Querido Papá Noel. "Para este año no te pido nada, sólo que te lleves el 2020"
"Querido Papá Noel. No sé si fui bueno o malo este año. (En todo caso, este año fue más malo que yo). Esta vez no quiero pedirte nada para Navidad. Solo que te lleves el 2020. Enterito. Y no me dejes carbón, la carne está carísima. Sinceramente". Carlos Pagura publicó hace unos días el mensaje en sus estados de WhatsApp y no tardaron en llegar las adhesiones. De alguna manera, resumía el impacto que deja la crisis del coronavirus en el humor social, de cara a las Fiestas. ¿Cómo procesamos lo que vivimos este año, frente a las Fiestas el año vivido y cómo proyectamos el 2021?
"No tengo proyectos para este año. Me siento afortunado de no haberme contagiado de coronavirus. Y sobre todo, de haber sobrevivido. Esa es la sensación que tenemos todos en casa. Que somos sobrevivientes. Que perdimos a varios afectos en el camino, y que vivimos un año que no nos gustó, pero nos obligó a reconciliarnos con el presente. A vivir el hoy, sin saber qué nos toca mañana. Qué se yo que nos depara el año que viene. Ni sabemos si llega la vacuna, o si los chicos vuelven a clase. No nos gusta, pero es lo que hay. Nos acostumbramos a vivir con noticias a corto plazo. El resto, es futurología", dice Carlos, que tiene 48 años, una compañía de cerramientos de aluminio, tres hijos de 17, 13 y 8 años.
No es el único. La sensación es compartida. Las agendas del 2021 no se estrenarán con una lista de objetivos para el año como en los eneros anteriores. Los especialistas aseguran que tener proyectos no será lo mismo después de la crisis del coronavirus. Habrá mucho que aprender, dicen, para no hacer de los objetivos de hoy frustraciones del mañana. Después de vivir el año menos imaginado, las grandes metas para el nuevo año se convertirán en pequeños logros a corto plazo. En un contexto en el que todavía domina la imprevisibilidad, el desafío es volver aprender a planificar. A pensar en plan B y plan C. A ser flexibles. A recalcular las metas a medida que la realidad cambie. "Pero, por sobre todo, un tiempo para reconciliarnos con la intangibilidad de las certezas y la realidad de la incertidumbre", dice el psiquiatra y ensayista José Eduardo Abadi.
"Este año concluye lleno de muchas necesidades. Una de ellas, compartida, es que este 2020 se termine. Llegar a las Fiestas se vive con mucha épica. Hay un doble sentimiento. Por un lado, alegría de haber sobrevivido a la profecía apocalíptica. Y despedir el 2020 con su carga simbólica, nos hace sentir que podemos ponerle un broche final a la dramática de este año", dice Abadi. "Pero todavía subsiste el miedo a lo que vendrá", dice.
El proyecto es la vacuna
"Hoy nuestro gran proyecto colectivo es la vacuna. Esperamos con ansias la noticia de que llega y funciona, porque es lo que hoy condiciona cualquier otra cosa que queramos planificar", dice la psiquiatra Elsa Wolfberg
Ese brindis, no será cualquier brindis. "Será el festejo de la vida. De la supervivencia. Pero también significa cerrar un año en el que tantas cosas, proyectos, ideas, planes y la vida misma se derrumbaron frente a nuestros ojos. Y la más importante: la certidumbre con la que creíamos que planificábamos el año. Era una ilusión. Ahora lo sabemos más que nunca. No somos omnipotentes. Por el contrario. Somos vulnerables. Y nuestro futuro y nuestros proyectos dependen de que nos cuidemos entre todos", agrega Abadi.
Los especialistas coinciden en que hay una necesidad social de dar vuelta la página de uno de los años más difíciles. "Necesitamos convertir al 2020 en un recuerdo", apunta Abadi.
No todo fue negativo
"Pero no todo fue negativo. Yo, particularmente pertenezco a un grupo que somos los adultos mayores que este año aprendimos a ser más flexibles. Y a pesar de las limitaciones para salir, para viajar, que me encanta o para ver a la familia, pude sentirme acompañada por otras personas que como yo, en este tiempo echamos mano más que nunca a la tecnología. Ese es un aprendizaje muy importante", dice Wolfberg.
Un año distinto, en el que los proyectos nos mantuvieron vivos, apunta Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. "Soñar, proyectar, planear son las cosas que nos hacen sentirnos con ganas de levantarnos a la mañana. Una vida sin eso no tiene sentido. Quizás, este año nos reconciliamos con la idea de que por más que planifiquemos, la vida puede sorprendernos. Pero que dependiendo de la capacidad y la flexibilidad que mostremos vamos a poder vivirlo como una oportunidad. Este año, aprendimos que quien más rápido se adapta la pasa mejor y que el que se aferra a viejos conceptos es quien más sufre", dice Cruppi.
Esta época va a ser recordada como la eternidad del presente, dice Abadi. "No sabemos muchas cosas. Pero sabemos que hoy estamos. Y en esta nueva vida, el futuro lejano no tiene tanta relevancia como el hoy".
El impacto no es igual en todas las edades. A los más grandes, dice Abadi, el impacto subjetivo fue sustancial. "Los más grandes sienten que este año se lo robaron, se lo expropiaron. Y que no se lo van a devolver. Los más jóvenes, en cambio lo viven como un tiempo de espera hasta que vuelva la vieja normalidad", dice.
Wolfberg apunta que este fue un año para pensarse a uno mismo desde otros ángulos. "¿Y si no fuera lo que soy, qué podría ser? Es interesante a qué nos enfrenta esa pregunta. Muchos tuvieron que replanteárselo en este año, por razones económicas o porque el trabajo que hacían, simplemente no existió más. Hace muchos años, la novelista Marguerite Yourcenar se preguntó eso mismo y concluyó que, como le gusta caminar, podía ser cartero. Es un momento para preguntárnoslo, aunque sea de forma hipotética", dice.
Es un año de mucha complejidad para entender lo que nos pasó, dice Cruppi. "Para todos este fue un año de pérdida. De duelo. Quizás no perdiste un ser querido. Perdiste la individualidad, el contacto con el otro, las gratificaciones en el contacto con el otro. Hubo que reinventarse. Muchas lo pudieron hacer y otras no, porque navegamos las mismas aguas pero estamos en barcos distintos. Frente a este mar de incertidumbre que nos trajo este virus, que continúa, es bueno que tengamos una isla de tranquilidad, que es la esperanza. Esperar algo. Poder proyectarse. El proyecto te ayuda a planificar la esperanza", dice.
"En una época de balances, lo que esta pandemia nos enseñó es que no hay garantías. Que lo único que existen son probabilidades. En un año donde el escepticismo hizo del futuro algo inseguro, el provenir es el presente. Nos sentimos vivos cuando tenemos proyectos. Lo simbólico del año nuevo es que llegar vivo es lo más importante", concluye Abadi.
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