Existe cada vez más evidencia de que esta práctica ayuda a activar el poder mental y, a diferencia de los medicamentos, no tiene efectos secundarios
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Durante siglos, las gente buscó formas de potenciar su inteligencia, concentración y creatividad a través de los nootrópicos, también conocidos como estimulantes de la memoria o potenciadores cognitivos. De hecho, si en este momento estás bebiendo un café, estás consumiendo una forma de nootrópico: la cafeína es un estimulante y famosa por su capacidad para despabilar.
Pero los también llamados “medicamentos inteligentes” o “drogas inteligentes” -aunque no necesariamente son fármacos-, fueron ganando popularidad: ahora hay un gran mercado para los suplementos de venta libre que afirman (con muy poca evidencia científica) mejorar la concentración y la memoria.
Algunas personas van aun más lejos y buscan estimulantes recetados, como el modafinilo, en un intento por mejorar el rendimiento en el trabajo o estudios. Una investigación de 2017, basada en la Encuesta Global de Drogas, un cuestionario anónimo, mostró que el 30% de los estadounidenses había tomado algún tipo de “droga inteligente” en los 12 meses anteriores.
Suponía un aumento del 20% desde 2015. Y mostraba que no estaban solos: también se reportaron grandes aumentos en toda Europa. Pero ¿realmente funcionan estos productos? ¿Y cuáles son sus riesgos?
Sin saber
“Es sorprendente lo poco que sabemos sobre nuestros cerebros, pero una cosa que sí sabemos es que nuestro cerebro es un sistema cuidadosamente calibrado, particularmente en términos de química cerebral. Y este equilibrio no es el mismo para todos: cada uno tiene su propio equilibrio afinado”.
Así lo afirma Hanneke den Ouden, una neurocientífica cognitiva del Instituto Donders para el Cerebro, la Cognición y el Comportamiento de la Universidad de Radboud, Países Bajos. Su laboratorio estudia cómo el estado de la química de nuestro cerebro da forma a cómo actuamos. “El modafinilo está en la categoría de los psicoestimulantes. Otros ejemplos son el metilfenidato y la anfetamina. Y los psicoestimulantes actúan generalmente en la actividad en el sistema de dopamina del cerebro”.
La dopamina es un neurotransmisor y los niveles elevados de ella pueden estimular señales en las partes del cerebro asociadas con la concentración y el enfoque, y ayuda a reducir los comportamientos hiperactivos e impulsivos. Es increíblemente útil para las personas con TDAH, por ejemplo, pero también pueden llegar, de forma ilegal, a manos de aquellos sin una afección médica diagnosticada.
“En algunos de los estudios recientes, hemos analizado cómo los psicoestimulantes afectan la toma de decisiones en una población joven y sana. Específicamente, estudiamos el metilfenidato, un medicamento que tal vez sea más conocido por las marcas Ritalin o Adderall”, cuenta.
“Y lo que encontramos es que mejora una serie de tareas. Lo que creemos que podría ser el caso es que experimentamos las tareas como un esfuerzo cognitivo menor”, explica la neurocientífica. Pero, advierte Den Ouden, tomar estas sustancias que estimulan el cerebro sin receta médica es arriesgado. “Todos los medicamentos tienen el riesgos de provocar efectos secundarios y por algo se venden con receta”, dice.
“Por eso, cuando llevamos a cabo un estudio de medicamentos, como por ejemplo de psicoestimulantes, evaluamos antes ampliamente a nuestros participantes”, explica. “De hecho, nos aseguramos de que un médico prescriba una sola píldora por persona (a menudo solo les damos una sola dosis)”, continúa.
Y es que “sabemos que, por ejemplo, los psicoestimulantes aumentan el ritmo cardíaco y que esto puede representar un riesgo para aquellos con problemas cardíacos subyacentes como la arritmia sin saberlo”. Estas sustancias, además, no tienen el mismo efecto en todos: a algunas personas las ayudan, a otras, no. La experta añade que prácticamente no hubo estudios sobre los efectos cognitivos a largo plazo del uso de psicoestimulantes en personas sanas.
Sin embargo, aumentar los niveles de dopamina en el cerebro podría causar problemas a largo plazo. “Estamos hablando del ajustado equilibrio de la química de nuestro cerebro y cuando lo perturbás agregando mucha dopamina, el sistema puede, en respuesta, tratar de recuperar el balance y atenuar su sensibilidad a la sustancia”, explica.
Así, la persona, al tratar de mantener sus niveles “normales” de dopamina, podría volverse dependiente de la misma. “Otro riesgo, quizás más especulativo pero importante a tener en cuenta, es que estar realmente concentrado todo el tiempo no es necesariamente el estado óptimo para todas las situaciones.
“Lo que sí sabemos es que estar superenfocado en realidad puede reducir la creatividad y la apertura a nuevas ideas o soluciones. Por eso, no queremos una sociedad de personas hiperconcentradas”.
Meditación en vez de medicación
En lugar de aumentar tu poder cerebral a través de la medicación, hay cada vez más evidencias de que este se puede potenciar a través de medios más naturales, como la meditación y la atención plena (mindfulness).
¿Cómo funcionan? “Un de las características del ser humano es que tenemos estas mentes que pueden vagar y pensar en todo tipo de cosas extrañas”, señala Laurie Santos, profesora de psicología en la Universidad de Yale, en Estados Unidos. “Las investigaciones hechas al respecto muestran que el simple acto de meditar, incluso durante apenas 10 minutos al día si eres un novato, puede reducir significativamente la activación cerebral en regiones de tu cerebro que tienden a hacer que tu mente divague”.
“Por lo tanto, el simple acto de meditar literalmente está cambiando el tipo de patrones predeterminados de tu cerebro”. Pero ¿por qué la divagación mental no es tan buena? Santos dice que las investigaciones sobre el tema muestran que cuando nuestra mente divaga, puede hacernos infelices.
“La ironía de todo esto es que nunca estamos completamente presentes, y que para disfrutar de las cosas simples de la vida, desde comer algo delicioso hasta hablar con un amigo, es realmente necesario que lo estemos”, explica. “El acto de divagar mentalmente, por tanto, parece disminuir significativamente nuestro bienestar”, sigue.
“Es por eso que prácticas como la meditación pueden ser tan poderosas, ya que uno de sus beneficios es que entrena nuestra mente para estar un poco más presente de lo usual”. La meditación no solo detiene la divagación mental, sino que también construye más conexiones entre las distintas partes del cerebro. Efectivamente vuelve a conectar el cerebro al presente.
Y el efecto dura, según un estudio de 2008 -que encontró que las personas que la practicaban eran más felices- hasta ocho semanas. Pero la meditación no solo parece ayudar a disfrutar de la vida. Un estudio de 2013 realizado por la Universidad de California mostró que un curso de meditación realmente aumentó los puntajes en exámenes. Y hay varios otros beneficios, según Laurie.
“Aumenta la concentración, ayuda a la memoria con el tiempo y tiene varios efectos en la salud física: podés ver mejoras en la función inmune y en marcadores de envejecimiento”. Entonces, si hay indicios de que ayuda al poder cerebral, la felicidad, la función inmune e incluso ADN, ¿sería exagerado decir que la meditación es una especie de remedio para la condición humana?
“A los científicos nos preocupan las que parecen tener todos estos beneficios, pero la meditación parece ser una que, empíricamente hablando, simplemente tiene muchos”.
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