Qué son las biodiverciudades y por qué es un concepto que apuesta a generar una revolución “verde”
Una red de ciudades latinoamericanas está trabajando para planificar su desarrollo urbano en armonía con el medio ambiente
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USHUAIA.– Durante los últimos años casi todos los países de América Latina y el Caribe sufrieron sequías, inundaciones, incendios forestales, nevadas históricas y otros desastres ambientales como consecuencia del cambio climático. Si bien la región es una de las más biodiversas y menos contaminantes del planeta, un dato alarma: el gran crecimiento poblacional (ocho de cada 10 habitantes viven en ciudades) alteró negativamente el vínculo entre los centros urbanos y el medio ambiente.
Frente a ese problema, ¿qué pueden hacer las ciudades latinoamericanas para crecer sin poner en riesgo su biodiversidad? La respuesta podría estar en un concepto: el de biodiverciudades.
En diciembre de 2021 los alcaldes de siete ciudades se reunieron en Barranquilla, Colombia, en un encuentro organizado por CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina, y por primera vez hablaron de desarrollar metrópolis que convivan de manera armónica con la naturaleza a través de la creación de, por ejemplo, parques, jardines, infraestructuras amigables con el medio ambiente, bosques urbanos, sistemas de transporte limpios y otros proyectos que contribuyan a integrar los recursos naturales, promover una actividad socioeconómica en equilibrio con la naturaleza y, como consecuencia, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
“El concepto de biodiverciudades tiene que ver con amigar el medio ambiente con el desarrollo urbano y que las ciudades utilicen la naturaleza para mejorar la calidad de vida”, dijo Christian Asinelli, vicepresidente de CAF, entidad que financia distintos proyectos en toda América Latina y el Caribe y que busca convertirse en el “Banco Verde” de la región.
Por ejemplo, en la ciudad de Lima, en Perú, se está recuperando la zona del río Rímac, un lugar que “en vez de ser un espacio de encuentro de la población, es uno donde nadie quiere estar cerca por el olor que hay”, dijo Asinelli. El objetivo principal de este proyecto, que financiará CAF, es la recuperación del cauce y las riberas y la integración de sus márgenes con el Centro Histórico de Lima.
Otro caso emblemático es la recuperación de la ciénaga de Mallorquín en Barranquilla, donde se prevé un trabajo integral que contemple la creación de un ecoparque, la restauración ambiental y paisajística de la playa Mocho y la protección de los manglares –árboles costeros que ayudan a mantener la humedad del ambiente y generar oxígeno–.
Para Alicia Montalvo, gerenta de Acción Climática y Biodiversidad Positiva de CAF, es más sencillo describir lo que no es una biodiverciudad: “Una ciudad que se incrusta en la naturaleza, extrae recursos como agua, oxígeno o alimentos y produce recursos que luego el ecosistema tiene que absorber no es una biodiverciudad, así como tampoco lo es una en donde el único enfoque medioambiental consiste en construir parques y jardines o instalar macetas en espacios públicos”.
En cambio, dijo, una ciudad biodiversa es aquella que se integra en el ecosistema del que forma parte, se beneficia de los servicios que aporta y al mismo tiempo devuelve elementos que lo nutren. “Una biodiverciudad trabaja de forma armónica con el ecosistema, no lo fragmenta, no establece con él una relación desequilibrada ni le exige más de lo que este puede absorber”, agregó.
De acuerdo a Montalvo, la mayoría de los proyectos que llevan adelante las biodiverciudades actuales trabajan en el refuerzo de sistemas de protección natural como las masas boscosas, los humedales o los manglares. “Lo que hacemos es trabajar en la regeneración de estos sistemas naturales de protección que son mucho más costo-eficientes que los sistemas de protección denominados ‘de infraestructura gris’”, dijo.
A un año de aquel primer encuentro, donde se formuló la Declaración de Barranquilla con el objetivo de apoyar la conformación de una “Red de Biodiverciudades” regionales, hoy son 119 las metrópolis que forman parte de ese sistema. Muchos de los gobernantes de esas ciudades se encontraron el lunes y le martes pasado en Ushuaia, en un evento organizado por CAF con el apoyo del Instituto Humboldt.
¿Qué pasa en la Argentina?
Si en la región el problema de la densidad poblacional urbana ya muestra números alarmantes, en la Argentina las cifras son aún más impactantes. Juan Cabandié, ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, estuvo en el encuentro y dijo que el 92% de la población del país vive en ciudades, porcentaje que se encuentra muy por encima de la media mundial (54%).
Córdoba, junto a Luján y a Ushuaia, fue una de las primeras en asumir el compromiso de convertirse en una biodiverciudad y trabajar para que esa concentración poblacional conviva armónicamente con la naturaleza. Allí se destaca el proyecto de reconversión de residuos sólidos urbanos en combustible a través de la planta de procesamiento de Piedras Blancas. Martín Llaryora, intendente de Córdoba, dijo: “Hoy no se puede ser un líder político sin entender que estamos en un nuevo paradigma, el ambiental, y que toda gestión urbana debe tenerlo en cuenta. El líder que no entienda el cambio va a condenar a su pueblo a la pobreza y al fracaso y no aprovechará la oportunidad que tenemos de vivir en un rincón del mundo donde todavía tenemos biodiversidad”.
En la misma línea, CAF financiará una serie de obras en Ushuaia para crear un paseo a cielo abierto en la calle Kuanip y otro entre la Bahía Encerrada y la Bahía Ushuaia.
Si bien actualmente la ciudad de Buenos Aires no es parte de la red, Asinelli consideró que tiene el perfil para serlo: “La ciudad está trabajando mucho en las cuestiones ambientales. Por ejemplo, CAF financió la obra del Paseo del Bajo, que ayudó a bajar la cantidad de autos y camiones que transitaban por la ciudad, reduciendo la contaminación y las emisiones. Además, se hizo un paseo verde donde antes había vías de tren o un estacionamiento, esto demuestra que un proyecto de infraestructura puede tener impactos positivos”, dijo.
Según el vicepresidente de CAF, los problemas son similares en todos los países de América Latina y las soluciones ya están en discusión, por eso esta red es la manera de aprovechar lo que está haciendo otra ciudad y no perder tiempo “inventando la rueda”.
“No se trata solo de reciclar las tapitas de las botellas, sino de reutilizar el agua que usamos, que el agua que se deseche no llegue tan contaminada a los mares, ver qué hacemos con el plástico que hay en los océanos, trabajar con los manglares, hacer acueductos, cuidar la biodiversidad de los océanos, pensar sistemas de riego”, dijo.
Para Cabandié, la gestión local que están haciendo las ciudades de América Latina es sumamente importante en la agenda ambiental, pero, remarcó, no puede analizarse de forma escindida de la agenda del clima global, porque sería como “intentar curar un cáncer con una aspirina”.
“No es lo mismo lo que contamina América Latina que lo que contaminan otras regiones. La Argentina, por ejemplo, representa el 0,8% de las emisiones globales, mientras que EE.UU. emite el 15%, China, el 25% y Europa, el 12%. Los responsables son los que deciden dónde producir y cómo se distribuye la energía. La situación está en crisis y hay que dar la verdadera discusión de fondo”, afirmó.
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