que atender tanto a lo biológico como a lo razonable.
–¿Vendría a ser un pacto cultural o algo biológico?
–Yo creo que parte de algo biológico. Y eso es lo que a mí me inquieta. En la separación del bebé del cuerpo de la madre debe ser el padre el que se interponga en eso para que el bebé duerma en su habitación y no en la cama de los padres. Hay una cantidad de pasos en el recibimiento del niño al mundo en los cuales madre y padre tienen funciones diferentes. Son diferentes biológicamente. El problema es cuando de esto se hace un juicio de valor, entonces dar la teta es mejor que poner límites, o peor; separar al niño de la madre es malo y juntarlo es bueno. Eso es lo que culturalmente puede ir cambiando, pero yo sí creo y veo que hay algunas funciones de la construcción psíquica de una familia que tienen que ver con escenas fijas. Es desesperante para un padre ver que al principio el niño tiene unas necesidades concretísimas con la madre y unas muy abstractas para con el padre, que naturalmente, en esta época empiezan a rellenarse de buenas intenciones, de estar allí, pero que definitivamente tienen que ver con cuestiones biológicas, ligadas al amamantamiento y las que se construyen a partir de allí. Aparentemente a partir del octavo mes el niño descubre que no es parte del cuerpo de la madre. El padre no corta ni pincha. Es desesperante porque en esa especie de democratización de género, de los roles, a veces se pretende que el padre ocupe algunos roles que ocupa mal, que ocupa de manera tosca, en la que el niño nota la estafa y eso conduce a cierta frustración. De todos. El problema es qué es biológico, qué es psíquico. En esta pseudocomplejidad de la que hablamos todo aparece confundido y hay interrogantes para los cuales ni vos ni yo tenemos respuestas en esta mesa.
–Hay interrogantes sin respuesta y también preguntas que antes no teníamos necesidad de hacernos…
–Exacto. Yo estoy filmando una película que dirige Daniel Himelberg, se llama Los elegidos, trata de una pareja gay que quiere adoptar un hijo, yo hago de uno de los padres. Legalmente Argentina está muy avanzada en ese tema, se privilegia que los niños que puedan salir en adopción salgan en adopción cuanto antes de los lugares en los que están. Para adoptar un niño una pareja homosexual tiene los mismos derechos que una familia heterosexual. Yo no lo sabía, como tantas otras cosas. ¿Les dan licencia laboral a estos padres?, ¿quién de los dos tiene la licencia?, ¿los dos?
–La figura del macho inconmovible entró en jaque frente al hombre ultrasensible. ¿Sería un movimiento anti natural?
–Bueno, para mí el tema de la sensibilidad es inherente a lo humano, tanto de hombres como de mujeres. Es cierto que ha sido disfrazada históricamente de determinados síntomas, pero yo no he experimentado mucho esto de la supuesta falta de sensibilidad. La sensibilidad del hombre nunca estuvo en duda para algunos, especialmente en el territorio del arte. Existe, naturalmente, la ilusión del macho, el que no se lastima. Me parece que son representaciones rituales y tribales que van a ir cambiando con el tiempo. En ese sentido, orgánicamente, en los cuerpos no parece haber glándula alguna que determine quién tiene disposición a llorar más ante las fotos de gatitos. Y, ojo, que estamos hablando de lo biológico como si fuera lo bueno per se.
Hay muchas fantasías en las fábulas que se construyen de cómo se ocupa lo masculino y lo femenino.
–Funciona como un parámetro.
–Está bien, pero no el único. En la biología el macho del león se come a sus crías y la hembra no los salva. ¿Eso es bueno o malo? No tengo categorías para eso, pero no quiero que suceda en la raza humana. La raza es biológica, pero también tiene la razón. Todo aquello que la razón pueda transformar de lo biológico, bienvenido sea. Y también hay muchas fantasías en este territorio de las fábulas que se construyen de cómo se ocupa lo masculino y lo femenino. Son rituales, rituales que van cambiando. La lógica del cortejo cortesano era profundamente afeminada si vamos a dejarnos llevar por las representaciones de las épocas. Desde hace unos años hablamos del metrosexual: una categoría de hombre muy preocupada por su apariencia. Pero apareció en la clase alta, andá a hablar de metrosexualidad en el conurbano.
–¿La metrosexualidad es una cuestión de clases entonces?
–Sí. ¿Cuál es ese aspecto estético que predomina? ¿Es un aspecto estético primordial?, ¿está vinculado a una búsqueda personal? ¿O es lo que le imponen ciertas modas? Hay como una especie de obligación y señalización. En ese sentido, la moda no deja de ser una fábrica de productos, no hace más que publicitar un tipo de modelo de hombre que se va aggiornando, se va modificando.
–Pero hay una imagen que se va aggiornando, efectivamente, cuando al hombre se le habilitan espacios como el “placer de la moda”; y también el lenguaje, la palabra "metrosexual" antes no existía.
–Es un invento de los años 90, aunque tampoco es nuevo el concepto porque podríamos decir que la Corte de Luis XV ya era metrosexual. Lo que aparece es una especie de piedra libre al mercado para dar rienda suelta a una serie de consumos determinados que se habilitan cuando al hombre se le permite, como vos decís, el placer de la moda. Veo que la creación del concepto de metrosexual es una imposición comercial, del mercado. Es liberar al hombre de cierta culpa frente al consumo de productos de su cuidado o de su belleza, como si antes estuvieran estado mal juzgadas, de la misma manera que para la moda masculina durante siglos los colores han sido el negro, el marrón, el gris y el azul y no podían vestirse de rosa o rojo. En un momento se dice “no”.
–Sin tener que esperar que pasen 300.000 años, en esta era de transformaciones y del #niunamenos, ¿percibís que eso que está haciendo ruido empuja al hombre a hacer una actualización?
–Naturalmente, todo el tiempo estás pensando ¿puedo o no hacer este chiste, que antes hubiera causado mucha gracia y ahora tal vez resulte ofensivo?, ¿puedo o no decirle a una mujer lo bella que está? o, incluso, ¿puedo soportar que ella me diga a mí que yo el resulto atractivo? Estas preguntas se formulan todo el tiempo. No hay respuestas, pero las preguntas se formulan. Y, sí, aparecen nuevos interrogantes.
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