Qué es el SIBO, el cuadro intestinal diagnosticado a Araceli González
Esta enfermedad se genera cuando microorganismos que son abundantes en el colon se empiezan a acumular en exceso en el intestino delgado
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La actriz Araceli González reveló en las últimas horas que recibió un diagnóstico de sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO, por sus siglas en inglés), una enfermedad bacteriana. Manifestó estar tranquila ante la noticia y advirtió que se encuentra bajo el tratamiento que le recomendaron los médicos. “Lo tomé con mucha calma. La verdad es que no me estresó recibir el diagnóstico porque, sinceramente, cuando ya sabés lo que tenés, podés abordarlo como corresponde”, escribió en Instagram. Luego aclaró que le realizan muchas consultas sobre el trastorno, pero que ella aún se encuentra en período de investigación de la enfermedad. “Soy muy novata y me preguntan demasiado. Y la verdad, no sé”, señaló.
Según especialistas consultados por LA NACION, el SIBO es un cuadro intestinal que se presenta con cierta frecuencia. Se genera cuando microorganismos que son abundantes en el intestino grueso (también llamado colon), se empiezan a acumular en exceso en el intestino delgado. No obstante, advierten que puede confundirse con la celiaquía, el colon irritable o la intolerancia a la lactosa. Por eso se recomienda consultar al médico y hacerse los estudios pertinentes para determinar si ese cuadro es verdaderamente el origen del malestar que atraviesa el paciente.
Los síntomas del SIBO, describieron los expertos, son el dolor y la hinchazón abdominal, náuseas, una sensación molesta de saciedad después de ingerir alimentos, pérdida de peso o diarrea. Y señalaron que puede tratarse con antibióticos y una dieta específica. Sin embargo, resaltan los especialistas, a veces es difícil determinar con precisión el origen de la acumulación de bacterias en el intestino delgado, que es el tramo más extenso del tubo digestivo: mide cerca de seis metros y es allí donde los alimentos se mezclan con los jugos digestivos y el torrente sanguíneo luego absorbe los nutrientes.
A diferencia del intestino grueso, el intestino delgado normalmente suele tener un nivel bajo de bacterias por la rápida circulación de su contenido y a la presencia de bilis. Pero cuando los alimentos se estancan en el intestino delgado empiezan a generar bacterias que luego pueden derivar en un SIBO. Esas bacterias generan toxinas y no permiten la normal absorción de los nutrientes.
Fabio Nachman, jefe del Servicio de Gastroenterología del Hospital Universitario Fundación Favaloro y expresidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología, explica a LA NACION que de todos los síntomas mencionados del SIBO, los más usuales suelen ser la hinchazón y el dolor abdominal, el meteorismo y las diarreas frecuentes.
“El intestino delgado tiene múltiples mecanismos con los que puede evitar que haya un aumento de bacterias. El PH gástrico, el movimiento intestinal, las enzimas pancreáticas, el sistema inmunológico o el funcionamiento de la válvula ileocecal, son algunos de ellos. Pero cuando uno de estos mecanismos falla, sobre todo cuando se mueve menos el intestino, algo que puede suceder, por ejemplo, luego de un cambio anatómico generado por una cirugía, puede favorecer el SIBO. De todos modos, muchas veces es difícil terminar de saber cuál es la causa que lo generó”, detalla Nachman.
Difíciles de examinar
Horacio Rubio, gastroenterólogo y expresidente de la Sociedad Interamericana de Endoscopía, explica que, al ser esas bacterias muy difíciles de cultivar y examinar, con el objetivo de evitar estudios complejos que en la práctica son inaplicables y lograr detectar este cuadro, se evalúa la capacidad de las bacterias para metabolizar azúcares y producir gases.
“El método ideal es poner una sonda y sacar una muestra de las bacterias del intestino delgado, pero por la dificultad para cultivar esos microorganismos ese estudio se hace muy engorroso, complejo y difícil de aplicar”, detalla Rubio.
Por eso, el estudio que se realiza es una prueba en la que el paciente consume, por ejemplo, glucosa líquida, y luego gracias a un cromatógrafo de gases se mide la cantidad de hidrógeno que la persona produce.
“Se estudia la capacidad de las bacterias para metabolizar azúcares y producir gases. Las bacterias desdoblan el azúcar y como producto de eso producen hidrógeno, entre otros gases. Luego al paciente se lo hace soplar en un cromatógrafo para chequear si aumentó la cantidad de hidrógeno que produce. Si se incrementó quiere decir que hay bacterias. Aunque este es un estudio que está evolucionando y es bastante nueva su aplicación clínica”, agrega Rubio.
El especialista indica que, si la causa del SIBO está detectada, se pueden tomar medidas concretas. “Hay antibióticos especiales, porque deben tener una mínima absorción para que actúen solo en el intestino, como los que se pueden controlar esas bacterias”, describe Rubio.
Si esta situación es recurrente y se sostiene en el tiempo, las complicaciones pueden ser pérdida de peso, gastrointestinales y, sobre todo, la mala absorción de nutrientes.
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