Se trata de un cambio lingüístico en el que uno habla de sí mismo en tercera persona; sirve para encontrar soluciones a problemas desviando los pensamientos
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Como escritor especializado en psicología, me he encontrado con cientos de consejos basados en evidencia para pensar mejor. Pocos me han resultado tan útiles como la antigua estrategia del ileísmo.
En pocas palabras, el ileísmo es la práctica de hablar de uno mismo en tercera persona, en lugar de en primera persona. Los políticos suelen utilizar ese recurso retórico para tratar de darles a sus palabras un aire de objetividad. En su relato de la Guerra de las Galias, por ejemplo, el emperador Julio César escribió “César vengó al público” en lugar de “Yo vengué al público”.
El pequeño cambio lingüístico parece tener la intención de hacer que la declaración se sienta un poco más como un hecho histórico, registrado por un observador imparcial. Para el oído moderno, el ileísmo puede sonar un poco tonto o pomposo, e incluso podemos ridiculizar a las personas famosas que eligen hablar de esta manera.
Sin embargo, investigaciones psicológicas recientes indican que, en ciertos casos, el ileísmo puede traer algunos beneficios cognitivos reales.
Si estamos tratando de tomar una decisión difícil, hablar de nosotros mismos en tercera persona puede ayudar a neutralizar las emociones que podrían desviar nuestro pensamiento, permitiéndonos encontrar una solución más sabia a nuestro problema.
La paradoja de Salomón
Para comprender estos beneficios del ileísmo, primero debemos examinar las formas en que los científicos miden la sabiduría del razonamiento de alguien. El estudio científico de la sabiduría ha sido encabezado por Igor Grossmann en la Universidad de Waterloo en Canadá.
Grossmann primero se basó en el trabajo de numerosos filósofos para decidir sobre una serie de “componentes metacognitivos”, que incluyen la humildad intelectual, el reconocimiento de los puntos de vista de los demás y la búsqueda de compromisos, que comúnmente se consideran esenciales para una toma de decisiones inteligente.
En uno de sus primeros estudios, Grossmann les pidió a los participantes que pensaran en voz alta sus respuestas a varios dilemas -del estilo de los problemas personales que la gente plantea a consultoras sentimentales-, mientras que psicólogos independientes calificaban sus respuestas verbales de acuerdo con los criterios mencionados.
Grossmann descubrió que estas pruebas de razonamiento inteligente eran mejores que las pruebas de coeficiente intelectual para predecir la satisfacción general de las personas con la vida y la calidad de sus relaciones sociales.
Eso indicó que los estudios estaban capturando algo único sobre sus habilidades de razonamiento. Los estudios posteriores de Grossmann revelaron que la sabiduría del razonamiento de las personas puede depender del contexto.
En particular, descubrió que sus puntajes de razonamiento sabio tendían a ser mucho más altos cuando consideraban las situaciones de otras personas que sus propios dilemas personales.
Grossmann llamó a esto “la paradoja de Salomón en honor al antiguo rey bíblico, que era famoso por aconsejar sabiamente a otros, mientras tomaba una serie de decisiones personales desastrosas que finalmente dejaron su reino en el caos.
El problema parece ser que cuando tomamos decisiones personales nos sumergimos demasiado en nuestras emociones, lo que nubla nuestro pensamiento y nos impide poner nuestros problemas en perspectiva.
Si he recibido comentarios negativos de un colega, por ejemplo, mi sentimiento de vergüenza podría llevarme a ponerme demasiado a la defensiva. Eso me podría llevar a descartar sus opiniones sin considerar si sus consejos podrían ser útiles a largo plazo.
Cómo ser sabio
¿Podría el ileísmo resolver la paradoja de Salomón?
La idea tiene sentido intuitivo: al cambiar a la tercera persona, nuestras descripciones de la situación comenzarán a sonar como si estuviéramos hablando de otra persona en lugar de hablar de nosotros mismos.
Esa sensación de desapego nos permitiría ver el panorama general, en lugar de quedar atrapados en nuestros propios sentimientos. Y eso es exactamente lo que encontró Grossmann en un estudio con Ethan Kross en la Universidad de Michigan en Ann Arbor, EE.UU.
Mostraron que las personas que empleaban el ileísmo para hablar sobre sus problemas mostraban una mayor humildad intelectual, capacidad para reconocer las perspectivas de los demás y disposición para llegar a un compromiso, lo que aumentaba sus puntajes generales de razonamiento sabio.
Los últimos estudios muestran que el uso regular del ileísmo puede traer beneficios duraderos a nuestra forma de pensar.
Trabajando con Abigail Sholer, Anna Dorfman y colegas, Grossmann les pidió a los participantes que mantuvieran un diario durante un mes en el que describieran una situación que acababan de experimentar.
A la mitad del grupo se les dijo que escribieran sus entradas en tercera persona, mientras que a la otra mitad se les dijo que escribieran en primera persona. Al comienzo y al final del estudio, el equipo también probó el razonamiento sabio general de los sujetos.
Tal como se esperaba, los investigadores descubrieron que, en el transcurso de la intervención, los participantes que habían sido alentados a usar iléísmo en sus diarios vieron un aumento en sus puntajes de razonamiento sabio en el transcurso del mes. Al animarnos a poner nuestros problemas en perspectiva, el uso del ileísmo también puede ayudarnos a tener una respuesta más equilibrada a las tensiones diarias.
Las personas que completaron el diario en tercera persona informaron emociones más positivas después de eventos desafiantes, en lugar de concentrarse únicamente en la tristeza, la frustración o la decepción. Con base en estos hallazgos, ahora aplico el ileísmo a todas las decisiones, pequeñas y grandes.
Ya sea que esté enfrentando complicaciones en el trabajo, conflictos con mis amigos o en la familia, descubro que contemplar mis problemas desde una perspectiva de tercera persona por unos momentos me ayuda a ver el problema con mayor claridad.
* David Robson es escritor científico y autor de The Expectation Effect: How Your Mindset Can Transform Your Life.
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