Qué es la dismorfia corporal, el trastorno que sufre Megan Fox y que esclaviza a muchos más
La dismorfofobia, como prefieren llamarlo los especialistas, afecta a distintas personalidades del espectáculo y se amplió a muchas más personas con la pandemia
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El problema puede ser el tamaño de la nariz, los hombros caídos, la mordida irregular o los omóplatos asimétricos, entre otros. No importa que su entorno les diga que no hay nada mal es estos rasgos, que conforman parte de un todo, que no llaman la atención. Cuando se ven al espejo, o en una foto o una videollamada, es lo único que ven. Por eso chequean permanentemente cómo se ven en ese reflejo. No se miran a ellos: solo miran ese supuesto defecto que los obsesiona, hasta el punto de de adoptar conductas correctivas, desde dietas, ejercicio físico hasta reiteradas operaciones estéticas.
Pero nada logra revertir la autoimagen negativa que los somete a una depresión profunda y que los lleva a pasarla realmente mal. Y tampoco en este punto importa la opinión de los demás. No es anorexia ni un desorden de la alimentación, sino un trastorno de ansiedad, del espectro de los trastornos obsesivos que necesita de la intervención de un psiquiatra, y muchas veces uso de medicación y psicoterapia.
Así explican los distintos especialistas consultados por LA NACION la dismorfia corporal, este trastorno de ansiedad que afecta a distintas personalidades del espectáculo, como la actriz norteamericana Megan Fox, que recientemente en una entrevista confesó que sufre este trastorno, que la hace sentir inseguridades profundas. “Podemos mirar a alguien y pensar, ‘Esa persona es tan hermosa. Su vida debe ser tan fácil’. Lo más probable es que no se sientan así consigo mismos”, dijo. Aunque no dio más detalles sobre su padecimiento.
No son pocos los famosos que sufren este trastorno. Probablemente por la sobreexposición pública de su imagen corporal. Sin embargo, en el último tiempo, a partir de la pandemia, la mayor exposición de los ciudadanos comunes al uso de videoconferencias, y el estar viendo permanentemente a su propio reflejo, parece estar relacionado con un aumento de casos de este padecimiento.
Un reciente estudio que llevó adelante la psiquiatra Juana Poulisis, docente de la Universidad Favaloro y autora del libro Los Nuevos Trastornos Alimentarios, que aborda la vigorexia, esta compulsión por tener un aspecto deportivo y musculoso, como un trastorno de dismorfia corporal, junto a otros especialistas, apunta a que una mayor exposición durante la pandemia a las videollamadas está teniendo un impacto negativo en la autopercepción y la imagen de la población.
Se consultó a 1307 personas, de las cuales el 97% dijo usar frecuentemente las videollamadas. El 38,8% dijo que durante el encuentro virtual se mira a sí mismo todo el tiempo. En tanto, el 53,4% dijo que en el último tiempo comenzó a preocuparse por algún defecto de su rostro que antes no notaba. El 38% dijo que el problema era su cabello, el 35%, sus párpados y otros 35% las arrugas. El 47% dijo que en este tiempo aumentó su preocupación por la imagen corporal. En consecuencia, el 46,7% comenzó a considerar tratamientos estéticos, el 70% aumentó la conducta dietante, el 16,6% dijo realizar ejercicio físico excesivo.
Algunas de las conductas que aparecieron son: la sobrevaloración de la figura y el peso, marginalización de la valoración de otras áreas, el chequeo corporal permanente frente al espejo o fotos o bien la evitación de estas imágenes. Estas dos conductas, el chequeo o la evitación tienen un efecto de mantener el problema en la mente de la persona y de magnificar aquello que ellos perciben como un problema.
“La dismorfia corporal puede aparecer tanto entre adolescentes como en adultos. Y es tan frecuente entre hombres como mujeres, a diferencia de la anorexia. La base es un trastorno obsesivo compulsivo. Por mucho tiempo se creyó que era un trastorno de la alimentación, pero tiene otra raíz”, apunta Poulisis, que suele recibir consultas por este padecimiento en su consultorio.
“La dismorfia corporal puede ser generalizada o focalizada. Esto es, la persona puede tener un rechazo general a su imagen corporal o puede estar enfocado en algún detalle que percibe como un defecto. Desde el tamaño de su nariz, la forma de sus hombros, sus caderas u otro. Como la persona tiene un trastorno obsesivo, ese supuesto defecto se convierte en objeto de su obsesión. Es lo único que ve en el espejo. Y puede tomar conductas correctivas que lejos de revertir la percepción del problema, la incrementan”, explica.
“Tuve una paciente que tenía problemas para aceptar su nariz y quiso operarse. Lo contraindiqué, porque sabía que no era la solución. Se operó igual, porque hay cirujanos que no lo tienen en cuenta. Y el resultado no fue el que ella esperaba. Se operó tres veces más y cada vez su problema era mayor. Hasta que aceptó realizar un tratamiento para abordar este trastorno desde otra perspectiva”, explica.
Problemas de salud
Otros casos que mencionan los especialistas hablan de pacientes que rechazan el tamaño de sus hombros, que los obliga a pasar largas horas en el gimnasio e incluso consumir anabólicos y desencadenar otros problemas de salud. O por ejemplo, un paciente que tenía levemente lo que se conoce como cuello de paloma, que le impedía mostrarse públicamente sin remera y evitar las piscinas o la playa.
“Mediante un tratamiento que muchas veces incluye psicofármacos antiobsesivos o antidepresivos y psicoterapia pueden reconsiderar estos valores y animarse paulatinamente a una mayor exposición a ese miedo que los hace sufrir tanto. Y logran ir dejando atrás ese trastorno que les condiciona la capacidad de disfrutar y relacionarse”, dice Poulisis.
“En general este trastorno está muy poco reconocido y se lo confunde con vanidad. Si aparece en la adolescencia se lo confunde con otros trastornos propios de la edad”, explica Rafael Kichic, psicólogo especializado en trastornos de ansiedad.
“Es una patología de la duda. El paciente sufre porque duda de su autoimagen y de la aceptación social o rechazo que va a tener por ello. Es una preocupación por un posible defecto físico percibido que apenas es reconocible por el entorno. Piensan que esta característica va a generar un fuerte rechazo. Piensan que son muy pocos atractivos. O que todos van a estar atentos. Y generan conductas de evitación extrema. Genera mucha vergüenza en quien lo sufre. Lo que la gente no sabe es que es tan frecuente como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Está muy asociado. Los pacientes, para mitigar el malestar, hacen cosas como chequearse en superficies reflejantes. Desde espejos o una vidriera. O adoptan conductas repetitivas compulsivas para tratar de corregir este supuesto defecto. Transitan los consultorios de cirugía, muchos recurren a ortodoncia. Esto en vez de solucionar, lo agrava”, explica Kichic.
“La dismorfofobia, como prefiero llamar a este trastorno, genera la idea repetitiva de que no se puede evitar y genera una conducta circular que se perpetua. Hay que cortar este círculo vicioso. Existen técnicas cognitivas, de relajación que logran ayudar al paciente para recuperar los criterios de realidad”, apunta Marcelo Cetkovich, director médico de INECO.
“En general, cuesta llegar al diagnóstico. Y el tratamiento llega tarde. Es una verdadera epidemia oculta”, agrega.
Incomprendidos
Quienes padecen este trastorno sufren mucho y se sienten incomprendidos, dicen los especialistas. “Sufren y la familia los toma por personas superficiales. Hacen un recorrido errático hasta llegar a la consulta con un especialista. Primero van a consultorios de cirujanos, o suelen recorrer consultorios dermatológicos. Pero, como es un problema de la autoimagen corporal, no mejora con la cirugía o tratamiento. Llegan tarde al consultorio del especialista que los puede ayudar. En ocasiones, acuden a la consulta por la coexistencia de trastornos de ansiedad o fobia social. Otros, llegan autodiagnosticados, porque son grandes buscadores de trastornos en internet”, apunta Kichic.
¿Cómo inciden el bullying y el culto a la imagen en este trastorno? “Siempre consultamos si existen eventos traumáticos en la infancia relacionados con este trastorno. No siempre es así, pero suelen estar presentes las cargadas o los comentarios negativos. Sin embargo, esto es más una idea obsesiva que actúa en la autopercepción”, explica Poulisis.
“La cultura actual sobrepondera el valor de la imagen y esto está presente en la dismorfofobia. Quizá por eso es un trastorno frecuente en personalidades de alta exposición pública. De todas formas, está relacionado con una sobrevaloración de algún aspecto y con la capacidad de dimensionar algún rasgo como el todo”, dice Cetkovich.
Ver el árbol y no ver el bosque. “Son pacientes que miran el detalle y no lo global, personalidades rígidas, estructuradas, que tienen una debilidad en la coherencia central. No pueden ser flexibles. Se trabaja con terapia conductiva conductual, para que logren exponerse al miedo de mirarse y a mirarse de otra forma”, explica Poulisis.
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