Algoritmo Random Forest: “Tenemos todos los condimentos para tener más fuego en la Patagonia”, advierte un experto
Thomas Kitzberger y otros investigadores desarrollaron un modelo climatológico que relaciona la ocurrencia de incendios con variables biofísicas, antrópicas y meteorológicas
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SAN CARLOS DE BARILOCHE.– El incendio forestal en el Parque Nacional Los Alerces, que se mantiene activo desde hace diez días y ya consumió 3147 hectáreas de bosque nativo, demuestra una vez más, entre otros factores, los efectos del cambio climático.
Aunque ahora le vuelve a tocar a esa área protegida en la provincia de Chubut, lo cierto es que se trata de una problemática común en la región norpatagónica: en esa zona se vienen produciendo en las últimas décadas grandes incendios que tienen cada vez mayor intensidad y tamaño.
“Venimos pregonando que, con el cambio climático, la cosa se va a poner cada vez más grave. En 2022, presentamos con un equipo del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma) un algoritmo de aprendizaje artificial denominado Random Forest. Es un modelo que permite analizar la probabilidad de incendios en el futuro y la vulnerabilidad de los bosques. Las conclusiones son bastante graves: para la mitad del siglo XXI, se espera un incremento de dos o tres veces en las probabilidades de incendios y, hacia fines de siglo, de seis veces”, cuenta a LA NACION Thomas Kitzberger, investigador del Conicet en el Inibioma.
Hace dos años, él y otros investigadores de la Universidad Nacional del Comahue fueron reconocidos entre los 20 ecólogos más destacados de la Argentina. Kitzberger es licenciado en ciencias biológicas y estudia desde hace años la ecología del fuego.
El modelo climatológico desarrollado por los expertos relaciona la ocurrencia de incendios en la Patagonia andina durante 23 años con variables biofísicas, antrópicas y meteorológicas históricas que influyeron en la ignición y propagación de esos fuegos.
“Si bien esperábamos aumentos en las probabilidades de incendio para la región, lo que nos sorprendió más es la magnitud de los cambios que se esperan aun bajo escenarios de emisión de gases de efecto invernadero relativamente optimistas. Esto implica que incendios de gran magnitud, como los ocurridos en lago Mascardi en 1999, el lago Cholila en 2015 (el más grande registrado en Patagonia desde que se tienen registros, afectó unas 30.000 hectáreas), el de 2022 en el lago Steffen-Martin y el actual en Los Alerces, en vez de ocurrir una vez por década aproximadamente, podrían repetirse en la región cada cinco o cada dos años dependiendo del escenario climático esperado. La Patagonia es un sistema muy sensible a la variación climática y vamos a tener aumento de temperatura y disminución de las precipitaciones, dos condimentos que son perfectos para el fuego”, advierte Kitzberger.
Tal como señala el biólogo, existen ventanas climáticas de oportunidad para los incendios. Si bien siempre aparecen focos de incendio, cuando hay determinadas condiciones meteorológicas los eventos se vuelven muy grandes. Y esas oportunidades se incrementan de forma progresiva por el cambio climático. El fuego no solo encuentra combustible seco a su paso (ramas y troncos), sino también combustible vivo: la desecación de los ambientes hace que el follaje de las plantas pierda humedad y pueda arder completamente.
La influencia de la Antártida
“Tenemos todos los condimentos para tener más fuego en la Patagonia. Y el incendio actual en el Parque Nacional Los Alerces es parte de ese proceso de desecación. En general, este tipo de eventos se produce en situaciones del fenómeno climático La Niña, pero este año también se dan durante una fase de El Niño. Además, creemos que está influenciado por otro patrón climático que se llama Oscilación Antártica. A diferencia de la Oscilación de El Niño que es ecuatorial, está movilizada por un patrón en la Antártida y está vinculada con altas presiones atmosféricas sobre las latitudes medias de los continentes en el hemisferio sur: cuando el índice es positivo, hay altas presiones y hay grandes sequías”, dice Kitzberger.
Agrega que lo grave es que, a diferencia de El Niño, que fluctúa año a año, la Oscilación Antártica mantiene una tendencia positiva en los últimos 40 años. Eso significa que la sequía parece haber llegado para quedarse.
La ola de calor que afecta estas latitudes es prueba de esas anomalías climáticas y crea la condición ideal para la propagación del fuego. En este contexto, los incendios son más severos, emiten más dióxido de carbono, al tiempo que erosionan más los suelos y las pendientes.
Kitzberger suma que los incendios actuales consumen más biomasa y afectan bosques que normalmente no se verían afectados por el fuego en condiciones climáticas normales, como los bosques de lenga: “Ese tipo de bosques, que son húmedos, suelen ser barreras para el fuego, pero ahora también se queman. Y la lenga es muy sensible al fuego, tiene poca capacidad de resistir las altas temperaturas. Los árboles tienen pocas posibilidades de regenerarse y se producen conversiones completas de ecosistemas: deja de haber un bosque de lenga y pasa a haber matorrales o se transforma en otro ecosistema”.
En el incendio forestal que se desató en el lago Steffen-Martin entre diciembre de 2021 y abril de 2022, por ejemplo, se quemaron 8363 hectáreas de bosques de coihue, ciprés, lenga y otros arbustos. Un relevamiento realizado por expertos concluyó que, de no mediar acciones de restauración activa, “aproximadamente 38% de la superficie original de bosques se perdería, es decir, que serían reemplazadas por otros ecosistemas como matorrales o pastizales”.
El incendio en Los Alerces
El incendio que hoy consume bosques en el parque Los Alerces empezó a poca altura, en el faldeo del cerro La Torta, en ecosistemas muy inflamables como son los matorrales, y se fue abriendo como un abanico. Si bien podía esperarse que el enorme macizo de roca lo frenara, el fuego subió por las laderas del cerro y afectó bosques de lenga. En los últimos días, los fuertes vientos del oeste y noroeste propiciaron que el incendio encontrara un pasadizo por el sur del cerro La Torta y consiguiera bordearlo.
“Para conseguir extinguirlo, todo va a depender de las condiciones meteorológicas. Estos incendios de tantas hectáreas son muy difíciles de controlar por las brigadas. Su rol principal ahora no es frenar el incendio, sino proteger vidas e infraestructura. De acuerdo a mi experiencia, lo más probable es que la extinción ocurra cuando lleguen las lluvias”, asegura Kitzberger. El último pronóstico meteorológico anticipa que esas ansiadas precipitaciones podrían llegar, al fin, el martes.
Aunque prefiere no hacer suposiciones sobre el origen de este incendio, el biólogo explica que la ignición aumenta por tres causas: naturales, accidentales e intencionales. Las primeras son las tormentas eléctricas, que también se maximizan con el cambio climático. El jueves pasado, día en que comenzó el fuego en Los Alerces, no hubo tormentas eléctricas en la Patagonia.
Estadísticamente, la mayor parte de los incendios forestales son accidentales, aunque también hay un alto porcentaje de focos intencionales. Las motivaciones son múltiples en este último caso, pero lo cierto es que el daño ecológico es tremendo y esos lugares quedan degradados y pierden muchas veces su valor de conservación.
“Bajo escenarios de cambio climático, la única salvación que tenemos es disminuir las igniciones antrópicas. Depende de nosotros si los lugares se van a seguir quemando: las condiciones están dadas y las oportunidades son cada vez más frecuentes”, cierra Kitzberger.
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