Qué revela una investigación sobre el brote de “tics de TikTok” que afectó con síntomas misteriosos a miles de adolescentes en 2021
Médicos de todo el mundo atendieron a chicos y jóvenes con espasmos repentinos y explosivos; un estudio analiza quiénes fueron los más afectados y las posibles causas
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CALGARY, Canadá.– Los primeros tics de Aidan se manifestaron un día después de clase, a principios de 2021, un mes después de que terminara la interminable cuarentena pandémica. Aidan tenía 16 años y entró a la casa sacudiendo la cabeza, revoleando los brazos, dejando escapar silbidos agudos y chasquidos con la boca.
Los padres miraban alarmados desde el sillón del living. Ya estaban preocupados por el creciente estado de ansiedad de Aidan –por la pandemia, por su disforia de género, por las solicitudes de ingreso a la universidad y hasta por las salidas con sus amigos–, pero nunca imaginaron presenciar un cuadro semejante.
“No podíamos creer lo que pasaba ante nuestros ojos. Era como si estuviera enloqueciendo”, recuerda Rhonda, madre de Aidan.
Llevaron de urgencia a Aidan al hospital, pero los médicos no encontraron nada. Tras la interconsulta con un neurólogo, la familia se enteró de que en la ciudad, Calgary, más de una docena de adolescentes había llegado a la guardia con espasmos similares.
A lo largo de 2021, médicos de todo el mundo tuvieron que atender a miles de adolescentes y jóvenes con tics repentinos y explosivos. Muchos de esos pacientes habían visto videos muy populares de TikTok de adolescentes que aseguran tener síndrome de Tourette. De inmediato surgieron alarmantes titulares sobre los “tics de TikTok”.
Pero ese tipo de brotes ocurren desde hace siglos. En comunidades muy estrechamente unidas, sobre todo si estuvieron sometidas a situaciones traumáticas o de gran estrés, los síntomas misteriosos pueden propagarse como reguero de pólvora. Y los “tics de TikTok” son la manifestación moderna más extendida de ese fenómeno. Y el evento actual se desató en un momento particular y único en la historia, cuando la pandemia generó a su vez una epidemia de ansiedad y de aislamiento, y las redes sociales parecían ser la única manera de comunicarse o de lamentarse.
Ahora los expertos intentan identificar los muchos posibles factores, internos y externos, que hace que los adolescentes se vuelvan tan sensibles a lo que ven online.
Al 80% de esos adolescentes les diagnosticaron un desorden psiquiátrico y un tercio reportó experiencias traumáticas pasadas, según el estudio de la Universidad de Calgary que analizó casi 300 casos de ocho países. En nuevas investigaciones que todavía no fueron publicadas, el equipo canadiense también encontró una relación con el género: la abrumadora mayoría eran adolescentes mujeres, transgénero o no binarias, pero nadie sabe por qué…
Pero lo más asombroso del brote de “tics de TikTok” fue lo rápido que desapareció. Cuando los adolescentes retomaron su vida social prepandémica, la aparición de nuevos casos empezó a declinar. Y los médicos dicen que la mayoría de sus pacientes con tics se recuperaron, lo que demuestra el impresionante potencial de resiliencia de los adolescentes.
“La adolescencia es un período de vertiginoso desarrollo social y emocional”, dice Tamara Pringsheim, neuróloga que codirigió los estudios en la Universidad de Calgary. “Los adolescentes son como esponjas y manotean cualquier cosa que los ayude a lidiar con lo que les pasa”, agrega.
Síntomas grupales
Los historiadores que estudian el pasado remoto se toparon con historias de pacientes, en su mayoría mujeres, que sufrían temblores, convulsiones, parálisis e incluso ceguera por causas inexplicables. Los antiguos griegos lo llamaron “histeria” y le echaron la culpa al “útero errante”. Sigmund Freud le puso a ese fenómeno el nombre de “conversión” y teorizó que era causado por experiencias traumáticas reprimidas.
En décadas más recientes, los científicos fueron entendiendo la forma en que la ansiedad, el trauma y el estrés social pueden incitar al cerebro a producir síntomas físicos muy reales, por más que las tomografías y los análisis de sangre no muestran rastro de ellos. Ahora, cuando esos problemas interfieren con la vida cotidiana, se los llama “trastornos funcionales”.
“Todos sabemos que la mente desencadena cosas en el cuerpo”, sostiene Isobel Heyman, psiquiatra de niños y adolescentes del Instituto de Salud Infantil UCL Great Ormond Street en Londres, quien publicó el primer informe sobre los tics pandémicos. “Todos hemos experimentado la aceleración del corazón cuando tenemos miedo, o un nudo en la garganta en momentos de gran angustia”, ejemplifica.
“Lo que nos parece raro es que el cerebro pueda causar síntomas muy extraños e intensos, como una convulsión o no poder caminar o tics. Pero lo cierto es que puede”, sentencia.
Estos síntomas repentinos también pueden propagarse en grupos, lo que refleja las presiones compartidas en una comunidad. En la Edad Media, un período en el que muchos europeos temían ser poseídos por el Diablo, las monjas de un convento francés empezaron a maullar como gatos. En la década de 2000, en Suecia, cientos de hijos de solicitantes de asilo quedaron mudos y postrados en cama durante meses, o incluso años.
Y si se le pregunta a algún neurólogo sobre los “tics de TikTok”, seguramente mencione el caso de la pequeña localidad de Le Roy, en el oeste de Nueva York. En 2011, una porrista de la escuela secundaria local tuvo un repentino brote de espasmos. Unas semanas más tarde, su mejor amiga empezó con temblores en la cabeza. Los tics se extendieron rápidamente a través de la jerarquía social de la escuela, afectando a 18 niñas, un niño y una mujer adulta.
Los medios de comunicación nacionales hicieron especulaciones sobre toxinas o virus en el ambiente de Le Roy, pero los neurólogos que trataban a las niñas sabían que muchas habían experimentado traumas o enfermedades graves en su familia. Aunque a lo largo de la historia han ocurrido casos de enfermedad psicogénica masiva, las redes sociales disolvieron por completo las fronteras geográficas que antes la contenían.
“La mayoría de los episodios del pasado estaban acotados a un lugar específico, como un aula de clase. Pero ya no es así”, indica Robert Bartholomew, un historiador que documentó 3500 brotes de este tipo desde la Edad Media.
Influencers de los tics
Para la época en que Aidan empezó a sufrir de tics, Pringsheim y Davide Martino, especialistas del movimiento de la Universidad de Calgary, vieron un mensaje posteado en el foro online de la Academia de Neurología de Estados Unidos.
“En mi consultorio estoy viendo un aumento sin precedentes de consultas de adolescentes mujeres con lo que parecen ser explosivos tics motrices y vocales”, había escrito un médico de Kansas City.
Los neurólogos canadienses habían notado lo mismo. Y la mayoría de esos nuevos pacientes no encajaban en el modelo típico del síndrome de Tourette, que suele afectar a los niños varones y desde la primera infancia.
Los relatos coincidentes de médicos de todo el mundo llevaron a los neurólogos a sospechar de un origen común. Buscaron en YouTube, pero encontraron poco. La hija adolescente de Pringsheim sugirió que miraran TikTok, aplicación que usan casi el 70% de los adolescentes norteamericanos.
Cuando buscaron la palabra “tic” y aparecieron cientos de videos, Pringsheim se quedó helada. “Parecían las personas que acababa de atender ese día en la clínica”, recuerda la especialista.
Los influencers de TikTok repetían las mismas palabras y hacían los mismos movimientos que hacían los pacientes que la visitaban en el consultorio, como golpearse el pecho con los puños.
En los meses siguientes, la enorme afluencia de pacientes con esos síntomas hizo que la lista de espera de la clínica pediátrica de trastornos del movimiento aumentara de tres meses a un año. “Fue una avalancha”, recuerda Pringsheim.
Los videos de TikTok etiquetados con el hashtad #Tourettes acumulan 7700 millones de visualizaciones.
Cuestiones de género
A mediados del año pasado, Pringsheim y Martino habían compilado un registro detallado de 294 casos de tics de clínicas en Australia, Gran Bretaña, Canadá, Francia, Alemania, Hungría, Italia y Estados Unidos. Su objetivo era saber por qué esos adolescentes en particular eran tan susceptibles a los videos de tics, mientras que otros pasaban de largo como si nada.
Una abrumadora mayoría de esos pacientes tenía antecedentes de problemas de salud mental. Dos tercios habían sido diagnosticados con ansiedad y una cuarta parte tenía depresión. Además, una cuarta parte tenía autismo o trastorno por déficit de atención con hiperactividad, y aproximadamente uno de cada cinco tenía antecedentes de tics.
El 87% de los pacientes eran mujeres, un sesgo de sexo que también se encontró en brotes anteriores de enfermedades psicógenas masivas. Nadie sabe por qué las niñas y adolescentes son más susceptibles a este tipo de influencia social. Una teoría es que las mujeres tal vez hacen más esfuerzo por encajar socialmente que los hombres, y que son más capaces de empatizar con el sufrimiento de los demás. En general, entre las mujeres también se registran tasas más altas de depresión, ansiedad y trauma sexual que los hombres.
A mediados del año pasado, en una conferencia sobre trastornos de tics en Lausana, Suiza, médicos de varios países coincidieron en otra observación: un porcentaje sorprendente de sus pacientes con “tics de TikTok” se identificaban como transgénero o no binarios. Pero sin evidencias y explicaciones concretas en la mano, los médicos se ocuparon de no vincular públicamente la identidad transgénero con la salud mental.
“Son chicos que ya tienen una vida lo suficientemente dura, y no queremos empeorar las cosas hablando por hablar”, aclara Donald Gilbert, neurólogo del Hospital de Niños de Cincinnati, cuya hija adulta es transgénero.
Este abril, el grupo de la Universidad de Calgary planea presentar su primer análisis de los datos de género en una reunión de neurología en Boston. Al observar una muestra de 35 adolescentes con “tics de TikTok”, los investigadores encontraron que 15 (el 43%) eran transgénero o no binarios, en comparación con el 12% de sus pacientes con Tourette o sin tics.
“No hemos sacado ninguna conclusión al respecto, pero queda claro que alguna relación hay”, dice Pringsheim.
Aunque los datos son limitados, algunos estudios sugieren que las personas transgénero tienen tasas más altas de trastornos funcionales, que puede estar relacionado con haber sufrido niveles más altos de discriminación, estigmatización y prejuicio, señala Z. Paige L’Erario, una neuróloga de Nueva York que colaboró con el estudio aún no publicado.
“Esos adolescentes estaban pasando un momento ya difícil de su vida, por culpa de la pandemia –considera L’Erario– y los tics fueron una manifestación de ese sufrimiento”.
Otros médicos sospechan que un pequeño subgrupo de adolescentes con problemas graves de salud mental puede ser más susceptible a las influencias sociales. Y durante la pandemia los adolescentes pasaron mucho más tiempo conectados online, consumiendo contenidos cada vez más populares relacionados con el tema de la salud mental y el género, señalan los médicos.
“Son chicos muy abiertos a considerarse fluidos y que están tratando de entenderse a sí mismos –agrega L’Erario–. Y la gran pregunta que se hacen es: ¿quién soy?”
Por Azeen Ghorayshi
Traducción de Jaime Arrambide
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