Qué es la epigenética y por qué podría ser una buena vía contra el cáncer
La bióloga pakistaní Asifa Akhtar, que dirige un laboratorio en Alemania, participó del encuentro Fronteras en Biociencias, que se hizo en Buenos Aires
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Asifa Akhtar anduvo de un lado para el otro, pero todavía no conocía Buenos Aires. Nació en Pakistán y vivió en otros países de Asia porque su padre trabajaba en un banco que lo trasladaba con cierta frecuencia, hasta que lo mandaron a París, donde se establecieron. Asifa estudió luego en Londres, donde también hizo su doctorado, para ir después a Alemania, donde dirigió un laboratorio en Heidelberg hasta que en 2020 se mudó a Friburgo, ciudad en la que tiene su propio laboratorio y equipo de trabajo y es vicepresidente de la Sociedad Max Planck, de las más importantes a la hora de financiar investigaciones. Pero su internacionalismo no la había dejado nunca en la Argentina hasta esta semana, cuando llegó a participar del encuentro Fronteras en Biociencias, organizado por el Ibioba-Conicet y la Max Planck, con la participación de cientos de jóvenes investigadores y del premio nobel de medicina 1991 Erwin Neher.
El campo de acción de Asifa es la epigenética, es decir, el estudio de los factores que hacen que los genes se activen o no bajo determinadas circunstancias. Lo cual no sólo es una vuelta de rosca al determinismo genético –bajo el cual se cometieron errores y exageraciones– y por ende una mejor comprensión de cómo funciona la naturaleza, sino que tiene aplicaciones ahí a la vuelta del laboratorio. Por ejemplo, en el campo de la medicina personalizada o en el control del crecimiento de los tumores. “La epigenética es una avenida muy promisoria para generar drogas”, dijo en este diálogo con LA NACION.
Asifa, además, tiene el dudoso privilegio de que se bautizó con su nombre a un síndrome. Es el síndrome Basilicata-Akhtar porque ella y Felicia Basilicata explicaron los mecanismos de un problema caracterizado por retrasos en el desarrollo que incluyen dificultades para comer y caminar y poca o nula capacidad para hablar, entre otras dificultades gatilladas justamente por la mala regulación de los genes, y no por su inexistencia o existencia defectuosa.
En esta charla se mostró contenta por el nivel de las disertaciones del simposio local, así como por el entusiasmo de los científicos argentinos. “Lo que más me excita es interactuar con la gente y ver el entusiasmo que hay en general por la ciencia. Es fantástico ver la motivación de posdoctorados y científicos con los que hablé, ver en qué avanzan y ver cuán importante es el acuerdo entre Max Planck y el Gobierno argentino que tan bien está funcionando, después de los tiempos tan difíciles de la pandemia”, señaló.
–¿Qué otras cosas vio por estas horas en el país?
–Me interesa saber cómo está la infraestructura. La gente trabaja con felicidad, por lo que veo. Y como Sociedad Max Planck eso nos agrada mucho. Este simposio refleja también la alegría de volver a compartir ciencia después del Covid. Y eso es parte del entusiasmo también por este encuentro. Sé que el costo de vida es alto acá y no es fácil ser científico, pero sé también que el instituto está bien ubicado en un barrio lindo y trendy de Buenos Aires, como Palermo, con buena accesibilidad y demás.
–¿La pandemia cambió de algún modo la manera en que se hace ciencia?
–No sé si la ciencia en sí. Sí estoy segura de que cambió, o debería cambiar, la manera en que se aprecia a la ciencia básica, a la investigación fundamental, espero. Lo importante que fue para la cura del Covid, lo que se vio con el desarrollo de la vacuna. Pero tengo la impresión de que a medida que la pandemia queda atrás, la gente se olvida de que la ciencia básica es clave para el futuro.
–Hay una tendencia a buscar que la ciencia sea redituable en el corto plazo.
–Es un error. Básicamente, hay que entender algo antes de poder aplicarlo. Por eso tampoco hay ciencia sin entendimiento del público. Hay que saber que los estudios llevan tiempo y hay que tener paciencia. Hay que comunicar mejor la importancia de la ciencia básica a la gente. Y también la relevancia que tiene que tener para quienes financian la ciencia: no se llega rápido a la aplicación, son años y años. Porque cuando llega el éxito, aparece un nuevo medicamento o algo novedosos, nadie se da cuenta de que llevó muchísimo tiempo de desarrollo.
–¿Cómo resumiría lo que se hace en epigenética?
–Para decirlo en términos muy simples: uno empieza su vida como una única célula, la fusión de esperma y óvulo. Se divide y divide hasta conformar el cuerpo entero. Esa información genética es idéntica en todo el cuerpo desde aquella célula inicial, pero se expresa diferente en las células de tu mano o tu cabeza o tus ojos. ¿Cómo es posible? Porque la misma información es interpretada de manera diferente en cada lugar. Tenemos 20.000 genes en nuestro cuerpo, pero no todos están activos siempre. Están activos según cada combinación de encendido o apagado y eso da la capacidad de diferenciación en las diferentes partes del cuerpo, la plasticidad.
–¿Y su investigación?
–Mi investigación va hacia saber cómo es que se da esta capacidad, esa plasticidad, el paso del genotipo al fenotipo. Es muy importante porque estos cambios son afectados por factores ambientales. Es la epigenética lo que hace diferentes incluso a los gemelos idénticos, que pueden cambiar, ser distintos y tener distintas enfermedades según el ambiente. Otro ejemplo de epigenética: si te cortás la mano al cocinar, tu cuerpo lo advierte y va a hacer la reparación. Pero en un momento se detiene cuando identifica que cerró la herida. Sin embargo, en la enfermedad no funciona, en el cáncer continúa y se pierde el control del sistema regulatorio para detener el crecimiento tumoral. Entonces, es que esta plasticidad necesita regulación. Es un conocimiento que impacta en muchas enfermedades. Lo que tratamos es de entender los factores moleculares para esta regulación.
–¿Se puede aplicar?
–Y lo podemos aplicar en cáncer, por ejemplo. Exacto. Eso es lo que implica. Como los mismos genes hacen cosas distintas, y es una situación reversible, descubrir bien los mecanismos es muy importante. Porque la terapia epigenética se podría usar con enzimas para modificar la cromatina y así modular los genes. Es una avenida muy promisoria para generar drogas para la expresión de los genes. Algunas ya se están en ensayos clínicos en animales y en humanos para cáncer.
–¿El trabajo lo hace con animales?
–En moscas de la fruta y ratones, pero también en humanos. Buscamos combinar esos ensayos con conocimiento básico en moscas y ratones para conseguir una solución. Por ejemplo, en el síndrome Basilicata-Akhtar, en el que las proteínas no se modifican propiamente, ya se pudo identificar la mutación, pero no se sabe por qué se da.
–O sea, que se trata de investigación básica y aplicada a la vez.
–Exacto. Es un buen ejemplo de que se aplica un conocimiento casi recién salido del horno, de 10 o 15 años. No podríamos haber hecho el descubrimiento tan rápido sin eso. Por eso, es tan importante saber cómo funcionan las cosas. Muchas veces estamos apenas a un descubrimiento de hacer que nuestro trabajo se pueda trasladar a la clínica. Cada vez tratamos de trabajar de manera más cercana a los pacientes.
–¿Cómo es ser mujer en ese lugar, fue difícil llegar?
–Nada viene gratis en la vida, y esto vale tanto para hombres como para mujeres, por supuesto. Hay que trabajar mucho. Los desafíos que encaré hubo que pelearlos. Siempre me concentré en lo que era buena, en ciencia, seguí mis intereses. Mi lugar como vicepresidente de la Sociedad Max Planck, donde fui la primera mujer internacional como vicepresidente, fue desafiante, no es algo habitual, pero es una gran oportunidad para ser un modelo a seguir para las mujeres y es una gran responsabilidad, que me tomo así. Estoy feliz de contribuir. Las nuevas generaciones de científicos en este lugar pueden ser parte del cambio, y esto me gusta. Ser internacional y tener experiencias en otros lugares, en una sociedad como la alemana, a veces conservadora, ser más modernos y abiertos, como muestran al tenerme a mí, es un gran avance y un impulso. Quiero llevar el entusiasmo al gran público para crear una buena nueva camada de científicos.
–¿Qué es lo más notable que se descubrirá en los próximos cinco o diez años?
–Es difícil decirlo. No creo que haya uno, pero hay ahora mucho en Inteligencia Artificial que se puede usar en medicina, eso es excitante. Y podemos usarla para ver cómo aplicar mejor la epigenética en busca de la medicina personalizada. Entender cómo la epigenética puede generar mejores medicinas para vos en particular, y no para otras personas. Las medicinas hoy son un gran martillo que no sirven para todo el mundo.
–¿Cuál es la importancia de la colaboración entre países?
–Extremadamente importante. Nadie hace descubrimientos solos, es en equipo que nos hacemos fuerte, y ese es el espíritu que hay que buscar. La ciencia no tiene fronteras.
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