Derrumbe en Floresta: tras una noche a la intemperie, la Ciudad anunció que los ocupantes del PH serán trasladados a un hotel
Los vecinos se negaban a aceptar ir a un parador de la Capital y a recibir un subsidio; por la noche, aceptaron la propuesta del gobierno porteño
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A las 11 de hoy ya habían pasado 36 horas desde que se desplomó un sector del PH ubicado en Rivadavia 8758, en Floresta, y, por el hecho, murieron Gabriela Jamile, de 12 años, y Jefferson Aquino, de 19, y permanece desaparecida Felicitas Cherry Ruiz, de 72. El panorama en la zona era similar al de ayer. La cuadra donde se sitúa la vivienda de dos pisos y las dos a sus costados estaban valladas y custodiadas por personal de la policía de la ciudad, de Bomberos y de la Guardia de Auxilio. En la puerta de entrada estaba pegado un cartel amarillo que, en letras mayúsculas rojas, dice “clausurado” y desde una ventana abierta del primer piso se podía ver una cama con sábanas rosas revueltas, como un indicador de lo que ocurrió: los ocupantes saltaron de la cama ante el estruendo que provocó el derrumbe y escaparon de la vivienda, a oscuras, solo con lo puesto.
Pero la principal diferencia con respecto a ayer era la hilera de colchones dispuestos sobre la vereda de Rivadavia al 8700, donde las cerca de 130 personas damnificadas, entre ellos 30 menores de edad, pasaron la noche. Esta mañana, familias enteras se encontraban sentadas sobre mantas y almohadas improvisadas, tomando café y comiendo galletitas de agua. La situación se descomprimió por la noche, cuando los vecinos aceptaron ir a un hotel que les ofreció el gobierno de la ciudad “hasta tanto se resuelva la situación ante la emergencia”, según informaron fuentes del Ejecutivo porteño. Y agregaron: “El gobierno se compromete a brindar la asistencia alimentaria correspondiente. Dichos hoteles tendrán la cercanía necesaria a fin de asegurar la continuidad escolar de los niños, niñas, y adolescentes escolarizados”. Por otro lado, con los vecinos acordaron también gestionar “acciones pertinentes para arribar una solución habitacional definitiva” en una mesa que se constituirá dentro de 10 días.
“Pasamos la noche acá. Fue horrible. Más que nada por el frío y el miedo que pasaron los nenes. Es incómodo y no dormís tranquilo. Nunca había pasado por esto y no se lo deseo a nadie”, dijo Marvin Meza, que ayer ya había anticipado a LA NACIÓN que no dormiría en el parador que les ofreció el gobierno porteño porque no lo consideraba un lugar apropiado para sus hijos.
Meza señaló que durmió muy poco, de 3 a 7 más o menos, y que la mayor parte de la noche la pasaron conversando y contando anécdotas entre los vecinos. “Intentamos reírnos un poco, porque no sabemos cuándo vamos a poder volver”, indicó.
Voceros del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat dijeron que “por el momento no hay una previsión de tiempos” en cuanto a cuándo podrían regresar a la vivienda o ingresar para buscar pertenencias personales. “Dependemos de lo que vaya dictaminando la Guardia de Auxilio y Bomberos”, dijeron.
Además, horas antes del acuerdo al que arribaron esta noche, explicaron que a los damnificados se les había ofreció lugar en un Centro de Inclusión Social ubicado en Barracas, en la calle Uspallata, contención social y psicológica, y ayuda para tramitar un subsidio de emergencia para casos de vulnerabilidad habitacional. Los montos de este subsidio son $9632 para personas solas y $19.834, para el grupo familiar.
Martha Bonilla, de 27 años no pudo dormir. Ni comer. “Algunos cenaron sopa, pero yo no puedo ni tragar por todo lo horrible que vi y oí. Los gritos de auxilio, la tierra por todos lados”, contó con lágrimas en los ojos.
“Agarré a mi hija Sofía, de dos años, a mi perro, y a mi conejo, y salimos. Nos salvamos por un pelo. La vida nos dio una segunda oportunidad”, afirmó Bonilla, mientras la niña jugaba con bloques de plástico sobre un colchón.
Según contaron los vecinos, la mayoría de las 35 familias que vivían en el inmueble son de nacionalidad peruana. No pagaban un alquiler, aunque sí los servicios, y todos residían allí, en promedio, hacía más de 10 años.
Patricia Salgado, de 47, no tiene hijos, pero sí varios animales de compañía. Estaba desesperada, porque uno de sus gatos no aparece tras el derrumbe. “No dormí en el parador porque son un desastre, los baños no tienen ni puertas, pero principalmente porque mi mente está acá hasta que encuentren a mi gata. Todas nuestras cosas están acá. La ropa que tengo puesta es toda donada. Hemos salido así [señalando sus prendas], ni la plata saqué con tal de rescatar a mis mascotas”, dijo.
“Queremos una casa digna, una solución concreta, no algo momentáneo que después de seis meses no sepamos qué hacer. El subsidio de $25.000 no nos satisface. No puedo alquilar un lugar para cinco personas con ese dinero. Queremos luchar por este predio, que lo compre el gobierno de la ciudad, construya y nosotros podamos comprar nuestras viviendas. No queremos que nos regalen nada, queremos pagar porque yo he venido a hacer patria aquí”, dijo Persy Manga.
En la madrugada del miércoles, algunas personas habían aceptado ir al parador, pero anoche se negaron.
“Lamentablemente, ninguna de estas personas aceptó pasar la noche en el centro de inclusión. Ayer también habíamos comenzado el trámite para que obtuvieran el subsidio y hoy tenían que terminarlo, pero ninguno se presentó ni aceptó estas soluciones temporales”, dijeron.
A media mañana, se acercaron a dialogar con las familias Victoria Montenegro, legisladora porteña por el Frente de Todos; Fernando Moya, miembro de la junta de la Comuna 10 por el mismo partido, y personal de la Defensoría del Pueblo de la ciudad de Buenos Aires.
“Hay 30 niños y niñas que tienen que tener un techo rápidamente, mientras se resuelve la situación habitacional”, dijo Montenegro a los vecinos.
Según pudo saber LA NACIÓN, varias organizaciones políticas, entre ellas La Cámpora, se acercaron a los damnificados y les propusieron “rechazar las soluciones ofrecidas por el gobierno de la Ciudad y solo aceptar una solución habitacional definitiva”.
Ayer, las primeras hipótesis de los especialistas giraban en torno a que el inmueble se encontraba sin mantenimiento, con construcciones irregulares y una estructura que no estaba preparada para soportar peso sobre la base.