El legendario producto marcó a generaciones de gobernantes, entre ellos los emperadores romanos; valía más de tres veces su peso en oro, según un edicto romano emitido en el año 301 d.C.
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Al principio sólo parecían manchas. En 2002, un equipo de arqueólogos estaba en Qatna, un palacio en ruinas al borde del desierto sirio, a orillas de un lago desaparecido hace mucho tiempo. Más de tres milenios después de su abandono, estaban en busca de la tumba real.
Después de atravesar grandes salas y pasillos estrechos, y bajar escaleras en ruinas, se toparon con un pozo profundo. A un lado había dos estatuas idénticas custodiando una puerta sellada: la habían encontrado. En su interior había un tesoro de maravillas antiguas: 2.000 objetos, incluidas joyas y una gran mano de oro.
También había unas manchas oscuras intrigantes en el suelo. De una muestra, se separó una capa de color púrpura intenso del polvo y la suciedad.
Los investigadores habían descubierto uno de los productos más legendarios del mundo antiguo: uno precioso que forjó imperios, derribó reyes y consolidó el poder de generaciones de gobernantes globales.
La egipcia Cleopatra estaba tan obsesionada con él que hasta lo usó para las velas de su barco, mientras que algunos emperadores romanos decretaron que cualquiera que lo usara, aparte de ellos, sería condenado a muerte.
Era la púrpura de Tiro, también conocida como púrpura real o imperial, un pigmento que fue el producto más caro de la antigüedad (valía más de tres veces su peso en oro, según un edicto romano emitido en el año 301 d.C.).
Pero desde que en el siglo XV las elaboradas recetas para extraer y procesar el tinte se perdieron, nadie supo cómo fabricarlo. ¿Por qué desapareció? ¿Se podrá recuperar?
Pues en una pequeña cabaña en el noreste de Túnez, a poca distancia de lo que alguna vez fue la ciudad fenicia de Cartago, vive un hombre que ha pasado la mayor parte de los últimos 16 años tratando de hacerlo.
Una especie de locura
La púrpura de Tiro fue exhibida por los más privilegiados de la sociedad durante milenios: un símbolo de fuerza, soberanía y riqueza. Los autores antiguos describen con precisión el tono que era digno de ese nombre: un púrpura rojizo intenso, como el de la sangre coagulada, teñido de negro.
Plinio el Viejo lo describió como de “aspecto brillante cuando se lo expone a la luz”. Con su color excepcionalmente intenso y su resistencia a la decoloración, la púrpura de Tiro era adorada por civilizaciones antiguas en el sur de Europa, el norte de África y Asia occidental.
Fue fundamental para el éxito de los fenicios: recibió el nombre de su ciudad-estado Tiro, y llegaron a ser conocidos como el “pueblo púrpura”. El color se podía encontrar en todo, desde capas hasta velas, pinturas, muebles, yeso, murales, joyas e incluso sudarios funerarios. En el año 40 d.C., el rey de Mauritania fue asesinado por orden del emperador.
A pesar de ser amigo de los romanos, el desafortunado monarca había causado una grave ofensa cuando entró en un anfiteatro para ver un combate de gladiadores... vestido con una túnica púrpura. El deseo celoso e insaciable que encendía el color se comparaba a veces con una especie de locura.
Un misterio viscoso
Curiosamente, el pigmento más célebre que el mundo ha conocido no provenía de una hermosa piedra preciosa ultramarina, como su contemporáneo lapislázuli, o de una vibrante maraña de raíces de color rosa coral, como las de la Rubia tinctorum.
Venía de un fluido transparente producido por los caracoles marinos de la familia Murex. Más específicamente, era mucosa.
La púrpura de Tiro se podía producir a partir de las secreciones de tres especies de caracoles marinos, cada una de las cuales tenía un color diferente: Hexaplex trunculus (púrpura azulado), Bolinus brandaris (púrpura rojizo) y Stramonita haemastoma (rojo).
Una vez recolectados los caracoles, se extraía la baba. En algunos lugares, la glándula mucosa se cortaba con un cuchillo especial. Un autor romano explicó cómo la sangre del caracol brotaba de sus heridas , “fluyendo como lágrimas”, antes de ser recogida en morteros para molerla. Las especies más pequeñas se trituraban enteras.
Pero este es el fin de la certeza. Los relatos sobre cómo la incolora baba de caracol se transformaba en el legendario tinte son vagos, contradictorios y a veces erróneos: Aristóteles decía que las glándulas mucosas procedían de la garganta de un “pez violeta”.
La industria del teñido era muy reservada: cada fabricante tenía su propia receta y esas fórmulas complejas con varios pasos se guardaban celosamente.
El registro más detallado proviene de Plinio, quien explicó el proceso en el siglo I d.C.
Era más o menos así: después de aislar las glándulas mucosas, se salaban y se dejaban fermentar durante tres días. Luego se cocía en ollas de hojalata o posiblemente de plomo a fuego “moderado”, hasta que se reducían a una fracción de su volumen original.
Al décimo día, se probaba el tinte sumergiendo un poco de tela; si salía manchada con el tono deseado, estaba listo. Dado que cada caracol sólo contenía una cantidad mínima de mucosa, se podrían necesitar unos 10.000 para producir un solo gramo de tinte.
Se han encontrado miles de millones de conchas de caracoles marinos desechadas en áreas donde alguna vez se fabricacó el tinte. De hecho, la producción de púrpura de Tiro se considera la primera industria química. “No es fácil obtener el color”, afirma Ioannis Karapanagiotis, profesor de química de la conservación en la Universidad Aristóteles de Tesalónica, en Grecia.
El tinte de la púrpura de Tiro, explica, es totalmente diferente a otros, en los que la materia prima ya contiene el pigmento. La mucosa del caracol marino contiene sustancias químicas que pueden convertirse en tintes, pero sólo en las condiciones adecuadas.
Pero muchos detalles cruciales del proceso se olvidaron hace mucho tiempo.
Declive abrupto
En las primeras horas del 29 de mayo de 1453, la ciudad bizantina de Constantinopla fue capturada por los otomanos.
Este fue el fin del Imperio Romano de Oriente, y se llevó consigo la púrpura de Tiro.
En aquella época, las tintorerías de la ciudad estaban en el centro de la industria.
El color estaba profundamente ligado al catolicismo: lo usaban los cardenales y se utilizaba para teñir las páginas de manuscritos religiosos.
Cuando la Iglesia perdió el control de la producción del pigmento, el Papa decidió que el rojo se convertiría en el nuevo símbolo del poder cristiano.
Sin embargo, es posible que también hubiera otro factor en la desaparición de la púrpura de Tiro.
En 2003, los científicos se toparon con un montón de conchas de caracoles marinos en el antiguo puerto de Andriake, en el sur de Turquía, que databa del siglo VI d.C.
En el fondo de la pila había especímenes regordetes y más adultos; los de encima eran significativamente más pequeños y más jóvenes.
Una explicación es que los caracoles marinos habían sido sobreexplotados y que eso puede haber provocado la extinción de la producción de tintes en la zona.
Pero pocos años después de este descubrimiento, otro despertaría la esperanza de revivir el antiguo color.
Resurgimiento
Un día de septiembre de 2007, Mohammed Ghassen Nouira estaba dando su habitual paseo a la hora del almuerzo por una playa en las afueras de la ciudad de Túnez.
“La noche anterior había habido una tormenta horrible, por lo que había muchas criaturas muertas en la arena, como medusas, algas, cangrejos pequeños y moluscos”, dice.
Notó una mancha de color: un líquido intensamente púrpura rojizo rezumaba de un caracol de mar agrietado.
Nouira, que trabaja como gerente de consultoría, recordó inmediatamente una historia que había aprendido en la escuela: la leyenda de la púrpura de Tiro.
Corrió hasta el puerto local, donde encontró muchos más caracoles, exactamente iguales al que había en la playa.
Sus pequeños cuerpos en espiral están cubiertos de púas, por lo que a menudo quedan atrapados en las redes de los pescadores. “Los odian”, dice.
Uno los estaba arrancando de su red y poniéndolos en una lata, que Nouira se llevó a su apartamento.
Pero el experimento fue sumamente decepcionante.
Esa noche, abrió los caracoles y buscó las vívidas entrañas de color púrpura que había visto en la playa. Pero no encontró más que carne pálida. Lo metió todo en una bolsa para tirarlo y se fue a dormir.
Al día siguiente, el contenido de la bolsa había sufrido una transformación.
“No tenía ni idea de que el color violeta al principio era transparente, como el agua”, afirma.
Los científicos ahora saben que para sacar las sustancias químicas de los caracoles Murex de su estado incoloro, es necesario exponerlos a la luz visible.
Inicialmente sus secreciones se vuelven amarillas, luego verdes, turquesas, azules y eventualmente de un tono violeta, dependiendo de la especie de caracol.
“Si realizas este proceso en un día soleado, se necesitan menos de cinco minutos para lograr esta transformación”, dice Karapanagiotis.
Pero eso no es púrpura de Tiro.
El tono se compone de muchas moléculas de pigmento diferentes trabajadas juntas.
Hay índigo, que es azul; índigo “bromado”, que es violeta; e indirubina, que es rojo, dice María Melo, profesora de ciencias de la conservación en la Universidad NOVA de Lisboa, en Portugal.
“Dependiendo del tratamiento que se le dé al extracto y del tinte, se pueden obtener colores muy diferentes”, afirma.
Incluso una vez que se ha logrado el color deseado, todavía queda mucho por hacer para convertir los pigmentos en un tinte que se adhiera a la tela.
Para Nouira, este fue el comienzo de una obsesión de 16 años por descubrir el método perdido para hacer púrpura de Tiro.
Aunque otros han investigado las secreciones de los caracoles marinos antes (incluido un científico que procesó 12.000 individuos en 1,4 g de pigmento puro en polvo utilizando técnicas industriales), Nouira quería hacerlo a la antigua usanza y redescubrir el tono auténtico que fue venerado durante milenios.
Cuando tomó esos primeros caracoles marinos en su apartamento en 2007, era apenas una semana después de su luna de miel.
“Mi mujer se quedó horrorizada por el olor; casi me echa de casa... Pero tuve que seguir adelante”, recuerda.
Nouira tardó años en lograr su primer tinte en polvo, y cuando lo hizo, era de un color índigo pálido, nada parecido a la púrpura de Tiro.
A través de años de pruebas y errores, Nouira descubrió gradualmente trucos que sospecha que pudieron haber sido utilizados en la antigüedad: mezclar secreciones de las tres especies de caracoles marinos mencionadas en el relato de Plinio, ajustar la acidez de la mezcla, alternar la exposición a la luz solar con la oscuridad durante la preparación, y cocinar sus mezclas durante diferentes períodos de tiempo.
Como referencias, Nouira utilizó principalmente mosaicos bizantinos que representan a Justiniano I y su esposa Teodora, aunque más tarde también comparó sus resultados con fragmentos de tela que sobrevivieron al tiempo.
Al final, acabó con pigmentos y tintes puros que, en su opinión, son increíblemente parecidos a la verdadera púrpura de Tiro y que están a la altura de las antiguas expectativas.
“Es muy vivo, muy dinámico”, dice. “Dependiendo de la luz, cambia y brilla... juega con tus ojos”.
Tras décadas de intensos experimentos en su cobertizo, Nouira fue invitado a exhibir sus pigmentos y productos teñidos en exposiciones en todo el mundo, incluido el Museo Británico de Londres y el Museo de Bellas Artes de Boston.
También se ha convertido en un experto culinario en recetas de caracoles de mar.
Pero la púrpura de Tiro está nuevamente en riesgo.
Hoy en día, el desafío es la extinción.
Los caracoles Murex están amenazados por una avalancha de influencias humanas, incluida la contaminación y el cambio climático.
La Stramonita haemastoma, que aporta un tono rojizo al color, ya desapareció del Mediterráneo oriental.
Así que, aunque finalmente se reviva la púrpura de Tiro, fácilmente podría volver a perderse.
Por Zaria Gorvett
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