Personas que caían víctimas de una "insolación fulminante", ambulancias inutilizables en el momento de mayor necesidad porque se quedaban sin caballos, paranoia colectiva por la posibilidad de "una epidemia desconocida" o que se cumplieran las profecías sobre el fin del mundo; fueron algunas de las reacciones que desató en Buenos Aires la denominada "Semana de Fuego" de la se cumplen 120 años.
"No hay precedente de desastre tan grande en ninguna parte del mundo", puede leerse en una carta del 5 de febrero de 1900 que conserva el museo del Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
En su esquela, el empresario Julio Solanet no pudo sustraerse del tema más convocante aquellos tórridos días, durante los cuales unas 350 personas murieron -muchos por insolación o golpe de calor- en la ciudad de Buenos Aires, según pudo reconstruir la agencia Télam a partir de lo publicado en diarios de la época.
"Es espantoso ver cómo la gente caía fulminada en la calle(..) Nuestro amigo fue víctima también del calor y en el trayecto a la casa mortuoria(...) hubo seis caballos fulminados(...)lo que trastornó la marcha", continúa la carta.
El texto abunda en otros detalles dramáticos: "La asistencia pública, la policía y los transway se quedaron sin caballos" y "los cadáveres recogidos de la calle fueron llevados a la Chacarita(...) por montones".
Se conoce con el nombre de Semana de Fuego al período entre el 1 y el 8 de febrero de 1900, días en que la temperatura mínima no bajó de los 23,5 grados y la máxima más elevada rozó los 37 grados, con una sensación térmica que osciló entre los 40 y los 49 grados por períodos de hasta 11 horas consecutivas por la elevada humedad, según consta en la biblioteca del SMN.
"Para esa semana tenemos algunos datos que son anecdóticos y no están incorporados a la base de datos oficiales porque aún no se había adoptado un protocolo de medición y, por lo tanto, no son comparables", explicó a Télam Cindy Fernández, comunicadora y meteoróloga del organismo.
Fernández advirtió que "lo que fue considerado algo anormal y provocó gran cantidad de víctimas en el 1900, son las mismas temperaturas que se registraron esta semana en Buenos Aires", cuando la ciudad atravesó la segunda ola de calor del año.
"Por el cambio climático, estas temperaturas las tenemos ahora casi todos los veranos, pero no provocan las consecuencias del 1900 porque le evolución tecnológica y del sistema de salud hacen que la sociedad esté mucho más adaptada", señaló.
Durante los primeros cuatro días de la Semana de Fuego, Buenos Aires experimentó lo que hoy sería una "ola de calor" pero no sería ni por asomo una de las más intensas sufridas hasta nuestros días, ya sea en cantidad de días o temperaturas extremas.
La ola de calor más larga
De hecho, la ola de calor más larga que asoló Buenos Aires se registró los últimos nueve días de 2013.
"Pero no necesariamente el valor umbral que deben sobrepasar las temperaturas actuales para definir una ola tiene validez para aquella época, por dos razones", dijo la doctora en Ciencias de la Atmósfera e investigadora del CIMA, Bibiana Cerne.
La primera es que los umbrales "se establecen en base a las temperatura máxima y mínima media de un período contemporáneo a la ola" y, por lo tanto, van variando con el tiempo; la segunda es que "los efectos sobre la población" también se modifican en función a "cuán adaptados están los habitantes a esas temperaturas", agregó.
"Y las condiciones de disconfort de los que sobrellevaron esa ola del 1900 debieron haber producido situaciones de estrés psicológico y físico extremos, por eso murió tanta gente", agregó Cerne.
Las altas temperaturas de la semana de fuego dieron lugar a titulares como "Calor mortal: varios casos fatales de insolación", "Un día pavoroso" y "Atmósfera mortífera".
"El calor lo domina todo y lleva desde la desesperación y el desconcierto de los cuerpos y los espíritus hasta la congestión cerebral y el suicidio", escribió el diario LA NACION del 3 de febrero antes de relatar las circunstancias de los 13 muertos el día anterior, la mayoría obreros que caían "fulminados" mientras realizaban tareas expuestos al fuego o al sol.
"Lo insólito" e "inesperado" del evento que "impresionó los espíritus", hizo que dos días después el periodista lo comparara con "aquel viernes santo en que la fiebre amarilla hizo sucumbir a centenares de víctimas".
Ese día, el matutino dio cuenta de 226 afectados y 90 muertos, y por primera vez se escribió que no se trataba de una "epidemia misteriosa" ni de un brote de peste bubónica, como se sospechó al principio.
"Hay una correlación entre las olas de calor y un incremento en los casos de mortalidad durante y después de un episodio de ola de calor", aseguró Fernández.
Las muertes en las olas de calor
En Argentina, un estudio reciente demostró que durante las tres olas de calor registradas en el verano 2013-2014 en el centro-norte del país "se registraron 1877 defunciones en exceso", es decir, más allá del promedio para la época.
A mediados de la Semana de Fuego, el periódico empezó a plantear que "una temperatura de 39 grados no es lo bastante para que ocurra una catástrofe como esta", y que se explicaba por su combinación con "el riego escaso", "casas mal ventiladas", y los vapores o fluidos fétidos que emanaban de los cuerpos en descomposición que se apilaban en la Asistencia Pública de la Ciudad.
Ese organismo municipal tenía a cargo atender las emergencias sanitarias mientras esperaban por una autopsia o el traslado al camposanto.
En cuanto al tratamiento de los insolados, llama la atención que además de los baños de inmersión en agua helada y la aplicación de hielo en la cabeza, a los afectados "se le administra un purgante drástico" y "se le hace una sangría o se le aplican sanguijuelas" para depurar el cuerpo.
El matutino informaba también que, dado el gran número de muertos, muchas familias "no encontraban ninguna casa que les hiciera los servicios fúnebres", y "las cocherías han hecho su agosto".
En tanto, la revista semanal Caras y Caretas dedicó un dossier de siete páginas a tratar el tema del calor con un gran despliegue fotográfico.
"Ante el pavoroso cuadro que presentaba nuestra ciudad, concíbese, como el ánimo más fuerte podía suponer, lleno de supersticioso terror, que nos hallábamos bajo el peso de tremendo impuesto por algún dios implacable y vengativo", decía uno de los artículos de la revista.
Agencia Télam.
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